La nueva prohibición de viajes de EE.UU.: familias afganas entre el dolor, la esperanza y la política migratoria
La experiencia de los Sharafoddin expone los efectos humanos de las decisiones políticas: un análisis sobre el reciente veto migratorio impulsado por Trump
Una travesía que empezó con esperanza
La historia de Mohammad Sharafoddin y su esposa Nuriya es un testimonio conmovedor de perseverancia y sueños truncados. Tras una odisea de más de 36 horas caminando por los peligrosos pasos montañosos que conectan Afganistán con Pakistán e Irán, la familia logró asentarse en EE.UU., específicamente en Irmo, Carolina del Sur. Como parte de los aproximadamente 14,000 refugiados afganos que llegaron a EE.UU. entre septiembre de 2023 y septiembre de 2024, sus esperanzas estaban puestas en reconstruir su vida libre de los horrores del régimen talibán.
Su travesía hacia la estabilidad parecía culminar en una casa de tres habitaciones, un empleo estable en una fábrica de joyería y la plenitud de poder celebrar festividades como el Eid al-Adha en libertad, algo impensable bajo las estrictas leyes impuestas por los talibanes desde su regreso al poder en 2021.
Un nuevo sueño: traer a la sobrina
Las alegrías alcanzadas no terminaban ahí. La pareja tenía nuevas metas: ayudar a la sobrina de Nuriya, una joven con aspiraciones de convertirse en doctora. Sin embargo, ese plan tropezó con una nueva medida del expresidente Donald Trump: la reactivación e implementación de una versión ampliada del veto migratorio.
Emitido un lunes reciente, el veto prohíbe la entrada a EE.UU. de personas provenientes de Afganistán y otros 12 países, entre los que se incluyen Irán, Yemen, Somalia y Libia. Trump alega que estos países tienen sistemas de verificación de identidad deficientes, no aceptan la deportación de sus ciudadanos y presentan altos índices de permanencia no autorizada tras la expiración de sus visas.
Excepciones que no alcanzan
Aunque el nuevo veto establece excepciones para personas que cuentan con Visas Especiales de Inmigrante (SIV), como los que colaboraron estrechamente con fuerzas estadounidenses durante la guerra, los miembros familiares ampliados, como sobrinas o primos, quedan completamente excluidos.
Es precisamente esta cláusula la que afecta directamente a los Sharafoddin, quienes ya habían empezado a planificar los trámites para que su sobrina pudiera beneficiarse del entorno educativo estadounidense.
El dolor de los que se quedan atrás
“No estoy lista para llamarla. Esta no es una buena noticia. Es muy triste porque ella tiene miedo y quiere venir”, expresó entre lágrimas Nuriya, quien aún no encuentra el valor para informarle a su sobrina que su futuro académico en EE.UU. acaba de cerrarse de un portazo.
Jim Ray, quien ha ayudado a varias familias afganas a establecerse en Carolina del Sur, confirma que esta parte del veto es la más dolorosa. “Cuando una familia no puede reunirse, ahí es donde duele más”, sostiene.
La contradicción tácita: seguridad vs humanidad
Desde un ángulo político, Trump sostiene que la medida tiene un objetivo primordial: proteger la seguridad nacional. Lo argumenta citando el caso de un egipcio bajo sospecha de cometer un ataque violento en Boulder, Colorado, a pesar de que Egipto no figura en la lista de países afectados por el veto. Este enfoque ha sido criticado por crear políticas reactivas y discriminatorias con efectos colaterales desproporcionados.
Incluso los talibanes han respondido contra la medida. En una grabación publicada en redes sociales, su líder Hibatullah Akhundzada declaró que Estados Unidos se ha convertido “en el opresor del mundo”, cuestionando la legitimidad de vetar a ciudadanos de países cuya población carece de control sobre sus gobiernos.
Refugiados afganos en cifras
Afganistán ha sido, históricamente, una de las mayores fuentes de personas refugiadas. En los últimos cinco años, la cifra supera los 100,000 afganos reasentados en EE.UU., con oleadas significativas tras la retirada estadounidense en agosto de 2021.
Durante su primer mandato, Trump ya había suspendido reubicaciones de refugiados en su primer día como presidente en 2017, generando una ola de críticas tanto internas como de organizaciones internacionales de derechos humanos.
Una política recurrente con nuevos afectados
Este nuevo decreto ejecutivo recuerda inevitablemente al “Muslim Ban” de 2017, que prohibió el ingreso a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana (Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen). Aunque su constitucionalidad fue debatida, en 2018 la Corte Suprema falló a favor de Trump, alegando que el veto no violaba la Primera Enmienda.
La versión actual amplía la lista a 13 países y refuerza los argumentos de seguridad nacional. Sin embargo, organizaciones como Human Rights Watch y la ACLU han criticado fuertemente la falta de matices, denunciando que familias completas se ven descendidas a una categoría de “riesgo” simplemente por su país de origen.
Impacto educativo: un sueño que se desvanece
El veto tiene consecuencias directas para cientos de jóvenes afganos que aspiraban a estudiar en EE.UU. Según ACNUR, desde 2021 más de 3.5 millones de jóvenes afganos han quedado fuera del sistema educativo, en gran parte por restricciones del régimen talibán. EE.UU. fue una opción viable para muchos, pero ese camino se ve ahora cerrado.
“Mi hija ya habla inglés mejor que nosotros, y mi hijo quiere estudiar ciencias. Queríamos eso también para mi sobrina”, dice Mohammad Sharafoddin, consciente de la oportunidad que su familia ha encontrado y la que le es negada a otros.
¿Qué sigue para las familias separadas?
La tensión crece entre las comunidades de refugiados afganos en EE.UU. Muchos, como los Sharafoddin, se preguntan si esta medida será permanente o si lograrán encontrar otras vías legales. La respuesta aún es incierta.
Por ahora, el sentimiento general es de confusión, tristeza y frustración. Las esperanzas depositadas en el denominado sueño americano se ven empañadas por políticas que, aunque justificadas en seguridad, afectan profundamente el tejido humano y emocional de familias como los Sharafoddin, que solo soñaban con estudiar, trabajar y vivir en libertad.
“La política tiene consecuencias humanas, y esas consecuencias hoy se sienten en cada llamada no hecha, en cada reencuentro pospuesto y en cada futuro abortado prematuramente”, reflexiona Ray, el voluntario que ha estado al lado de decenas de familias refugiadas desde 2021.
En medio de estos desafíos, miles de refugiados seguirán soñando, resistiendo y, sobre todo, esperando.