Fútbol masculino en China: ¿por qué fracasa una superpotencia?
A pesar de su poder económico, su enorme población y una estructura de Estado centralizada, China sigue sin encontrar la fórmula para consolidarse como fuerza futbolística mundial
Por décadas, China ha sido sinónimo de éxito en los Juegos Olímpicos, liderazgo económico y avances tecnológicos sin precedentes. Sin embargo, su desempeño en el fútbol masculino es un dolor de cabeza persistente. Con una población de más de 1.400 millones y recursos prácticamente ilimitados, muchos se preguntan: ¿por qué el fútbol chino sigue sin despegar a nivel mundial?
Un sueño presidencial convertido en pesadilla
El presidente Xi Jinping es un confeso fanático del fútbol. Ha expresado en múltiples ocasiones su deseo de ver a China no solo organizando, sino también ganando una Copa del Mundo. Incluso se planteó, en tono de broma (o quizá no tanto), la posibilidad de reemplazar jugadores humanos por robots durante una visita a una empresa de robótica en abril de este año.
«¿Podemos tener robots en el equipo?», preguntó Xi, según el sitio web de Zhiyuan Robotics. La anécdota, aunque con tono humorístico, refleja la desesperación que vive el fútbol masculino chino: a punto de quedar eliminado incluso con el formato ampliado del Mundial 2026 a 48 selecciones.
La paradoja china: control total, caos en la cancha
China es un estado de control centralizado. Esta fórmula ha funcionado para convertirla en un coloso económico y tecnológico. Pero el fútbol no sigue una lógica verticalista ni se rige por órdenes desde arriba.
«El fútbol refleja los problemas sociales y políticos de China», señala el periodista y analista Zhang Feng. "No es una sociedad libre, y eso se nota en el campo. No existe la confianza necesaria para pasar el balón sin temor".
Según Zhang, el excesivo peso político en la gestión deportiva ha creado un ambiente tóxico: «Cuanto más énfasis pone el líder en el fútbol, más nerviosa se pone la sociedad; los burócratas ganan poder y se vuelve más corrupto todo».
Cuando ganar depende de la suerte
Tras una sufrida victoria 2-1 contra Tailandia en 2023, Xi bromeó con el entonces primer ministro tailandés: "Siento que la suerte jugó un gran papel". La realidad es que la selección masculina depende más de la fortuna que de un proyecto deportivo sólido.
El principal delantero del país, Wu Lei, jugó en el Espanyol de la Liga española, un club de propiedad china. Más allá de eso, no hay presencia significativa de futbolistas chinos en ligas europeas de primer nivel, según el portal Soccerway.
Demasiados mandos, poca creatividad
El comentarista Wang Xiaolei resume los desafíos culturales con ironía: «¿En qué somos mejores? En el dogma. ¿Y en qué somos peores? En inspirar creatividad». El fútbol, un deporte que premia la improvisación y el genio individual, no encaja bien con un sistema educativo que prioriza la memorización sobre la innovación.
Esta cultura de rigidez se traduce en el campo en un fútbol predecible, lento y sin alma. El sistema escolar chino empuja a los menores hacia el estudio desde edades tempranas. Como explica el británico Rowan Simons, autor de Bamboo Goalposts y fundador de un club juvenil en Pekín, a partir de los 12 años el énfasis en el rendimiento académico elimina casi toda posibilidad de una carrera deportiva.
Corrupción: el cáncer del fútbol chino
Li Tie, exentrenador de la selección nacional, fue condenado en 2023 a 20 años de prisión tras ser declarado culpable de sobornos y amaño de partidos. La corrupción no se limita al nivel técnico: la Superliga china ha sido durante años un hervidero de escándalos.
Muchos clubes, incluidos gigantes como el disuelto Guangzhou Evergrande, fueron respaldados con capital de empresas estatales o desarrolladores inmobiliarios como el grupo Evergrande, cuya deuda asciende a más de 300.000 millones de dólares. Estos empresarios invertían motivados más por favores políticos que por un genuino interés deportivo.
«Los empresarios compraban clubes como ofrendas políticas», señala Zhang. Esta falsa inversión deportiva terminó pasando factura tanto financiera como reputacionalmente al deporte.
El espejismo de la inversión extranjera
Durante una década, China atrajo figuras internacionales como Didier Drogba, Carlos Tévez, Oscar y otros, con contratos millonarios. Sin embargo, los resultados nunca llegaron. La falta de infraestructura base y una fugaz visión de crecimiento dejaron al fútbol chino sin cimientos ni legado.
Un estudio de Deloitte en 2020 calculaba que los clubes chinos llegaron a gastar más de 2.000 millones de dólares en jugadores extranjeros entre 2014 y 2019. Pero sin academia, ni entrenadores formadores, ni estructura de soporte, ese dinero se esfumó sin generar impacto real.
Ni el Mundial con 48 equipos salva a China
La FIFA amplió el número de selecciones para la Copa del Mundo 2026 de 32 a 48. Pero ni así parece que China pueda clasificar. Si pierde contra Indonesia, queda fuera. Y aunque gane, tendrá que vencer también a Baréin para aspirar a la siguiente ronda de clasificación asiática.
A modo de comparación: Islandia, con menos de 400.000 habitantes, ya jugó un Mundial. China, con más de 1.400 millones de personas, solo clasificó una vez (en 2002), y perdió sus tres partidos sin anotar un solo gol.
Una pequeña luz: el fútbol femenino
No todo es pesimismo. China fue subcampeona del Mundial Femenino en 1999. Las jugadoras chinas han dejado mejor impresión internacional que sus colegas masculinos, aunque su nivel también ha decrecido frente al auge europeo.
En el Mundial 2023, China fue eliminada en la fase de grupos tras una dura derrota 6-1 ante Inglaterra, lo que evidencia que los problemas estructurales también afectan al desarrollo femenino, aunque en menor medida.
El fútbol no se impone, se cultiva
En palabras de Simons: «El fútbol se construye desde abajo. Se necesita una sociedad civil activa, asociaciones voluntarias, desarrollo en los clubes. Ninguna de esas cosas prospera en China porque representan una amenaza al control estatal».
Muchos padres prefieren mantener a sus hijos alejados del mundo del fútbol debido a su asociación con corrupción, escándalos y falta de oportunidades profesionales reales. Es una visión que amenaza el futuro de generaciones completas de posibles talentos.
Como concluye Zhang: «A los jóvenes solo se les enseña que deben tener buenos resultados académicos. Si el fútbol consistiera en hacer botar una pelota mil veces, entonces China sería formidable».
Mientras tanto, seguimos esperando un milagro (o un robot).