El nuevo tablero africano: Rusia despliega poder militar mientras Occidente se retira
Con armas, blindados y propaganda, Moscú ocupa el vacío dejado por Francia y EE. UU. en África subsahariana
El renacer militar de Rusia al sur del Sahara
En los últimos años, África se ha convertido en un tablero de ajedrez estratégico para las grandes potencias globales. Mientras Estados Unidos y Europa comienzan a reducir su presencia militar en el continente —en gran parte por la hostilidad de regímenes locales nacidos de recientes golpes de Estado—, Rusia ha aprovechado el vacío para impulsar su influencia militar y política. Lo más reciente: la expansión del Africa Corps, una fuerza respaldada por el Kremlin que está reemplazando gradualmente a los mercenarios de Wagner.
Este movimiento tiene implicaciones profundas: no se trata solo de recursos naturales. La entrega de tanques, sistemas de artillería, vehículos blindados y tecnología de guerra electrónica indica una estrategia rusa a largo plazo para desafiar el orden occidental en una región clave del mundo.
África entre conflictos e intereses globales
Países como Mali, Burkina Faso y Níger han estado sumidos durante más de una década en guerras internas contra grupos yihadistas como al-Qaida y el autodenominado Estado Islámico. En ese entorno inestable, y tras golpes militares, los nuevos regímenes han optado por romper lazos con Occidente y acercarse a Rusia en busca de seguridad.
El resultado ha sido claro: tras la retirada de las tropas francesas y estadounidenses, Moscú ha desplegado un flujo constante de armas y personal militar. Y lo hace burlando las sanciones internacionales, enviando equipos por vía marítima desde el Báltico hasta puertos africanos como Conakry, en Guinea.
La logística de una expansión: cómo llegan las armas rusas
Analistas de seguridad europeos y africanos, junto con imágenes satelitales examinadas por medios internacionales, han identificado barcos de carga como el Baltic Leader y el Patria atracando en Guinea con armas pesadas, incluido un obús de 152 mm, vehículos BTR-80, equipos de guerra electrónica y embarcaciones menores.
Estos convoyes, que luego se trasladan por carretera hasta Mali, están fuertemente protegidos y, en algunos casos, acompañados por buques de guerra como el Boykiy, una fragata de la armada rusa. La escala de estas operaciones sugiere una inversión significativa del Kremlin en su proyectada influencia africana.
Del Grupo Wagner al Africa Corps
La muerte del líder de Wagner, Yevgeny Prigozhin, en 2023 marcó un punto de giro. Moscú ha buscado consolidar el control de sus operaciones exteriores bajo estructuras más directas del Ministerio de Defensa, dando lugar al ascenso del Africa Corps.
Según la Unión Europea, este cuerpo militar está encabezado por el general Andrey Averyanov, comandante de la temida Unidad 29155 del GRU —una división de inteligencia militar acusada de operaciones encubiertas contra Occidente, incluyendo asesinatos y sabotajes.
Bajo esta nueva estructura, el Africa Corps goza de equipo más avanzado que el que recibe incluso el ejército maliense. Observadores han identificado cazas Su-24 desplegados en Bamako y equipos de interferencia de señales capaces de neutralizar bombas activadas por radiocomando.
Una guerra de narrativa: proteger o colonizar
El discurso oficial del Kremlin es claro. Dmitry Peskov, portavoz presidencial, declaró recientemente: “Queremos expandir nuestra cooperación con África en todas las áreas, con énfasis en la seguridad y la inversión”.
Sin embargo, muchos analistas, como Julia Stanyard de la Global Initiative Against Transnational Organized Crime, argumentan que esta nueva etapa es una colonización moderna, financiada por el acceso a recursos naturales como oro y diamantes, y respaldada por fuerza militar.
“Es una transición sofisticada”, comenta Stanyard. “Estamos pasando de mercenarios a un aparato formalizado del Kremlin con tecnología de punta. Eso cambia las reglas del juego en la región”.
Una apuesta que divide a África
Frente a esto, las reacciones de los gobiernos africanos varían. Guinea, por ejemplo, ha consolidado lazos diplomáticos con Rusia. En una reciente visita, el canciller ruso Serguéi Lavrov se reunió con su homólogo guineano Morissanda Kouyaté en Conakry, reafirmando la asociación bilateral.
Sin embargo, el aumento de la violencia también es evidente. En julio de 2023, yihadistas mataron a decenas de mercenarios de Wagner en el norte de Mali. Y hace unas semanas, una base militar fue asaltada por insurgentes vinculados a al-Qaida, dejando decenas de soldados fallecidos.
El envío de nuevas armas podría ser, según fuentes militares, una reacción directa a estos reveses. El equipo de interferencia, por ejemplo, estaría destinado a proteger convoyes de explosivos escondidos.
Mercenarios, recursos y futuro geopolítico
Otra estrategia rusa es la captación de personal. Se ofrecen hasta 2,1 millones de rublos (unos $26,500 dólares) y terrenos a quienes firmen contratos con el Ministerio de Defensa ruso para servir en África. Ya se han alistado cientos, muchos de ellos antiguos combatientes de Wagner.
Y no es todo: las operaciones se financian a través de acuerdos secretos y concesiones mineras, según la UE. Moscú parece seguir así el modelo de “gana y protege” que aplicó en Siria, donde sus fuerzas aseguraron estabilidad a cambio de influencia y contratos energéticos para empresas rusas.
¿Un nuevo imperio informal?
África es la nueva zona de proyección estratégica para el Kremlin. Con Occidente debilitado y el ascenso de líderes locales autoritarios, Rusia ha encontrado terreno fértil para retomar posiciones geopolíticas perdidas tras el colapso de la URSS.
El África subsahariana se configura así como el campo de disputa militar e ideológica más candente del siglo XXI. Se enfrenta una visión de cooperación basada en principios democráticos —cada vez más cuestionada— frente a una oferta pragmática, autoritaria y armada. Rusia aprovecha ese contexto con inteligencia, propaganda y poderío militar.
“Es un juego a largo plazo”, concluye el analista francés Pierre Levy. “Rusia construye relaciones clientelares mientras siembra desconfianza en las democracias. Y lo está haciendo muy bien”.
¿Será África el siguiente escenario de una Guerra Fría contemporánea? Muchos signos ya apuntan en esa dirección.