Intercambios de cuerpos, bombardeos y hambruna: la guerra sin tregua entre Rusia, Ucrania e Israel con Gaza
Mientras los conflictos en Ucrania y Gaza se intensifican, los intercambios de cuerpos caídos y las crisis humanitarias entran en una espiral de acusaciones y desesperación
Una promesa de humanidad en medio del horror: el frustrado intercambio de cuerpos en la guerra entre Rusia y Ucrania
En un esfuerzo que parecía apuntar a un pequeño gesto de humanidad en medio de la brutal guerra, Rusia y Ucrania habían acordado un intercambio de cuerpos de soldados caídos en combate. Se trataba de 6,000 cadáveres, de los cuales 1,212 cuerpos ucranianos ya habían sido trasladados por Rusia al punto de intercambio en la frontera. Sin embargo, toda la operación permanece en suspenso.
De acuerdo con declaraciones del teniente general Alexander Zorin, miembro del equipo negociador ruso, se esperaba la confirmación oficial por parte de Ucrania para proceder. Pero según Moscú, Kiev habría postergado el intercambio, mientras Ucrania responde que nunca se acordó una fecha formal.
“Rusia está jugando juegos sucios y manipulando los hechos”, declaró la agencia oficial ucraniana encargada de las repatriaciones. Además, acusan a Rusia de entregar listas de prisioneros para canje que no coinciden con los pactos alcanzados en anteriores encuentros en Estambul.
Acusaciones cruzadas y ataques paralelos intensifican el conflicto
La incertidumbre del intercambio se da en un contexto donde ambos países siguen librando una guerra de desgaste. Ucrania reportó una nueva oleada de bombardeos rusos en la región de Járkiv, donde al menos cuatro personas murieron y más de 20 resultaron heridas. En respuesta, la defensa aérea ucraniana derribó 40 de los 49 drones lanzados por Rusia, además de repeler misiles.
Rusia, por su lado, aseguró haber interceptado 61 drones ucranianos durante la noche, incluidos varios cerca de Moscú. Uno de estos ataques provocó un incendio en una planta química en la región de Tula, causando dos heridos.
A pesar de estos reportes, en el terreno diplomático no hay avances significativos para acabar con el conflicto. Las negociaciones parecen estar estancadas en temas técnicos como el intercambio de restos mortales, una tarea que normalmente debería estar resguardada de la política, pero que ahora es rehén del enfrentamiento.
Gaza: balas en lugar de ayuda
Mientras tanto, al suroeste de Europa, la Franja de Gaza continúa sumida en una crisis humanitaria desgarradora. Cuatro palestinos murieron por disparos israelíes cerca de un punto de distribución de ayuda organizado por la Fundación Humanitaria de Gaza, respaldada por EE.UU. e Israel.
El ejército israelí señaló que disparó tiros de advertencia contra personas que se acercaban a sus tropas y desobedecían las órdenes de retirarse. El tiroteo ocurrió en la ciudad de Rafah, en lo que las autoridades israelíes han descrito como una “zona de combate activa”.
No obstante, testigos presenciales como Adham Dahman relatan una historia distinta: “Decían que era una zona segura desde las 6 a.m. hasta las 6 p.m., pero dispararon sobre nosotros a plena luz del día. Un tanque disparó, esto es una trampa para nosotros, no ayuda”.
El riesgo de una hambruna y el fracaso del modelo alternativo de ayuda
El operativo de ayuda humanitaria ha sido trasladado a zonas militares israelíes manejadas por contratistas estadounidenses, dejando de lado a la ONU. Según esta última, el nuevo sistema es insuficiente, excluyente y permite a Israel usar la ayuda como arma política al determinar quién puede recibirla y dónde.
Desde enero, expertos internacionales han advertido del peligro inminente de una hambruna en Gaza si Israel no frena su ofensiva y levanta el bloqueo que impide la llegada de alimentos y medicinas.
Mientras tanto, el conflicto ha dejado más de 54,000 palestinos muertos, según el Ministerio de Salud de Gaza, la mayoría de ellos mujeres y niños. Israel afirma, sin pruebas concretas, que al menos 20,000 de los muertos eran combatientes de Hamás.
Por su parte, Israel ha recuperado decenas de cadáveres de rehenes y ha rescatado con vida a ocho desde el inicio del conflicto. Hamás exige el cese total de las hostilidades y la retirada israelí a cambio de liberar a los 55 rehenes restantes, muchos de ellos ya fallecidos.
Un ciclo de represalias sin fin
La crisis actual no puede entenderse sin recordar el inicio devastador del conflicto militar en octubre de 2023, cuando Hamás lanzó un ataque masivo en el sur de Israel, matando a más de 1,200 civiles y tomando a 251 personas como rehenes.
Desde entonces, 90% de la población de Gaza ha sido desplazada, y su infraestructura básica ha quedado destruida casi por completo.
Guerra mediática y manipulación de la narrativa
Rusia acusa a Ucrania de teatralizar respeto hacia sus caídos mientras evita repatriarlos. Israel presenta a Hamás como un actor exclusivo del terror mientras pretende redibujar el mapa político de la ayuda humanitaria excluyendo a Naciones Unidas.
En ambos contextos, las víctimas civiles y militares parecen cifras manipulables más que vidas irreemplazables. La guerra moderna no solo se libra con drones y misiles, sino también con propaganda, apatía institucional y operaciones mediáticas.
Lecciones de un mundo dividido
- Geo-humanitarismo fragmentado: Rusia y Ucrania no pueden ni siquiera cumplir acuerdos para honrar a los muertos; entre Israel y Gaza, hasta la comida viene con una lluvia de balas.
- Criminalización de la ayuda: Israel acusa a miembros de la Defensa Civil de ser parte de Hamás, mientras la ONU no logra distribuir víveres.
- Intercambios bloqueados por intereses políticos: Las repatriaciones, una práctica común incluso en las guerras más crueles, ahora son moneda de negociación o herramientas de chantaje.
La esperanza de paz parece cada vez más lejana cuando la dignidad de los muertos y la supervivencia básica de los vivos es lo que se negocia.
Cita para recordar
“Esto es una trampa para nosotros, no ayuda.” — Adham Dahman, palestino herido tras el ataque en el centro de distribución en Gaza.
En este contexto global, cada gramo de ayuda y cada cuerpo repatriado representan no solo una necesidad urgente, sino también una feroz batalla ética en un mundo que parece haber olvidado lo que significa rendir respeto básico a la vida y a la muerte.