¿Un robot gobernando EE.UU.? La nueva cruzada de Trump contra los indultos de Biden y el autopen
La batalla política se intensifica con teorías sin precedentes, investigaciones dudosas y una preocupante estrategia electoral
La política estadounidense entra en un nuevo terreno inexplorado y, como suele ocurrir cuando Donald Trump está al mando, las aguas son mucho más turbulentas de lo habitual. El expresidente y actual mandatario tras su regreso a la Casa Blanca ha ordenado una investigación oficial contra su predecesor, Joe Biden. ¿La razón? Según Trump, Biden estaba mentalmente incapacitado durante su mandato y, por ende, sus decisiones fueron tomadas por terceros o automatizadas, como en el caso de los indultos firmados con un autopen.
¿Qué está pasando exactamente?
En un giro extraordinario que ha dejado perplejos tanto a analistas legales como a historiadores políticos, Trump ha instruido a su consejero legal y al fiscal general para iniciar una amplia indagación sobre el uso del autopen en decisiones ejecutivas durante la administración Biden.
“Básicamente, quien haya usado el autopen fue el presidente”, declaró Trump, insinuando que Biden podría no haber tenido conocimiento sobre múltiples decisiones importantes, incluyendo indultos presidenciales y órdenes ejecutivas. Dobló la apuesta sugiendo que facciones dentro del gobierno de Biden podrían haber gobernado sin el consentimiento de su comandante en jefe.
En un correo electrónico de recaudación de fondos, Trump no se anduvo con rodeos: “¿Un robot gobernó el país?”
¿Qué es el autopen y por qué importa?
Un autopen es un dispositivo mecánico que reproduce firmas de forma automatizada. Han sido utilizados por presidentes desde al menos el mandato de Harry Truman hasta la actualidad para firmar documentos cuando no están físicamente presentes. En 2011, el expresidente Barack Obama fue blanco de críticas por usar un autopen para promulgar una ley mientras estaba de viaje en Europa.
El Departamento de Justicia de EE.UU., tanto bajo administraciones republicanas como demócratas, ha reconocido la legitimidad del uso del autopen, siempre que el presidente haya autorizado su utilización en cada instancia específica. “Mientras el presidente haya dado la orden, su uso es perfectamente válido”, afirmó Brian Kalt, profesor en la Universidad Estatal de Michigan experto en perdones presidenciales.
¿Puede una firma automática invalidar un perdón
La respuesta es un contundente no. Según el Artículo II, Sección 2 de la Constitución de EE.UU., el presidente tiene el poder exclusivo de otorgar indultos y conmutaciones de penas. Ese poder es absoluto —con algunas excepciones como casos de 'impeachment'— y no puede ser revocado ni rectificado por ningún otro poder, ni siquiera por otro presidente.
“Un perdón presidido no se puede ‘desperdonar’”, afirma el profesor Kent Greenfield de Boston College. “Y si fue autorizado por el presidente, no importa si fue firmado con un autopen o no.”
El trasfondo político: una jugada más en una contienda intensa
Más que una cuestión constitucional o legal, para muchos expertos, la estrategia de Trump es netamente política. Richard Pildes, académico de derecho constitucional en la Universidad de Nueva York, expresó que esto “no es más que un acto político”, destinado a alimentar las dudas sobre la legitimidad de las decisiones tomadas por Biden.
La narrativa encaja con una de las tácticas favoritas de Trump: proyectar dudas sobre la competencia mental de sus oponentes. Desde la campaña presidencial de 2020, Trump ha insistido en que Biden no cuenta con la agudeza necesaria para liderar la nación. Esta “investigación” podría sentar las bases para una deslegitimación retroactiva de las políticas de su predecesor.
¿Fue Biden un presidente ausente?
Trump sugiere, entre líneas, que la administración de Biden pudo haber sido dirigida por un grupo de asesores desleales o facciones de extrema izquierda dentro del Partido Demócrata. La idea es peligrosa y evoca teorías nunca antes vistas en la vida política moderna de Estados Unidos.
Joe Biden, que actualmente tiene 82 años y está recibiendo tratamiento para el cáncer de próstata, no tardó en reaccionar. Respondió con firmeza: “Yo tomé las decisiones durante mi presidencia. Cualquier insinuación de lo contrario es ridícula y falsa”.
¿Un precedente histórico?
Nunca antes un presidente ha ordenado una investigación oficial sobre la capacidad mental de su antecesor. Aunque la historia estadounidense sí contiene episodios de líderes con salud deteriorada —como Woodrow Wilson, que tras un derrame cerebral en 1919 fue aislado por su esposa Edith, quien ejerció un poder informal— nunca se ha dado una reacción institucional oficial al respecto.
En efecto, la salud de presidentes como John F. Kennedy (enfermo de Addison) o Ronald Reagan (que más tarde fue diagnosticado con Alzheimer) estuvo rodeada de misterio, pero jamás se impulsó una revisión institucional post-mandato.
Los límites del poder presidencial
No todas las decisiones de un presidente pueden revocarse tan fácilmente. Si bien un nuevo mandatario puede anular órdenes ejecutivas con nuevas, no puede deshacer nombramientos de jueces federales o indultos ya concedidos. Y ahí radica una frustración para Trump, pues, aunque lanzara una ofensiva legal contra la administración pasada, los efectos reales serían nulos, más allá de los titulares mediáticos.
¿Y si algo de todo esto fuera cierto?
Incluso si se lograra probar —algo con poca base fáctica hasta el momento— que algún asesor utilizó el autopen sin autorización directa del presidente Biden, los expertos coinciden en que la validez del documento no se vería afectada automáticamente. Biden no tendría por qué repetir públicamente cada instrucción si sus asesores actuaban según las normas y protocolos establecidos.
¿Cuál será el siguiente paso?
Todo indica que Trump seguirá utilizando esta narrativa como combustible en su estrategia de campaña: retratarse como el restaurador de la verdadera función presidencial frente al supuesto desorden de su antecesor.
Con una nación dividida y los comicios de 2028 en la mira, no sorprende que la política estadounidense adquiera, una vez más, tintes de reality show.
Para quienes siguen el devenir político de Estados Unidos, esta cruzada servirá como un indicador más del estado actual del debate político: uno gobernado no por fundamentos legales, sino por percepciones, desinformación y la búsqueda obsesiva del poder.
¿Y tú qué opinas?
¿Es legítimo dudar de la capacidad cognitiva de un expresidente sin presentar evidencia concreta? ¿Deberían reevaluarse las normas sobre el uso del autopen? ¿Estamos ante una manipulación narrativa o frente a una preocupación legítima por la transparencia presidencial?
Déjanos tu opinión en los comentarios. Esta historia, sin duda, será una de las más debatidas del año.