La República al Borde: Las Elecciones Más Drámaticas de Corea del Sur en Décadas
Entre escándalos, juicios, destituciones y pasado revolucionario, Lee Jae-myung y Kim Moon Soo protagonizan una batalla electoral sin precedentes
Una elección extraordinaria producto del caos político
Corea del Sur se encuentra en una encrucijada histórica. Tras meses de turbulencias políticas, el país celebra unas elecciones presidenciales excepcionales el 3 de junio, un evento adelantado forzosamente tras la destitución del presidente Yoon Suk-yeol, cuyo intento fallido de imponer la ley marcial sumió al país en una crisis institucional sin precedentes.
Este inusual proceso electoral, sin periodo de transición, otorga al nuevo presidente cinco años de mandato pleno a partir del momento en el que asuma el cargo. Los dos principales candidatos, el liberal Lee Jae-myung y el conservador Kim Moon Soo, representan visiones profundamente opuestas de lo que debe ser la Corea del Sur del futuro.
La caída de Yoon Suk-yeol: ¿un presidente derrocado por un «golpe» fallido?
Yoon Suk-yeol ascendió al poder como una promesa conservadora tras derrotar en 2022 por uno de los márgenes más estrechos de la historia electoral surcoreana. Sin embargo, en diciembre de 2024, una sorpresiva y ampliamente criticada declaración televisada impuso la ley marcial, medida que fue interpretada como una amenaza directa a la democracia coreana.
El escándalo activó un mecanismo constitucional rápido: el Parlamento, dominado por la oposición, lideró una iniciativa para derogar la medida de emergencia, con éxito gracias al tibio respaldo de las fuerzas armadas hacia las órdenes del presidente. El proceso culminó con un impeachment exitoso, sellado en abril por el Tribunal Constitucional.
Lee Jae-myung: del taller mecánico a la cima política
Lee Jae-myung, de 60 años, representa la apuesta progresista. Su trayectoria es una historia épica de superación personal que evoca admiración: niño trabajador, víctima de accidentes laborales que le dejaron secuelas físicas permanentes, y abogado de derechos humanos tras superar el difícil examen de acceso a la abogacía.
Ha sido alcalde de Seongnam y gobernador de la provincia de Gyeonggi, la más poblada del país. Su estilo visceral y comunicativo lo catapultó a la fama durante las protestas contra la presidenta Park Geun-hye en 2016-2017, y más recientemente, por su papel protagónico en la caída de Yoon Suk-yeol.
En sus propias palabras, tomadas de su libro publicado en abril tras la destitución presidencial:
“El rebrote fue reprimido, y Yoon Suk-yeol fue destituido. El largo y severo invierno ha pasado, y la primavera ha vuelto. El pueblo finalmente lo ha logrado.” – Lee Jae-myung
Lo que propone el líder liberal
Lee se presenta como un “capitán capaz” dispuesto a reconciliar al país con su propio futuro. En su plataforma política destacan:
- Revitalización económica tras la desaceleración post-pandemia.
- Diálogo con Corea del Norte y reconstrucción de canales diplomáticos.
- Reducción de la desigualdad sistémica y lucha contra la corrupción estructural.
No obstante, sus críticos lo ven como un populista oportunista, capaz de modificar sus posturas con facilidad según las encuestas de opinión. Además, enfrenta cinco juicios penales en procesos por corrupción y abuso de poder, aunque estos podrían suspenderse si gana debido a la inmunidad presidencial.
Kim Moon Soo: del activismo revolucionario a la derecha conservadora
La historia personal de Kim Moon Soo es una montaña rusa ideológica. Nacido en 1951, su juventud estuvo marcada por la militancia radical en los años 70 y 80, con luchas laborales y protestas contra los regímenes militares autoritarios. Incluso llegó a pasar 2 años y medio en prisión.
Pero en 1994 cambió de rumbo radicalmente, declarando que ya no creía en la revolución tras ver el colapso de los estados comunistas. Ingresó en el espectro conservador y fue gobernador de Gyeonggi durante ocho años, además de ocupar escaños en la Asamblea Nacional.
Su regreso a la escena política fue inesperado: tras servir brevemente como ministro de Trabajo bajo Yoon, ganó la nominación del partido gobernante People Power en mayo, pese a las maniobras internas para reemplazarlo por un candidato más popular.
En un emotivo gesto televisado, Kim se arrodilló frente a su partido y declaró:
“Desde hoy, somos un solo equipo. Luchemos juntos y ganemos juntos”.
Una propuesta conservadora y militarista
Kim defiende una Corea más segura y amigable con el empresariado. Promete:
- Refuerzo de la defensa antimisiles para combatir la amenaza nuclear norcoreana.
- Fortalecimiento del compromiso militar con Estados Unidos.
- Reducciones fiscales para herencias y corporaciones.
En un gesto controversial, elogió al fallecido dictador Park Chung-hee (1961–1979) por impulsar el desarrollo económico del país. Kim declaró:
“Cuando era joven, me oponía al Presidente Park Chung-hee. Pero ahora, me doy cuenta de que estaba equivocado. Escupí sobre su tumba, pero ahora le llevo flores.”
Este tipo de declaraciones apelan al voto conservador tradicional, pero pueden alienar a los votantes jóvenes y progresistas.
Un país dividido, una elección crucial
Corea del Sur se enfrenta a un contexto desafiante: tensiones geopolíticas por la cooperación militar Corea del Norte-Rusia, incertidumbre ante la política comercial estadounidense, y una sociedad polarizada hasta niveles preocupantes. Según la encuesta de Gallup Corea de mayo de 2025, el 61% de los surcoreanos cree que el país está “seriamente dividido”, y el 48% cree que los políticos no están haciendo lo suficiente para reconciliar a la sociedad.
Ambos candidatos, aunque antagónicos, representan el hartazgo de sus respectivas bases ante un sistema político que muchos consideran disfuncional.
¿Revolucionario o restaurador?
Lee y Kim ofrecen caminos opuestos. Uno promete mayor justicia social desde el progresismo con una narrativa de superación e insurrección democrática; el otro, seguridad, estabilidad económica y reformas favorables a empresas, con ecos de un pasado autoritario reinterpretado.
La gran incógnita es cuál de los dos logrará conquistar el centro político: ese segmento de votantes moderados, indecisos o escépticos, que sienten que el país necesita soluciones prácticas más allá de las trincheras ideológicas.
Lo que está en juego
Más allá de cualquier candidato, lo que se elige este 3 de junio es algo más profundo: el alma democrática de Corea del Sur. Un país que ha recorrido un largo camino desde las dictaduras militares hasta la consolidación de una democracia vibrante, aunque imperfecta.
Las elecciones no solo definirán el rumbo económico y diplomático de Seúl, sino que funcionarán como termómetro del grado de madurez de su clase política y de su ciudadanía. Un resultado cerradísimo podría desatar nuevos conflictos; en cambio, una victoria clara y una gestión sensata podrían marcar el renacer político que millones de coreanos ansían tras meses de incertidumbre.