Panamá en tensión: protestas indígenas, reformas impopulares y el dilema del Darien

El país enfrenta una ola de descontento social por reformas al sistema de pensiones y pactos de seguridad con Estados Unidos, con epicentro en el selvático Darién

Un país atrapado entre reformas e indignación

Panamá se encuentra inmerso en una creciente espiral de protestas que han movilizado a comunidades indígenas, sindicatos y ciudadanos comunes contra un paquete de reformas al sistema de seguridad social y un controvertido acuerdo de cooperación con Estados Unidos. Las tensiones han escalado recientemente en la región del Darién, donde indígenas bloquearon carreteras, enfrentando la dura represión de las fuerzas de seguridad.

Darién: El epicentro de un estallido social

El bloqueo de una autopista clave en la comunidad de Arimae, en la provincia selvática del Darién —frontera con Colombia—, se convirtió en un símbolo del hartazgo popular. Las fuerzas antimotines de la policía fronteriza intervinieron con gases lacrimógenos y balas con recubrimiento de goma para dispersar a manifestantes que respondían con piedras y bombas molotov.

El resultado fue un número indeterminado de heridos. Según testigos locales, un manifestante podría perder la vista tras ser golpeado en el rostro, y otro sufrió múltiples heridas por perdigones en la espalda y el brazo. Un periodista presente reportó incluso el incendio de una vivienda tras impactar una bomba lacrimógena en su techo de paja.

“Se está jugando con fuego en una región históricamente olvidada”, comentó un líder comunitario al medio local La Estrella de Panamá.

Los orígenes del malestar: pensiones y pactos militares

Las protestas comenzaron hace más de seis semanas, impulsadas por el rechazo a una reforma del sistema de seguridad social que, según muchos expertos y ciudadanos, pone en riesgo el acceso a pensiones dignas para la población trabajadora. Algunos críticos la describen como un intento de 'privatización encubierta', mientras el gobierno insiste en que la reforma es necesaria para evitar la quiebra del sistema.

Paralelamente, ha causado controversia un acuerdo firmado entre el gobierno del presidente José Raúl Mulino y los Estados Unidos que otorga acceso y uso compartido de ciertas instalaciones estratégicas en el país por parte de militares estadounidenses y contratistas. La medida ha sido interpretada por algunos sectores como una pérdida de soberanía.

Panamá y su eterna relación con EE.UU.

El canal de Panamá, símbolo histórico de la relación entre ambos países y de la lucha social panameña por su soberanía, vuelve a estar en el centro del debate. Los recuerdos de la presencia militar estadounidense hasta finales de los 90 permanecen vivos.

El nuevo acuerdo ha despertado el recelo de amplios segmentos de la población que ven la medida como un retroceso.

“El pueblo panameño luchó para recuperar el canal, no para ceder soberanía militar en pleno siglo XXI”, expresó en redes sociales Anabelle González, profesora de la Universidad de Panamá.

Un presidente firme ante la presión

Mulino, electo recientemente tras la exclusiva inhabilitación del expresidente Ricardo Martinelli, ha adoptado una postura intransigente. En declaraciones televisivas, fue claro:

“No voy a echar para atrás las reformas y no voy a permitir más cierre de calles.”

Esta firmeza ha sido interpretada por muchos como autoritarismo, mientras otros lo ven como una defensa de la institucionalidad. Sin embargo, los focos de protesta no ceden: cada día surgen nuevos bloqueos en autopistas, marchas en la capital y concentraciones en puntos simbólicos.

El papel de las comunidades indígenas

La participación de comunidades indígenas en la protesta nacional no es casual. Estas poblaciones han sido históricamente dejadas de lado en las políticas públicas. En el Darién, donde la pobreza supera el 50% y la cobertura de servicios básicos es mínima, la indignación encuentra tierra fértil.

El rechazo no es sólo a una reforma sino a años de abandono, contaminación por minería ilegal e impactos de la migración masiva, ya que por esta región pasan (o pasaban, hasta hace poco) más de 400 mil migrantes irregulares anuales provenientes de Sudamérica rumbo a Estados Unidos.

La otra cara del Darién: crisis migratoria en pausa

Durante años, el Tapón del Darién ha sido uno de los pasos migratorios más complejos del continente. En 2023, más de 520,000 personas lo atravesaron, según cifras del Servicio Nacional de Migración. El tránsito ha disminuido este año debido a acuerdos regionales más estrictos y políticas restrictivas en los países de origen (especialmente Venezuela).

No obstante, la presencia del gobierno en la región se ha reducido a vigilancia básica y controles migratorios, sin una estrategia integral para las comunidades locales afectadas por este flujo humano constante.

Repercusiones internacionales

Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han pedido al gobierno panameño respeto al derecho de protesta y una revisión del uso excesivo de la fuerza. La situación también ha sido monitoreada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que solicitó al Estado panameño esclarecer los hechos en Darién.

Mientras tanto, la embajada de EE.UU. en Panamá se ha mantenido cautelosa, limitándose a decir en un comunicado: “Confiamos en las instituciones democráticas panameñas y su capacidad de resolver los desafíos actuales.”

¿Qué sigue?

Todo apunta a que la situación en Panamá no se resolverá con rapidez. La represión en el Darién podría ser un punto de inflexión, empujando el movimiento hacia una mayor radicalización o, por el contrario, una negociación política de alto nivel.

El gobierno ha perdido puntos de legitimidad en sectores clave y la movilización —diversa y descentralizada— se fortalece en la calle y en redes sociales. Lo que ocurra en los próximos días podría redefinir el rumbo de Panamá, un país cuya unidad ha sido históricamente frágil frente a fuerzas internas y externas.

Reflexión final

El Darién, conocido por su selva densa e impenetrable, está ahora en el centro del conflicto político de un país que parece dividido en su visión del futuro. La pregunta ya no es sólo si las reformas son viables, sino si Panamá está dispuesto a volver a escuchar a sus pueblos olvidados antes de que sea demasiado tarde.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press