La guerra dentro del Partido Republicano: Trump, Raffensperger y la batalla por la ortodoxia conservadora
Las tensiones internas entre lealtad a Trump, libertad de expresión y el control sobre quién merece ser 'verdaderamente' republicano levantan una tormenta en Georgia
Por más de una década, el Partido Republicano ha estado en una transformación ideológica. Desde la irrupción del Tea Party hasta la consolidación del movimiento MAGA liderado por Donald J. Trump, el partido se ha desplazado cada vez más hacia una definición más cerrada, combativa y hasta excluyente de lo que significa ser “republicano”.
Uno de los focos principales de esta lucha por el alma del partido se encuentra en Georgia, donde el actual secretario de Estado, Brad Raffensperger, está enfrentando una tentativa de expulsión del partido que ayudó a representar. ¿Su pecado? Negarse a colaborar con los intentos de Trump por revertir los resultados electorales del 2020.
Del respeto institucional a la enemistad interna
Raffensperger, quien ganó reconocimiento nacional por su defensa del proceso electoral en Georgia frente a las presiones del entonces presidente Trump, es ahora considerado por muchos líderes republicanos del estado como una figura incómoda, y a ojos de ciertos delegados conservadores, incluso traidora.
Durante la convención estatal del Partido Republicano en Dalton, Georgia, los delegados adoptaron una resolución que establece que el partido “no tomará ninguna acción para permitir que Brad Raffensperger se postule como republicano en futuras elecciones”.
Alex Johnson, presidente de la Georgia Republican Assembly (GRA), fue directo: “Él no escucha nada de lo que el partido republicano le pide. Ha sido hostil contra nuestro candidato presidencial y ahora contra quien es presidente”.
La neutralidad de la ley vs. el tribalismo partidario
Sin embargo, el presidente del Partido Republicano de Georgia, Josh McKoon, trató de poner paños fríos, señalando que aunque la resolución plantea el “sentir del partido”, bajo la legislación estatal no existen mecanismos legales para impedirle a Raffensperger competir dentro del GOP. “No veo cómo el Partido Republicano puede legalmente negarle la posibilidad de calificar como candidato”, dijo a la prensa.
Georgia cuenta con elecciones primarias abiertas, lo que significa que cualquier votante puede participar en la primaria de un partido, sin necesidad de estar registrado como miembro del mismo. Esto causa más fricciones dentro de los partidos, que buscan controlar la pureza ideológica de sus representantes.
El caso Catoosa y el poder de los partidos locales
Este debate legal y constitucional no es nuevo. En 2023, una batalla similar se libró en el condado de Catoosa, donde la organización local del partido intentó actuar como “filtro” sobre qué candidatos pueden postularse como republicanos. Un juez federal rechazó ese enfoque, y la disputa aún continúa en la Corte de Apelaciones del 11º Circuito.
El juez Billy Ray, exlíder republicano del condado de Gwinnett, escribió que las elecciones primarias deberían ser decisiones de los electores y no de comités partidarios. “Intentar limitar quién puede postularse en una primaria parece inconsistente con el propósito mismo de una primaria”, redactó en una nota al pie.
¿Quién tiene derecho a ser republicano?
Esta pregunta que parece filosófica es en realidad de profundo impacto práctico. Los sectores más conservadores y cercanos a Trump abogan por un mayor control sobre los candidatos republicanos. Es un intento por “purificar” la marca del partido y alinearla con sus valores y liderazgo.
Para ilustrarlo, Nathaniel Darnell, presidente de la GRA, dijo: “No puedes obligar a una iglesia bautista a ordenar a un musulmán como ministro bautista. Del mismo modo, no puedes forzar a alguien que contraviene los principios republicanos a ser republicano”.
No obstante, esta visión enfrenta resistencia de quienes creen que el electorado tiene la última palabra. ¿Debe un partido político funcionar como club privado con sus propios filtros de ingreso o como una institución pública al servicio de sus votantes?
El contexto: Trump reforzando su control desde Washington
Mientras en Georgia se intenta marginar a Raffensperger, Donald Trump continúa fortaleciendo su influencia desde la Casa Blanca. En su segundo mandato, ha firmado múltiples órdenes ejecutivas destinadas a desmantelar programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), y a restringir el reconocimiento de identidades transgénero en organizaciones que reciben ayuda pública.
Una de sus medidas más polémicas fue bloqueada por el juez federal Jon Tigar en California, quien sentenció que el gobierno federal no puede coaccionar a organizaciones para eliminar programas que promuevan la diversidad o reconozcan a personas trans a cambio de fondos. “No se puede usar fondos aprobados por el Congreso para reprimir ideas que el Ejecutivo considera peligrosas”, escribió Tigar.
Esto afecta directamente a organizaciones como la San Francisco AIDS Foundation, que recibió un subsidio de $1.3 millones por cinco años de los CDC. La fundación fue notificada en abril de que debía terminar inmediatamente cualquier contrato, actividad o programa que promoviera DEI o ideología de género.
Construcciones, banderas y culto a la personalidad
En paralelo a estas guerras culturales y legales, Trump ha emprendido una serie de remodelaciones simbólicas en la Casa Blanca. El césped húmedo del Rose Garden será pavimentado para —en palabras del presidente— “hacerlo más cómodo para las mujeres en tacones altos”. También instalará dos enormes astas, una en el jardín norte y otra en el sur.
Estas obras, que incluyen nuevos murales y ornamentos dorados en la Oficina Oval, refuerzan una estética de poder personalista. El presidente incluso anunció un nuevo salón de baile en construcción, patrocinado —según él— “por un hombre llamado Donald J. Trump”.
Una democracia bajo presión tribal
Las acciones de Trump en la escena federal están estrechamente ligadas con las batallas más locales como la de Georgia. Los partidarios más leales replican sus posturas: eliminar voces disidentes, controlar la narrativa interna y redibujar los límites de lo que significa ser un auténtico aliado del partido.
Sin embargo, este esfuerzo por homogeneizar al Partido Republicano está sembrando profunda división dentro del mismo, con riesgos claros de fragmentación.
Raffensperger, quien hasta hace poco era un miembro destacado del GOP, ahora se plantea postularse como gobernador o senador en 2026. Si lo hace, lo más probable es que esa contienda se convierta en otra batalla más en el eterno conflicto entre lealtad política, principios constitucionales y libertad de expresión.
Y lo que pase en Georgia podría convertirse en referencia para muchas otras trincheras republicanas en todo Estados Unidos.