Crisis en la ciencia pública estadounidense: investigadores del NIH se rebelan contra recortes y censura política
Una declaración interna en los Institutos Nacionales de Salud destapa un ambiente de miedo, reducción masiva de fondos y politización de la investigación médica bajo la administración Trump
El inicio de una insurrección científica
“Disentir es la esencia misma de la ciencia”. Con esta frase, Jay Bhattacharya —el polémico líder designado por la administración Trump para dirigir los Institutos Nacionales de Salud (NIH)— intentó calmar inquietudes durante su audiencia de confirmación. Hoy, esa promesa está al borde del colapso.
Más de 90 científicos y altos funcionarios del NIH han estampado su firma en una contundente carta: la Declaración de Bethesda. En ella denuncian las políticas de su líder y del gobierno de turno por socavar la misión del NIH, malgastar fondos públicos y dañar la salud de millones de personas.
¿Qué es la Declaración de Bethesda?
El documento —nombrado así por la sede del NIH en Maryland— es una acusación formal sin precedentes dentro de una institución pública federal estadounidense. Ha sido firmada por figuras clave de los 27 centros que integran el NIH, incluidos directores de programas, jefes de ramas científicas y oficiales de revisión.
Esta insurrección interna fue liderada por Jenna Norton, directora de investigaciones sobre disparidades en salud en el Instituto Nacional de Diabetes. Norton había ocultado su identidad en foros públicos, pero ahora decidió actuar con nombre propio. "No podía vivir conmigo misma si no decía lo que está pasando dentro del NIH", declaró.
Recortes agresivos: el corazón de la protesta
La carta denuncia la cancelación de más de 2,100 subvenciones de investigación por un valor superior a los $12 mil millones. Esta decisión ha golpeado programas directamente relacionados con tratamiento del cáncer, tuberculosis resistente a antibióticos en Haití y ensayos clínicos con pacientes reales.
- Estudios clínicos abandonados han dejado a pacientes con implantes médicos sin monitoreo ni tratamiento adecuado.
- Investigaciones que estaban en la cúspide de descubrir nuevas terapias han sido suspendidas al 80% de su progreso, convirtiendo miles de horas de trabajo y millones de dólares en basura científica.
Sarah Kobrin, jefa de una división en el Instituto Nacional del Cáncer, relata que ahora pasa más tiempo tratando de “minimizar la destrucción” que liderando investigaciones para mejorar la atención oncológica. "Gran parte de mi trabajo ya no existe", afirma con tristeza.
Un ambiente de miedo e intimidación
Según los firmantes, al interior del NIH se vive una “cultura del miedo y supresión”. Muchos empleados comenzaron a utilizar tácticas anónimas o encubiertas para expresar su inconformidad. El respaldo silencioso a la carta llegó de otros 250 colegas que no firmaron con nombre, por temor a represalias.
En foros internos, townhalls y protestas, se ha denunciado lo siguiente:
- Congelamiento de fondos incluso para investigaciones ya aprobadas.
- Desvinculación de personal sin previo aviso.
- Cancelación masiva de proyectos sin criterios de impacto o calidad.
El precedente: Great Barrington y la ideologización de la salud pública
La declaración de Bethesda también es una respuesta directa al pasado de su propio titular, Jay Bhattacharya. En 2020, durante la pandemia de COVID-19, él impulsó la Great Barrington Declaration, que abogaba por eliminar las restricciones contra el COVID y proteger solo a los más vulnerables. Esta postura fue ampliamente rechazada por la comunidad científica y calificada como irresponsable.
Ahora, sus propios subordinados usan su metodología para denunciar sus decisiones actuales. "Él está orgulloso de su declaración, y nosotros lo estamos de la nuestra", argumenta Kobrin.
La manipulación de la ciencia con fines políticos
Uno de los reclamos más graves es que la administración de Trump ha interferido abiertamente con los principios de independencia académica y científicos del NIH son forzados ahora a operar bajo agendas políticas.
El portavoz de la Casa Blanca, Kush Desai, ha intentado justificar estos recortes bajo la bandera de restaurar el "Estándar Dorado de la Ciencia", acusando a las agencias de haber sido “obsesionadas con la equidad, diversidad e inclusión (DEI) y la COVID”. Pero para los investigadores, este razonamiento busca borrar enfoques inclusivos y científicos que enriquecen la investigación.
Ian Morgan, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales, resume el impacto de estas políticas: "You become a doctor to help thousands. You become a researcher to help billions".
El costo moral y social de la censura científica
Los autores de la Declaración de Bethesda advierten que el costo excede lo financiero: se está perdiendo la fe pública en las instituciones científicas. Además, el gobierno estaría actuando en contra del principio de responsabilidad fiduciaria hacia los ciudadanos que han confiado en la ciencia como herramienta de bienestar.
"Muchos voluntarios participaron en ensayos, brindando muestras biológicas con la esperanza de contribuir al conocimiento científico. Ese sacrificio ha sido pisoteado", dice uno de los puntos más conmovedores de la declaración.
En este sentido, la carta también condena el abandono de compromisos con pacientes que participaron en ensayos clínicos y advierte que hay dispositivos médicos no monitoreados y tratamientos interrumpidos sin justificación clínica.
Docencia tribal en la mira: IAIA y otros impactos colaterales
Los ataques a la ciencia no se limitan al NIH. En paralelo, el Instituto de Artes Indígenas Americanas (IAIA), el único colegio federal de arte contemporáneo tribal, enfrenta la amenaza de perder el 100% de su financiación anual de más de $13 millones.
El presidente del colegio, Robert Martin, declaró: "No pueden borrar 63 años de historia con un presupuesto". Esta institución ha formado a leyendas como Joy Harjo y Tommy Orange y representa un bastión cultural fundamental para la identidad nativa americana.
Estas decisiones reflejan un patrón más amplio dentro de la administración republicana actual de eliminar programas relacionados con diversidad, inclusión y compromiso indígena, bajo la narrativa de “erradicación del adoctrinamiento político woke”.
Un grito de resistencia desde dentro
Al final, estas denuncias expresan más que inconformidad laboral: es una búsqueda por preservar la integridad científica, resistir un aparato político que parece ver con sospecha la investigación independiente y proteger la salud pública como derecho, no como arma política.
"No se puede ser valiente si no tienes miedo", dice Norton. "Tengo miedo, pero tengo que ser valiente por mis hijos y por todas las personas que dependen de la ciencia para vivir mejor".