El pulso comercial entre EE.UU. y China: chips, tierras raras y la guerra por el futuro económico
Una mirada profunda al conflicto comercial que pone en juego mucho más que aranceles: la supremacía tecnológica, los recursos estratégicos y el nuevo orden geopolítico global
La llamada que reactivó el tablero
El presidente Donald Trump y el líder chino Xi Jinping volvieron a comunicarse esta semana en medio de una tensión comercial que amenaza con consolidar una era de desacoplamiento económico entre las dos mayores economías del planeta. Según confirmó el Ministerio de Exteriores de China, fue Trump quien inició la llamada. No es solamente una cuestión de aranceles: están en juego las cadenas de suministro globales, el acceso a minerales raros estratégicos y el control sobre las tecnologías del futuro.
“Me gusta el presidente XI de China, ¡siempre me ha gustado y siempre lo haré, pero es MUY DURO Y EXTREMADAMENTE DIFÍCIL DE HACER UN TRATO!!!”, escribió Trump en su plataforma social días antes del contacto, mostrando el tono ambivalente que ha caracterizado su relación con el mandatario chino.
Mucho más que impuestos: el trasfondo de la tensión
La disputa comercial entre Estados Unidos y China, lejos de centrarse únicamente en aranceles, responde en realidad a una lucha por el liderazgo económico tecnológico del siglo XXI. La pausa en las negociaciones que se dio tras el acuerdo provisional del 12 de mayo para reducir temporalmente los aranceles expuso la profundidad del conflicto estructural entre ambos países.
Estados Unidos redujo sus agresivos aranceles del 145% al 30% durante 90 días como medida para permitir el flujo del diálogo. Por su parte, China rebajó los impuestos sobre productos estadounidenses del 125% al 10%. Sin embargo, estas medidas tienen fecha de caducidad, y el riesgo de que el conflicto vuelva a escalar es más que probable.
Competencia por minerales estratégicos
Uno de los ejes más sensibles de la disputa es el acceso a tierras raras, un conjunto de 17 elementos químicos fundamentales en la fabricación de productos electrónicos avanzados como baterías, teléfonos móviles, sistemas de defensa, y especialmente, chips para inteligencia artificial.
China controla aproximadamente el 70% de la producción mundial de tierras raras, lo que le otorga una palanca de enorme valor estratégico. Estados Unidos, por su parte, ha expresado preocupación por la posibilidad de que China limite la exportación de estos materiales en represalia a las restricciones estadounidenses sobre semiconductores.
Desde el fin de la Guerra Fría, nunca se vio una tensión tan marcada por recursos tangibles y tecnología esencial. Como declaró el ex Secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent: “Solo una conversación entre Trump y Xi puede realmente destrabar este nudo.”
La batalla de los chips y la autosuficiencia estratégica
Otra arista crítica del conflicto es el papel que juegan los chips de alto rendimiento y las tecnologías emergentes. Estados Unidos ha impuesto restricciones severas a empresas chinas como Huawei y prohibió la venta de chips avanzados a ciertas firmas tecnológicas del gigante asiático. Además, ha limitado el acceso de ciudadanos chinos a visas estudiantiles en campos tecnológicos estratégicos.
China, por su parte, ha intensificado sus esfuerzos hacia la autosuficiencia tecnológica con programas como “Hecho en China 2025” y grandes inversiones en inteligencia artificial, vehículos eléctricos, y computación cuántica. En palabras del propio Xi Jinping, dichas industrias son “el camino hacia un futuro económico soberano”.
La realidad es que ambos países desean controlar las tecnologías que definirán las próximas décadas. Mientras EE.UU. apunta a reducir su dependencia de fábricas chinas y repatriar producción estratégica, China promueve enérgicamente su transición de "fábrica del mundo" a innovación global.
El desequilibrio comercial y tensiones acumuladas
Según datos del U.S. Census Bureau, en 2024 Estados Unidos registró un déficit comercial con China de $295 mil millones. Esta cifra, aunque menor que años anteriores, sigue siendo motivo de fricción en la retórica de líderes estadounidenses, especialmente durante temporadas electorales.
Este déficit no solo representa un desequilibrio económico, sino también un símbolo de la dependencia comercial norteamericana. Para la administración Trump, esta relación es insostenible y justifica políticas proteccionistas y represalias como forma de reequilibrar la balanza comercial.
Impacto en los mercados globales
Las idas y vueltas arancelarias entre ambos países han generado fuertes oscilaciones en los mercados bursátiles globales, especialmente sectores sensibles como el tecnológico, automotriz y manufacturero. Las bolsas en Shanghái, Nueva York y Frankfurt han reaccionado con volatilidad ante cada anuncio relacionado con las negociaciones.
La inseguridad jurídica que plantea el incierto panorama amenaza también la inversión extranjera directa, el abastecimiento global de productos tecnológicos, y los planos de industrialización en países emergentes que dependen de la estabilidad de las potencias.
Reconfigurando las cadenas globales
Desde la pandemia de COVID-19, muchas empresas han reconsiderado su dependencia de la producción china. Conceptos como el nearshoring, friend-shoring y reshoring han ganado fuerza en los círculos económicos y políticos de estados como Texas, Arizona y estados industriales de Alemania y Japón.
Corporaciones como Intel o TSMC han anunciado la construcción de nuevas plantas semiconductoras fuera de Asia, en lugares como Ohio o Baja California, lo que marca un cambio radical en la lógica de la globalización que primó en los últimos 30 años.
Una diplomacia incierta y personalista
La diplomacia entre Trump y Xi está fuertemente marcada por el carácter de ambos líderes. Episodios de acercamiento seguidos por declaraciones explosivas han sido comunes durante los últimos años. Trump ha oscilado entre considerar a Xi como un aliado estratégico y como un rival que ha “violado totalmente los acuerdos”.
“La mala noticia es que China, tal vez para sorpresa de algunos, HA VIOLADO TOTALMENTE SU ACUERDO CON NOSOTROS...”, publicó recientemente Trump. En consecuencia, muchos analistas internacionales apuntan que cualquier acuerdo que pueda alcanzarse es inherentemente temporal —hasta que uno de los líderes cambie su postura pública.
El reto geopolítico del siglo XXI
Lo que está en juego en esta guerra comercial no son únicamente acuerdos de exportación o balances fiscales, sino la hegemonía económica del siglo XXI. Algunos analistas comparan esta rivalidad con la Guerra Fría, solo que, en vez de misiles nucleares y ideologías, hoy los ejércitos están armados con chips, IA y patentes tecnológicas.
China busca consolidarse como una potencia independiente de Occidente, mientras que Estados Unidos lucha por mantener su rol dominante en un orden mundial en pleno reacomodo. El desenlace de estas negociaciones –y su persistente tensión– definirá mucho más que los próximos titulares económicos: podría dictar el marco global en el que viviremos durante las próximas décadas.