Tiananmén 36 años después: el silencio que cimentó la dictadura moderna de China

Hong Kong, Taiwán y Occidente recuerdan la masacre que cambió el rumbo de China, mientras Beijing borra sistemáticamente su memoria.

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El 4 de junio de 1989 marcó un antes y un después en la historia moderna de China. Aquella noche, las fuerzas militares abrieron fuego contra manifestantes desarmados congregados en la Plaza de Tiananmén, sellando con sangre cualquier intento de reforma política genuina dentro del sistema comunista. Treinta y seis años después, el Gobierno chino continúa su esfuerzo sostenido por borrar aquel episodio de la memoria colectiva. Pero, mientras el régimen impone su narrativa del olvido, en otras partes del mundo —y en especial en Taiwán— el recuerdo sigue más vivo que nunca.

Represión y control de la memoria: la estrategia del Partido Comunista

Beijing ha perfeccionado las herramientas de represión y control social a lo largo de las décadas. Desde el uso de censura estricta en internet y redes sociales hasta la prohibición explícita de cualquier tipo de conmemoración pública, el régimen ha logrado lo que muchas dictaduras ansían: la amnesia histórica impuesta desde el poder.

El número exacto de víctimas de la masacre de Tiananmén sigue siendo un misterio. Algunas estimaciones sugieren "cientos" de muertos, mientras que otras, como la de la Cruz Roja China de la época, hablan de más de 2.600 fallecidos. Lo cierto es que el Partido Comunista llama al evento "disturbios políticos" y considera que eliminarlo del discurso público aseguró la estabilidad social. Un alto funcionario dijo en 2020: "Las decisiones de entonces fueron necesarias para garantizar el desarrollo futuro de China".

La Plaza de Tiananmén, cargada de simbolismo por su cercanía al Mausoleo de Mao y al Gran Salón del Pueblo, fue ocupada por estudiantes universitarios en la primavera de 1989. Sus demandas: lucha contra la corrupción, mayor apertura democrática y reformas dentro del sistema.

Bajo las órdenes de Deng Xiaoping, el ejército ingresó con tanques y municiones reales. El objetivo era claro: finiquitar la "experimentación" democrática y reafirmar quién tiene el poder real.

Hong Kong: del bastión de la memoria al silencio forzado

Durante décadas, Hong Kong fue el único lugar bajo soberanía china donde era posible conmemorar abiertamente el 4 de junio. Cada año, decenas de miles alumbraban velas en el Parque Victoria en una vigilia masiva.

Sin embargo, con la imposición de la nueva Ley de Seguridad Nacional en 2020 y tras las protestas antigubernamentales de 2019, las autoridades de la región autónoma han silenciado esas voces históricas. Organizaciones como la Alianza de Hong Kong en Apoyo de los Movimientos Patrióticos Democráticos en China han sido desmanteladas, y sus líderes enviados a prisión.

Este año, el mismo parque fue escenario de un festival patriótico con productos y comidas típicas, una estrategia burda para reemplazar la memoria con consumo superficial.

"Los habitantes de Hong Kong se han convertido en corderos silenciosos después de 2019", declaró uno de los visitantes, el activista King Ng.

La resistencia encarnada por Chow Hang-tung

Chow Hang-tung, abogada y dirigente pro-democracia, fue una de las principales organizadoras de las vigilias en Hong Kong. Actualmente encarcelada, anunció una huelga de hambre de 36 horas en protesta por el silenciamiento oficial. Su valentía resuena más allá de las rejas.

Embajadas extranjeras desafían el olvido

A pesar de las restricciones, algunas voces diplomáticas buscaron mantener vivo el recuerdo. Las embajadas de Canadá y Alemania instalaron imágenes de velas encendidas en pantallas en sus edificios. La del Reino Unido y la de Estados Unidos publicaron mensajes recordando el 4 de junio. El Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, afirmó:

"El Partido Comunista Chino intenta activamente censurar los hechos, pero el mundo jamás olvidará".

Taiwán, la antítesis democrática

Mientras tanto, en la isla de Taiwán —reclamada por China como territorio propio, aunque funciona como nación democrática independiente— las vigilias siguen vivas y abiertas al público.

El presidente taiwanés Lai Ching-te publicó un mensaje en su cuenta oficial de Facebook:

"Los gobiernos autoritarios prefieren silenciar la historia, mientras que las sociedades democráticas la preservan y honran a los que lucharon por los derechos humanos".

Taiwán, asentado sobre las ruinas de una antigua dictadura (el Kuomintang), ha diseñado desde los años 90 un sistema político plural, de partidos múltiples y con libertades civiles plenas. Este contraste con la China continental es palpable, incluso peligroso, si se considera que Beijing no descarta el uso de la fuerza para lograr la "reunificación".

El grupo Tiananmen Mothers: persistencia en medio del silencio

Cada año, el grupo Tiananmen Mothers, compuesto por familiares de las víctimas, publica una carta abierta donde exige una investigación independiente de los hechos. Este año, 108 miembros firmaron el documento. Sus peticiones incluyen:

  • Una lista verificada de quienes murieron durante la represión.
  • Una compensación económica a las familias.
  • Juicio a los responsables de las muertes.

Estos llamados, aunque ignorados por el poder, continúan siendo uno de los pocos hilos visibles de resistencia dentro del continente.

Tiananmén: una cicatriz que modeló al gigante asiático

La masacre no solo eliminó un movimiento estudiantil; redirigió el curso de China. Después de junio de 1989, el Partido Comunista se concentró en abrir la economía pero mantener un control férreo sobre la política. Esta fórmula —prosperidad material sin derechos civiles— se convirtió en el pacto no declarado de los años de bonanza china.

Es innegable el crecimiento económico experimentado desde entonces. Entre 1990 y 2020, el PIB per cápita de China pasó de unos 300 dólares a más de 10,000 dólares (según cifras del Banco Mundial). Sin embargo, este aumento no trajo una sociedad más libre ni instituciones más independientes.

La inversión en vigilancia digital, la censura, los campos de reeducación en Xinjiang y la desaparición de disidentes son señales de una dictadura perfeccionada a través del tiempo.

¿Puede el mundo olvidar?

En un mundo acelerado, donde las noticias tienen vida efímera, la memoria colectiva es a menudo la primera víctima. Pero Tiananmén no debe olvidarse. Como afirmó el premio Nobel Liu Xiaobo: "Una sociedad que ignora a sus muertos no tiene futuro".

La matanza del 4 de junio de 1989 no fue solo un evento traumático, sino un punto de inflexión. Mientras China se posiciona hoy como potencia global, su talón de Aquiles sigue siendo moral. El régimen que mira al futuro con arrogancia lo hace sobre el silencio forzado del pasado.

El sobreviviente Wu’er Kaixi, exlíder estudiantil, declaró en el aniversario número 25: "Nos quitaron los cuerpos, pero no podrán quitarnos la historia".

En cada vela encendida, en cada documento censurado y en cada voz que se alza contra la amnesia institucional, Tiananmén vive. A pesar del borrado oficial.

Y mientras el Partido Comunista celebre su nuevo orden, muchos seguirán recordando aquello que quiso silenciar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press