Crónica de una crisis humanitaria: Gaza entre el fuego y el hambre
Los desafíos del nuevo sistema de ayuda humanitaria respaldado por Israel y EE. UU., y las tragedias que están dejando a la población palestina atrapada bajo fuego cruzado
Por décadas, la Franja de Gaza ha sido escenario de conflictos, bloqueos y crisis humanitarias. Pero lo que se vive desde octubre de 2023 ha alcanzado proporciones inéditas, con una población al borde de la hambruna y atrapada entre fuerzas militares y redes de poder político. Esta es una mirada crítica a la gestión reciente de la ayuda alimentaria y sus consecuencias mortales.
Una región asediada
El conflicto entre Israel y Hamas volvió a escalar violentamente el 7 de octubre de 2023, cuando milicianos liderados por Hamas atacaron el sur de Israel, matando al menos a 1,200 personas y secuestrando a 251 más. Desde entonces, Israel ha lanzado una ofensiva sobre Gaza que, según el Ministerio de Salud local, ha dejado más de 54,000 muertos, en su mayoría mujeres y niños.
La respuesta israelí incluye bombardeos, operativos terrestres, y desde hace meses, un control casi absoluto de los suministros que entran a Gaza. Human Rights Watch y otras entidades han advertido que el asedio podría constituir una forma de castigo colectivo, potencialmente contraria al derecho internacional.
Un nuevo sistema de distribución, una nueva controversia
En este contexto, se implementó con apoyo de Israel y EE. UU. un nuevo sistema de distribución de ayuda alimentaria conocido como Gaza Humanitarian Foundation (GHF). Los objetivos oficiales eran evitar que Hamas desvíe la ayuda para fines bélicos y garantizar control sobre la entrega. Sin embargo, su implementación ha resultado trágicamente defectuosa.
La GHF suspendió operaciones esta semana en sus tres centros de distribución luego de que se reportaran al menos 27 muertos por disparos cercanos a sus instalaciones en Rafah, una ciudad prácticamente vacía debido a las evacuaciones forzadas. Desde que comenzaron a operar los centros, se estima que más de 80 personas han muerto intentando llegar a ellos.
"Las balas no distinguen el hambre"
Los beneficiarios de esta ayuda humanitaria caminan kilómetros cada día antes del amanecer para llegar a los puntos de distribución. En la oscuridad, deben atravesar zonas próximas a puestos militares israelíes, sin rutas seguras claramente marcadas. Lo que debiera ser una operación para salvar vidas, se transforma en un riesgo mortal.
La GHF reconoció que la violencia no ha ocurrido dentro de los sitios, pero sí en el trayecto, donde la confusión y la tensión ha hecho que se disparen incluso "tiros de advertencia" sin regulación clara. El ejército israelí afirmó estar investigando los incidentes y haber disparado contra "sospechosos", aunque testigos contradicen esta versión.
Críticas desde la comunidad internacional
La Organización de las Naciones Unidas se ha manifestado en contra del nuevo sistema de ayuda, alegando que viola principios humanitarios al centralizar la distribución en apenas tres puntos y al dejar la decisión en manos de una potencia ocupante.
“Las restricciones impuestas, la inseguridad en el terreno y el colapso del orden civil han hecho virtualmente imposible brindar una asistencia adecuada”, denunció el Programa Mundial de Alimentos en un informe reciente.
La amenaza de hambruna
En febrero de 2024, un grupo de expertos de la ONU alertó que Gaza corría el riesgo inminente de hambruna si no se levantaban los bloqueos y se permitía una libre entrada de ayuda. Pero a inicios de junio, la situación ha empeorado con múltiples muertos en incidentes relacionados con la distribución.
Cabe recordar que Israel prohibió totalmente la entrada de alimentos y bienes durante dos meses y medio, flexibilizando el bloqueo en mayo. Esto llevó a que los civiles dependen casi exclusivamente de la ayuda internacional para sobrevivir.
Una estructura colapsada
Aparte del asedio militar y las restricciones del cruce, Gaza ha perdido su infraestructura civil básica. El 90% de su población ha sido desplazada, escuelas y hospitales han sido destruidos o invadidos militarmente, y el sistema sanitario funciona al borde del colapso.
Los casos de desnutrición severa se multiplican. Médicos Sin Fronteras y la Media Luna Roja han informado que los niños atendidos presentan signos típicos de inanición crónica como pérdida de masa muscular, infecciones persistentes, e incluso pérdida de cabello y uñas.
¿Quién vigila a quién?
Mientras Israel defiende el sistema alegando razones de seguridad nacional, no ha demostrado pruebas contundentes de que Hamas estuviera robando ayuda a gran escala en los sistemas anteriores gestionados por la ONU. De hecho, la ONU cuenta con mecanismos estrictos de auditoría en todos sus programas humanitarios, incluyendo tecnología GPS y logística independiente.
El control unilateral que Israel ejerce hoy sobre la GHF y su negativa a permitir la supervisión internacional ha despertado escepticismo incluso entre algunos aliados. “No basta con culpar a otros; si genuinamente nos preocupa el bienestar de los civiles, debe haber más transparencia y cooperación”, señaló un miembro anónimo del Parlamento Europeo al diario Le Monde.
La otra cara de la narrativa
Israel y sectores de Estados Unidos han insistido en que Hamas es el único culpable del sufrimiento del pueblo palestino. Sin embargo, la cantidad de muertes —y no solo entre presuntos combatientes— sugiere una violación sistemática del derecho humanitario. La ONU estima que solo un 37% de los muertos eran hombres en edad militar, lo que deja a mujeres, niños y ancianos como principales víctimas del conflicto.
Por su parte, el ejército israelí afirma haber eliminado a unos 20,000 militantes de Hamas, pero no ha ofrecido evidencia verificable, y sus operaciones continúan arrasando barrios enteros y dejando escombros donde había escuelas y mercados.
Más allá de las cifras
Las estadísticas representan vidas rotas, familias enteras bajo los escombros o en refugios sin agua potable. El sistema actual de asistencia no solo es ineficaz, sino que fomenta un nuevo círculo de violencia, frustración y desesperanza.
“No solo estamos muriendo por bombas. También estamos muriendo de hambre, sed y agotamiento”, dice Fatima Mahmud, una madre de tres hijos desplazada desde Jabalia hacia Rafah. “Preferimos morir rápido que caminar bajo las balas para buscar un poco de arroz”.
Llamado a la acción
Los organismos internacionales han reiterado que no participarán en sistemas de ayuda que no garanticen seguridad, acceso equitativo y respeto al derecho internacional. Esto incluye el nuevo sistema impulsado por Israel y EE. UU., centrado en restricciones y en una aparente desconfianza sistemática a las agencias humanitarias de larga trayectoria.
“No se puede condicionar el acceso a alimento y agua a una estrategia militar”, argumentó Jan Egeland, ex subsecretario de Ayuda Humanitaria de la ONU.
La única salida viable para evitar la hambruna y el colapso total del tejido social en Gaza sería un cese inmediato de hostilidades, la reapertura sostenible de corredores humanitarios supervisados por agentes neutrales y el restablecimiento de confianza en sistemas de ayuda despolitizados.