Ucrania entre las llamas: ataques, estancamiento diplomático y una guerra sin final a la vista
Las negociaciones sin avances, los bombardeos persistentes en ciudades como Sumy y las tensiones crecientes entre Rusia y Occidente dibujan un conflicto que parece inquebrantable
La ciudad ucraniana de Sumy ha vuelto a ser el epicentro del dolor y la resistencia. Un reciente ataque ruso, calificado por el presidente Volodymyr Zelenskyy como “brutal”, dejó al menos tres muertos e incontables heridos, tras el impacto de múltiples cohetes sobre edificios residenciales y un centro médico. Este suceso, que ha encendido nuevamente las alarmas en el conflicto que ya suma más de tres años, resalta la crudeza de una guerra que todavía no encuentra horizonte de paz.
Sumy, un blanco constante en la ofensiva rusa
Localizada a solo 25 kilómetros de la frontera rusa, Sumy ha sido uno de los principales objetivos desde el inicio de la invasión. Con una población prebélica de alrededor de 250,000 personas, esta ciudad del noreste ucraniano ha vivido repetidos bombardeos desde que el Kremlin redobló esfuerzos para establecer una “zona de amortiguamiento” que supuestamente prevendría ataques ucranianos de largo alcance hacia suelo ruso.
En el ataque más reciente, una de las municiones penetró un edificio de apartamentos pero no llegó a detonar, tal como relató Zelenskyy mediante Telegram. “Eso es todo lo que necesitas saber sobre el ‘deseo’ de Rusia para terminar esta guerra”, dijo sarcásticamente, lanzando un dardo directo hacia la narrativa de Moscú que habla de negociar la paz.
Diplomacia en punto muerto: la guerra se perpetúa
Un día antes del ataque en Sumy, se llevaron a cabo nuevas negociaciones en Estambul entre delegaciones ucranianas y rusas. Aunque se logró un acuerdo para intercambiar cuerpos y heridos, las posturas en cuanto al fin de la guerra permanecen en posiciones opuestas. Kiev insiste en la soberanía e integridad territorial, mientras que Moscú demanda concesiones inaceptables para Ucrania, como la cesión de territorios ocupados y garantías para mantener su influencia en la región.
El conflicto, que ha causado más de 12,000 muertes civiles según Naciones Unidas y decenas de miles de bajas en ambos ejércitos, ha evolucionado hacia una cruda guerra de desgaste a lo largo de una línea de frente de aproximadamente 1,000 kilómetros.
Un ataque estratégico: Ucrania golpea en el corazón de Rusia
En un giro inesperado, las Fuerzas Armadas de Ucrania ejecutaron un operativo sorpresa con drones que logró dañar o destruir más de 40 aviones militares estacionados en bases aéreas rusas. Este ataque profundo en territorio enemigo ha sido considerado uno de los más exitosos de Kiev, asestando no solo un golpe material sino también simbólico al aparato militar del Kremlin.
Oleh Nikolenko, un militar ucraniano de 43 años, expresó desde las calles de Kyiv que “Rusia ha invertido demasiados recursos como para detenerse sin nada a cambio”.
Anastasia Nikolenko, una diseñadora de 38 años, añadió: “No podemos depender únicamente de la diplomacia; necesitamos mostrar fuerza física para demostrar que no seremos derrotados”.
Putin y la posición inamovible del Kremlin
Rusia, que desde el inicio ha mantenido una narrativa de “desnazificación” y “liberación del Donbás”, ha rechazado cualquier propuesta de alto el fuego que no se ajuste a sus condiciones. El propio presidente Vladímir Putin ha dejado claro que cualquier arreglo de paz debe ser “en sus términos”.
El ex presidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitry Medvedev, fue aún más directo y amenazador: “Todo lo que deba ser destruido, será destruido, y quienes deban ser eliminados, lo serán”.
Estas declaraciones reafirman que el Kremlin no está interesado en un compromiso, sino en una victoria total. En palabras de Medvedev, “las conversaciones de Estambul no son para alcanzar una paz bajo términos ilusorios, sino para asegurar nuestra victoria definitiva”.
Presión internacional: ¿Una esperanza real para Ucrania?
Las declaraciones de Zelenskyy dejan entrever una clara frustración ante la inacción o la tibieza con la que, según él, Occidente ha manejado la situación. “Sin presión global, sin acciones decisivas de Estados Unidos, Europa y el resto del mundo… Putin jamás aceptará ni siquiera un alto el fuego”, afirmó.
Al respecto, una delegación de alto nivel de Ucrania, liderada por la viceprimera ministra Yuliia Svyrydenko, ha viajado a Washington para mantener conversaciones con funcionarios y asesores de ambas bancadas estadounidenses, incluyendo a allegados del expresidente Donald Trump. Los temas centrales son defensa, sanciones y la posible reconstrucción del país una vez acabe el conflicto.
La guerra mediática: quién convence a quién
Tanto Zelenskyy como Putin parecen estar librando paralelamente una batalla por el respaldo internacional. En especial, ambos intentan persuadir a Estados Unidos de que respetan sus intereses: para Ucrania, significa asegurar financiación y defensa; para Rusia, evitar más sanciones o eventualmente un aislamiento absoluto.
No obstante, el tiempo no juega a favor de Ucrania. Su ejército, aunque valiente y eficaz, no cuenta con los mismos recursos humanos ni materiales que Rusia. Sin embargo, ataques quirúrgicos como el realizado con drones demuestran que la estrategia ucraniana sigue vigente y adaptándose.
La vida bajo fuego: las voces desde el frente
Mientras los mandatarios cruzan declaraciones fieras, los civiles resisten. En Sumy, tras el bombardeo reciente, las autoridades informaron de cientos de desplazados y decenas de heridos, muchos de ellos en estado crítico. Las imágenes de edificios destruidos y hospitales alcanzados han dado la vuelta al mundo.
Por otro lado, muchos ucranianos aún respaldan la lucha armada como opción única. “La paz no es realista con Rusia tal como está”, afirma Mykola, habitante de Járkov, otra ciudad que ha sufrido nuevos ataques.
¿Qué puede cambiar el rumbo?
La respuesta podría estar fuera de Ucrania. La presión económica y militar sobre Rusia, gestionada por Estados Unidos, Europa y sus aliados, juega un papel crucial. Además, si el Kremlin percibe un cambio en el equilibrio de poder interno —ya sea por descontento social, presión empresarial o derrotas militares—, el contexto geopolítico podría girar.
Pero por ahora, la palabra “paz” sigue siendo una utopía lejana. El conflicto parece haberse enquistado en una lógica de destrucción mutua prolongada, donde cada victoria o ataque es solo un capítulo más en una historia de tragedia contemporánea.
En referencia a la situación, el analista militar Michael Kofman, del Carnegie Endowment for International Peace, afirmó: “Ambos bandos han pagado un precio demasiado alto. Eso hace que la voluntad de ceder sea inexistente”.
Mientras tanto, ciudades como Sumy siguen sonando como eco de una guerra que aún no hemos aprendido a detener. Un conflicto que, pese a los diplomáticos en Estambul o las delegaciones en Washington, consume vidas a cada segundo.