El Giro d’Italia entra al Vaticano: fe, pedal y un Papa ciclista

La histórica bendición de los ciclistas por el Papa Leo XIV convierte al Vaticano en una parada especial del deporte mundial

Roma, 2025. Lo que hasta hace unos años parecía impensable —combinar la espiritualidad del Vaticano con la pasión del ciclismo— se volvió una realidad inolvidable cuando el Giro d’Italia, una de las tres grandes carreras ciclistas del calendario mundial, ingresó por primera vez en la historia a los jardines del Vaticano para recibir la bendición apostólica del recientemente nombrado Papa Leo XIV.

Un Giro con fe: el Vaticano abre sus puertas al ciclismo

El evento tuvo lugar durante la etapa final del Giro d’Italia 2025, una carrera que ya de por sí estaba cargada de simbolismo y expectativas. Sin embargo, este año, la organización decidió rendir homenaje al fallecido Papa Francisco, quien había declarado el 2025 como Año Santo. Aunque Francisco no viviera para presenciar este gesto, su sucesor, el , decidió mantener el homenaje, transformándolo en una experiencia espiritual para todos los corredores.

La escena fue conmovedora: 159 ciclistas entraron al corazón de la Iglesia Católica por la Puerta Petriana, pedaleando alrededor de la Plaza de San Pedro y adentrándose a los cercanos jardines vaticanos. Allí, los líderes del Giro, incluyendo al campeón general Simon Yates, descendieron de sus bicicletas para saludar personalmente al Papa Leo XIV.

“Ustedes son modelos para la juventud del mundo entero,” expresó el Papa. “Que Dios los bendiga en este último tramo del Giro d’Italia. Esta Iglesia los recibe con amor y brazos abiertos.”

Un momento inolvidable para los corredores

Simon Yates, vencedor del Giro, expresó su sorpresa y emoción: “No sabía que realmente íbamos a detenernos a saludarlo. Pensé que solo pasaríamos por ahí. Fue un momento inolvidable para todos nosotros.”

Otro protagonista de este instante fue el colombiano Nairo Quintana, ganador del Giro en 2014, quien se adelantó para tener su momento personal con el sumo pontífice. Un gesto cargado de emotividad y humildad que demostró cómo el deporte aún puede hermanarse con la fe.

Ciclismo en territorio sagrado: una ruta simbólica de 3 kilómetros

La ruta dentro del Vaticano no fue sencilla: los ciclistas recorrieron aproximadamente 3 kilómetros, pasando al lado de la Basílica de San Pedro, adentrándose en los jardines papales y saliendo por la Puerta Perugina —un recorrido estrecho, único y con un aire sagrado.

Este tramo, además, fue parte del periodo neutralizado (no competitivo) de la etapa, lo que permitió una mayor solemnidad y seguridad para los atletas, al mismo tiempo que se garantizaba el respeto por el entorno histórico y espiritual del Vaticano.

Un Papa cercano al deporte

Papa Leo XIV se ha mostrado, desde el inicio de su papado, especialmente cercano al mundo del deporte. En menos de un mes, ha sostenido audiencias con figuras como Jannik Sinner, número uno del tenis mundial, y con el equipo campeón de la Serie A, el Napoli FC.

Con un enfoque pastoral moderno, Leo XIV ha expresado en múltiples ocasiones su interés por promover el deporte como herramienta de inclusión, desarrollo juvenil y paz. No solo bendice a los deportistas, sino que entabla diálogos con ellos, escuchándolos y alentándolos a mantener valores humanos en su vida personal y profesional.

El Giro y la espiritualidad: un camino paralelo

En la historia del ciclismo, el Giro ha sido más que una carrera: ha sido un recorrido por la geografía, la cultura y ahora también la religión italiana. La edición de este año buscó fundir los valores tradicionales del ciclismo —esfuerzo, perseverancia, resistencia— con valores espirituales como la fe, la solidaridad y el respeto.

Esta unión fue ejemplificada en múltiples momentos durante la carrera, pero ninguno tan destacado como la parada en el Vaticano. Las imágenes de los corredores junto al Papa resonaron alrededor del mundo, enviando un mensaje muy claro: el deporte puede ser un puente entre culturas, religiones y generaciones.

Una etapa final con sabor a gloria romana

Después de salir del Vaticano, el pelotón se dirigió hacia el centro de Roma. La etapa final constó de 143 kilómetros y concluyó con ocho vueltas alrededor del Circus Maximus, un guiño histórico a las competencias deportivas de la antigua Roma.

Simon Yates aseguró su victoria en la clasificación general, un logro que había buscado durante años. Pero más allá del triunfo deportivo, esta edición del Giro quedará en la memoria por su trascendencia emocional y espiritual.

Un precedente: ¿futuro vínculo entre el Vaticano y el deporte?

La integración directa del Vaticano en un evento deportivo de talla mundial es un hecho sin precedentes. Si bien el Papa Francisco ya había mostrado gestos deportivos, permitir una etapa dentro de los muros papales es una evolución notable de esa apertura vaticana.

Organizadores de otros eventos ya están considerando incorporar paradas simbólicas similares, especialmente durante el Año Santo. Entre ellos, destaca la posibilidad de que en el próximo maratón de Roma —también en 2025— haya una ceremonia de inicio cerca del Vaticano.

Un legado firmado por la fe y el pedal

El paso del Giro d’Italia por el Vaticano no será recordado únicamente como una anécdota curiosa o una decisión de relaciones públicas; será rememorado como una declaración de intenciones: que el deporte, en su forma más pura, puede conectarse con lo sagrado y lo humano.

Este gesto del Papa Leo XIV ha dejado un legado que trasciende la velocidad del pedal, las metas volantes y los puertos de montaña. En un mundo a menudo dividido, la bendición del pelotón por parte del máximo líder espiritual de millones ofreció una imagen de unidad, esperanza y humanidad al más puro estilo del ciclismo: avanzar, sin importar cuán empinada sea la cuesta.

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Este artículo fue redactado con información de Associated Press