Alaska, petróleo y política: ¿avance energético o retroceso climático?

El impulso de Trump hacia la expansión petrolera en el Ártico despierta alarmas entre ambientalistas y comunidades indígenas

En un hecho que vuelve a poner a Alaska en el centro del debate energético global, altos funcionarios de la administración Trump encabezaron recientemente una gira por instalaciones petroleras en el Ártico y participaron en una cumbre energética organizada por el gobernador republicano Mike Dunleavy. El evento, bajo la bandera de la Alaska Sustainable Energy Conference, generó una fuerte respuesta por parte de grupos ambientalistas e indígenas, profundizando el conflicto entre el desarrollo económico y la protección ambiental.

Una visita con mucha carga política

Figuras clave del gobierno estadounidense como Doug Burgum (Secretario del Interior), Chris Wright (Secretario de Energía) y Lee Zeldin (Administrador de la Agencia de Protección Ambiental) participaron activamente en el evento. Su presencia en Anchorage no fue casual: simbolizó un mensaje claro de la administración Trump sobre la necesidad de revitalizar la producción de petróleo y gas en regiones clave como el norte de Alaska.

Durante su visita, los funcionarios destacaron la importancia de proyectos como el Alaska LNG Project, una propuesta multimillonaria (estimada en más de 44 mil millones USD) que busca transportar gas natural licuado desde la Cuenca del Ártico hasta una terminal en la costa sur del estado para su exportación, principalmente a mercados asiáticos.

El controvertido renacimiento de la energía fósil

El argumento de los defensores del plan es claro: para asegurar la independencia energética de Estados Unidos y competir frente al aumento de demanda global, especialmente en Asia, es esencial aprovechar los recursos del Ártico. Burgum afirmó que “la faune silvestre parecía feliz” durante su recorrido por las zonas en exploración, y reiteró que el desarrollo industrial puede convivir con la naturaleza.

Por su parte, Chris Wright dijo sin tapujos: "Los términos como energía limpia o energía renovable son estrategias de marketing. No existe fuente energética que no tenga impacto ambiental".

Un mensaje que divide

Mientras dentro del recinto del evento se hablaba de negocios, proyecciones de inversión y oportunidades de empleo, afuera se escuchaban otras voces. Decenas de manifestantes se congregaron con carteles que rezaban mensajes como “Alaska no está en venta” y “Protejan nuestras tierras públicas”.

Entre ellos estaba Rochelle Adams, miembro de la comunidad Gwich’in, que criticó la falta de consulta y respeto hacia las comunidades indígenas que habitan la región: “Cuando vienen de fuera solo a tomar, seremos nosotros quienes suframos las consecuencias. Nuestra salud, nuestro bienestar y nuestros modos de vida están en riesgo”.

El Refugio Nacional Ártico: entre lo sagrado y lo rentable

Uno de los principales focos de tensión es el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico (ANWR, por sus siglas en inglés), una vasta región considerada sagrada por los Gwich’in debido a que es zona de nacimiento del caribú, animal crucial en su cultura y subsistencia.

Pero no todas las comunidades indígenas están alineadas con la oposición al desarrollo petrolero. La comunidad Iñupiaq de Kaktovik, que vive dentro del área del refugio, apoya las perforaciones, viéndolas como una ruta hacia el crecimiento económico. Esto contrasta con la posición de los Gwich’in e ilustra la división interna entre pueblos nativos con distintas visiones y necesidades.

El componente internacional

Otro eje clave del plan energético de Trump es la participación extranjera. En la visita a Alaska estuvieron presentes representantes de Japón, Corea del Sur, Filipinas, Taiwán y Emiratos Árabes Unidos, países que podrían emitir compromisos comerciales para adquirir el gas producido por el proyecto LNG.

El objetivo: convertir a Alaska en un punto neurálgico de exportación energética. La empresa Glenfarne Alaska LNG LLC ya ha recibido manifestaciones de interés por parte de potenciales socios, aunque la viabilidad económica del proyecto continúa bajo evaluación.

¿Solución o espejismo climático?

Muchos analistas y organizaciones ambientales alertan que esta visión de energía sustentable es contradictoria, ya que se basa en la expansión del uso de combustibles fósiles. El petróleo ha sido la columna vertebral de la economía de Alaska desde los años setenta, cuando se construyó el oleoducto Trans-Alaska, de más de 1.200 kilómetros de longitud, pero sus repercusiones ecológicas han dejado cicatrices en el entorno.

Según un informe de Climate Action Tracker, para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París se necesita una reducción drástica del uso de combustibles fósiles. En un mundo que intenta descarbonizarse, las acciones de Estados Unidos en este terreno podrían enviar un doble mensaje al resto del planeta.

El peso histórico del petróleo en Alaska

Desde el descubrimiento del yacimiento de Prudhoe Bay en 1968, Alaska ha vivido un ciclo de prosperidad ligado al petróleo. En 1980, los ingresos por producción representaban casi 85% del presupuesto estatal. A pesar de su caída en años recientes —en parte debido al fracking y la sobreoferta global— la región sigue dependiendo en gran parte de este recurso no renovable.

En 1977 se completó el Trans-Alaska Pipeline System, convirtiéndose en una obra icónica de la industria energética. Pero con los cambios en la política energética mundial, el estado ha estado explorando nuevas fuentes: renovables como la energía eólica o hidroeléctrica, aunque aún en escala menor.

¿Y el futuro?

Aunque el contexto político actual favorece la extracción y exportación de hidrocarburos, no se puede ignorar la exigencia global de una transición energética justa. Naciones Unidas ha advertido que se necesita eliminar progresivamente el uso del petróleo y el gas para evitar que el calentamiento global sobrepase los 1.5°C.

¿Puede Alaska convertirse en un modelo equilibrado que combine su legado energético con la innovación verde? ¿O seguirá aferrada a un modelo económico cuya fecha de vencimiento ya está marcada?

Las respuestas no son sencillas, pero algo está claro: lo que sucede en el Ártico estadounidense tiene resonancias mucho más allá de sus fronteras. Lo que hoy parece una conferencia energética más, bien puede definirse dentro de unos años como un punto de inflexión en la historia ecológica del planeta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press