El legado controverso de Donald Trump: veto migratorio, desfiles militares y silencio mediático
Una mirada crítica a las políticas nacionalistas del expresidente y su impacto en la democracia, la seguridad y la imagen global de Estados Unidos
Una nueva era de restricciones migratorias
Donald Trump lleva años siendo una figura polarizadora en la política estadounidense. Cuando firmó la nueva proclama migratoria que restringe la entrada a ciudadanos de una docena de países, revivió estrategias polémicas de su primer mandato, sacudiendo a la comunidad internacional y a millones de personas afectadas. El veto, que entra en vigor a las 12:01 a.m. del lunes, afecta a las siguientes naciones: Afganistán, Birmania, Chad, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen.
La justificación de Trump: proteger la seguridad nacional. Según su proclama, “es necesario actuar para proteger los intereses de Estados Unidos y su pueblo”, basándose en un informe elaborado por el Departamento de Estado, el Departamento de Seguridad Nacional y el Director Nacional de Inteligencia sobre "actitudes hostiles hacia EE. UU.".
Además, se impondrán restricciones adicionales a países como Burundi, Cuba, Laos, Sierra Leona, Togo, Turkmenistán y Venezuela, algunos de los cuales ya estaban en la mira de la política exterior estadounidense.
Recordando el “Muslim Ban” de 2017
Este nuevo veto remite inevitablemente al controvertido "Muslim Ban" de 2017. En esa ocasión, el entonces presidente firmó una orden ejecutiva que prohibía la entrada a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana: Irak, Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen. Seguidores de Trump argumentaban que era una medida antiterrorista, pero críticos la calificaron de abiertamente islamófoba.
El caos fue inmediato: personas fueron detenidas en aeropuertos apenas aterrizaron; estudiantes, turistas, empresarios y familias quedaron atrapadas entre vuelos y terminales sin respuestas. La medida fue desafiada judicialmente hasta que la Corte Suprema la ratificó en 2018, en una versión modificada que también abarcaba a Corea del Norte y ciertos funcionarios venezolanos.
Un desfile y un precio: ¿patriotismo o propaganda?
Mientras se firman vetos migratorios, el gobierno de Trump también está preparando un desfile militar para conmemorar los 250 años del Ejército estadounidense. Hasta ahí, nada fuera de lo común, pero el evento costará alrededor de $45 millones de dólares, y ha generado un amplio debate en el Congreso.
El desfile, que se desarrollará el 14 de junio —coincidentemente el cumpleaños de Donald Trump— ha sido duramente criticado por congresistas de ambos partidos. Uno de ellos, el Representante Salud Carbajal (D-Calif.), cuestionó si en plena reducción presupuestaria del 8% al ejército, era apropiado destinar tanto dinero a un acto simbólico. Propuso, en cambio, utilizarlo para mejorar condiciones como las de las viviendas militares, muchas de las cuales presentan problemas graves como filtraciones, moho y hasta presencia de roedores.
Desde la contraparte, figuras como Derrick Van Orden (R-Wisc.) defendieron el gasto diciendo que “no se le puede poner precio al patriotismo”. Por su parte, el Secretario del Ejército, Daniel Driscoll, y el Jefe del Estado Mayor, General Randy George, alegaron que el desfile ayudaría a mejorar la imagen y el reclutamiento. No obstante, reconocieron que el dinero redirigido desde otras áreas ha afectado proyectos como la mejora de barracones.
VOA: silencio en la emisora de la democracia
Una de las consecuencias menos visibles pero más preocupantes de la administración Trump fue el tratamiento a La Voz de América (Voice of America – VOA). Esta emisora, financiada por el gobierno, tiene como misión histórica informar al mundo con imparcialidad sobre Estados Unidos y sus políticas. Fundada en 1942 durante la Segunda Guerra Mundial, ha sido un símbolo de la libertad de prensa y una herramienta contra la censura en regímenes autoritarios.
Pero Trump, molesto con lo que considera “sesgo liberal”, nombró a Kari Lake como cabeza de la Agencia de Medios Globales de EE. UU., quien anunció un recorte de personal micrométrico: de más de 1,000 empleados, solo quedarían 81.
La reportera Patsy Widakuswara, jefa de la oficina de la Casa Blanca para VOA, reaccionó con dureza: "Es absurdo pensar que este número de empleados puede producir contenido para una audiencia global de 360 millones de personas cada semana", dijo. “No estamos solo perdiendo trabajos y periodismo, estamos abandonando nuestra voz e influencia en el mundo”.
En una acción desesperada por demostrar que VOA aún operaba, la administración Trump transmitió cinco minutos de contenido a Afganistán el 27 de mayo. Sin embargo, la sede de la emisora ya ha sido puesta en venta, y el contrato de arrendamiento para una nueva oficina fue cancelado.
Un patrón de decisiones simbólicas, pero costosas
Cuando analizamos acciones como la reactivación del veto migratorio, el desfile militar y los recortes en VOA, se percibe una constante: una visión autoritaria de nación centralizada en Donald Trump. Los críticos señalan que se trata de una muestra de narcisismo político que prioriza la imagen y el espectáculo sobre políticas de Estado sostenibles y de beneficio colectivo.
Consideremos los números:
- El primer veto migratorio afectó potencialmente a más de 135 millones de personas de manera directa.
- Los costos del desfile alcanzan los $45 millones, cifra con la que podrían renovarse miles de habitaciones en los barracones militares más afectados.
- Dejar a VOA con 81 empleados representa un recorte del 92% en una de las herramientas más efectivas de diplomacia pública estadounidense.
No se trata de ideología, sino de democracia
Más allá del apoyo popular que pueda mantener Donald Trump, lo que sus políticas parecen mostrar es una erosión progresiva de valores fundamentales: el pluralismo, la libre prensa, el asilo, la compasión ante la migración y el uso responsable del presupuesto nacional.
La paradoja del “America First” radica en que, al intentar cerrarse al mundo, Estados Unidos también se cierra internamente, bloqueando la pluralidad de voces y desperdiciando el prestigio que por décadas cultivó como bastión de libertades civiles.
La historia juzgará estas decisiones. Pero en el presente, lo cierto es que estamos viviendo una etapa en la que las formas del poder importan tanto como sus efectos. Y cuando éstas se basan en restricciones, exhibiciones de fuerza y silencio institucional, las alarmas deben sonar con fuerza.