Una nación en vilo: el regreso turbulento de la democracia en Corea del Sur
Tras meses de caos político, militarización e impeachment, los surcoreanos eligen un nuevo presidente en una jornada que redefine el futuro de una sociedad profundamente dividida
Lee Jae-myung: un ascenso entre la incertidumbre
En un país reconocido por su vibrante música K-pop, tecnología de punta y un estilo de vida visualmente atractivo, Corea del Sur demostró que su democracia sigue siendo tan enérgica como su cultura pop. El pasado 28 de mayo de 2025, Lee Jae-myung, del Partido Democrático, fue investido como presidente tras una de las elecciones más intensas desde el fin de la dictadura en los años ochenta.
Sin embargo, detrás de los bailes sincronizados, los cánticos multitudinarios y el colorido espectáculo electoral, se oculta una intrincada red de tensiones políticas que llevaron al país al borde de una crisis institucional.
De la ley marcial al impeachment: la tormenta política
Todo comenzó el 3 de diciembre de 2024, cuando el entonces presidente Yoon Suk Yeol sorprendió al mundo al declarar ley marcial. Este fue un movimiento sin precedentes desde los tiempos de la dictadura militar. La declaración provocó una escena tan caótica como cinematográfica: legisladores escalando vallas, enfrentamientos con soldados armados y una votación de emergencia en el Parlamento para anular la medida.
Lo increíble ocurrió: Yoon fue destituido por el Congreso solo dos semanas después y relevado de su cargo, dando paso a elecciones anticipadas que ahora han llevado a Lee al poder.
Contexto histórico: una nación marcada por divisiones
Las tensiones políticas actuales están profundamente enraizadas en el drama histórico de Corea. Tras la Segunda Guerra Mundial, la península coreana fue dividida entre el norte comunista, apoyado por la Unión Soviética, y el sur capitalista, respaldado por Estados Unidos. Esta separación se formalizó en 1948 y se volvió irreversible tras la Guerra de Corea (1950-1953).
Desde aquel entonces, Corea del Sur ha batallado con múltiples fracturas internas:
- Conservadores vs. liberales
- Jóvenes vs. ancianos
- Hombres vs. mujeres
- Ricos vs. pobres
Estas divisiones no solo se reflejan en las elecciones, sino también en debates culturales, económicos y en la política exterior.
La juventud como fuerza democrática
Una parte crucial de esta historia ha sido la creciente participación de los jóvenes. Uno de ellos, Park Soo Hyun, de 22 años, expresó tras la elección: “Por encima de todo, el presidente debe unir a un pueblo dividido y confundido, lo cual fue causado por la declaración de ley marcial.”
Esta declaración resume el sentimiento de millones de surcoreanos, especialmente aquellos que crecieron en democracia, pero aún sienten la fragilidad de sus instituciones.
Desafíos inmediatos para el nuevo presidente
Lee tiene una agenda liberal ambiciosa. Su partido cuenta con mayoría en la Asamblea Nacional, lo cual le otorga herramientas clave para implementar su programa. Algunas de sus prioridades incluyen:
- Ampliación de programas sociales
- Lucha contra la corrupción
- Generación de empleos para jóvenes
- Reforma del sistema educativo
No obstante, su gobierno también enfrenta retos importantes en política exterior. Como otros líderes progresistas anteriores, Lee ha mostrado una actitud más cautelosa hacia las alianzas tradicionales de Corea del Sur, especialmente con Estados Unidos y Japón.
Relaciones con Estados Unidos bajo Trump
Con Donald Trump nuevamente en la presidencia de EE. UU., el vínculo bilateral podría tensarse, dada la conocida posición proteccionista del expresidente estadounidense, que anteriormente amenazó a Corea del Sur con aranceles y cuestionó la presencia de más de 28,000 tropas estadounidenses en la península.
Lee tendrá que maniobrar hábilmente entre el mantenimiento de la alianza y los deseos de autonomía de su base política, muchos de los cuales abogan por una mayor independencia diplomática.
¿Y Corea del Norte?
Históricamente, los gobiernos liberales han buscado reconciliación con Corea del Norte. No sería sorpresa que Lee intentara relanzar proyectos económicos y culturales conjuntos, como el difunto parque industrial de Kaesong o encuentros intercoreanos.
Sin embargo, el contexto geopolítico ha cambiado. El programa nuclear del Norte ha avanzado significativamente, y la presión de Washington, Tokio y hasta Beijing podría complicar cualquier iniciativa unificadora.
Lee, el líder entre la esperanza y la sospecha
A pesar de su victoria, Lee Jae-myung no es ajeno a la controversia. En los años anteriores ha sido vinculado a varios casos de corrupción, algunos pendientes de resolución judicial. Estas sombras podrían afectar su capacidad para impulsar su agenda, especialmente si los escándalos resurgen con fuerza mediática.
En su discurso de victoria, Lee dijo: “Me aseguraré de que nunca más haya un golpe militar. El poder otorgado por el pueblo jamás será usado para intimidarlo.”
Fue un mensaje claro: su presidencia buscará reparar la fisura institucional que casi costó la estabilidad democrática del país.
¿Una democracia salvada por su pueblo?
El hecho de que Corea del Sur haya sobrevivido a esta crisis sin derramamiento de sangre ni colapso institucional es un testamento no del liderazgo político, sino del civismo de su población.
John Delury, profesor en John Cabot University y experto en Corea, lo expresó así: “Lee entra con un mandato fuerte. Pero no es el salvador de la democracia. Los coreanos la salvaron ellos mismos.”
Y no está equivocado. La democracia surcoreana ha sido desafiada muchas veces: por dictadores, por poderes militares, por gobiernos corruptos e incluso por la intimidación norcoreana. Pero una y otra vez, sus ciudadanos han salido a las calles, al Parlamento y a las urnas para defenderla.
El futuro bajo vigilancia ciudadana
¿Qué nos dice todo esto? Que Corea del Sur entra en una nueva etapa, una en la que las instituciones ya no pueden ser tomadas por sentado. Cada presidente, cada ley, cada decisión estará bajo la atenta mirada de una población que ha probado su poder, su organización y —más importante aún— su determinación.
Lee Jae-myung tiene cinco años para probar que puede unir un país dividido, restaurar la confianza en su cargo y proyectar a Corea del Sur como una potencia progresista, tanto en Asia como en el escenario global.
Y si no lo logra, ya sabe que serán sus propios ciudadanos quienes volverán a defender la democracia.