Trump, la inmigración y el 'Estado profundo': una tormenta política de conspiraciones y decisiones judiciales
Entre la revocación del parole humanitario, teorías del 'deep state', y promesas de venganza: el segundo mandato de Trump está sacudiendo los cimientos del gobierno estadounidense
Una batalla judicial con consecuencias humanas
La Corte Suprema de Estados Unidos autorizó al gobierno de Donald Trump a revocar el parole humanitario para más de 500,000 migrantes provenientes de países como Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. Esta decisión revirtió una orden previa de una instancia menor que mantenía estos permisos en vigencia.
Según cifras oficiales, el número total de personas en riesgo de deportación podría superar el millón. El parole, otorgado inicialmente bajo la administración de Joe Biden, permitía a los beneficiarios entrar legalmente al país por motivos humanitarios si cumplían con requisitos como tener patrocinadores financieros y cubrir los gastos de sus traslados.
La jueza del tribunal distrital, Indira Talwani, había emitido una orden en abril para bloquear la revocación masiva, argumentando que estas decisiones debían tomarse caso por caso. Sin embargo, la Corte Suprema permitió que se avanzara mientras el caso se revisa en una instancia superior. La jueza Ketanji Brown Jackson disintió, advirtiendo que esta decisión "deshilacha las vidas de medio millón de inmigrantes ante nuestros ojos".
El precedente legal del parole y su uso bajo Biden
El programa de parole humanitario no es nuevo. Está contemplado desde 1952 en la ley migratoria estadounidense, pero ningún presidente lo había utilizado de forma tan extendida como Biden, quien desde 2022 permitió la entrada de unas 532,000 personas bajo esta figura.
El revés judicial actual representa, según los abogados defensores, "el evento de ilegalización masiva más grande en la historia moderna de EE.UU." El argumento legal de Trump se basa en que estas protecciones eran siempre temporales y revocables por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), sin la necesidad de intervención judicial.
Conspiraciones, desinformación y Trump contra el 'estado profundo'
Mientras su gobierno avanza con decisiones políticas y judiciales de alto impacto, Trump no ha abandonado otra de sus principales estrategias: las teorías conspirativas. Durante su campaña de reelección y ahora como presidente en funciones, ha prometido "nuestro combate final" para erradicar el 'estado profundo', esa supuesta red de burócratas y elites que controlarían el gobierno desde las sombras.
“Con ustedes a mi lado, demoleremos el estado profundo. Liberaremos nuestro país de estos tiranos y villanos de una vez por todas”, afirmó Trump varias veces en sus mítines.
Pero a cuatro meses de iniciar su segundo mandato, muchos de sus seguidores se han mostrado frustrados por la falta de acciones concretas contra esos supuestos enemigos internos. “Queremos respuestas reales y transparencia. No es tan difícil de ofrecer”, dijo el comentarista conservador Damani Felder.
Promesas de revancha y justicia selectiva
Trump ha ordenado la destitución de fiscales federales que lo investigaron, la revisión de agentes del FBI relacionados con el Capitolio, la revocación de credenciales de seguridad a exfuncionarios que lo criticaron, e incluso ha firmado órdenes ejecutivas dirigidas contra despachos legales contrarios.
Sin embargo, todavía no se ha concretado la esperada “limpieza” promovida por sectores radicales de su base, quienes demandan acciones legales contra figuras como Hillary Clinton o James Comey. La falta de pruebas sólidas sobre los “crímenes atroces” alegados ha hecho que incluso personajes influyentes dentro del movimiento empiecen a poner distancia.
Teorías que alimentan la incertidumbre
En las últimas semanas, la tensión ha aumentado todavía más con nuevas teorías que han circulado en medios conservadores: desde la muerte de Jeffrey Epstein, que según algunos fue un asesinato encubierto, hasta presuntas conspiraciones detrás del intento de asesinato de Trump en un mitin en Pensilvania.
Pero figuras como Dan Bongino y Kash Patel, ambos altos mandos del FBI designados por Trump, han afirmado en Fox News que no hay evidencias de conspiración en estos casos. “Lo he visto todo”, dijo Bongino sobre los expedientes de Epstein. “Se suicidó”.
Sus declaraciones desencadenaron una ola de escepticismo por parte de la base trumpista, que exige más investigaciones y acceso a expedientes clasificados.
Una narrativa para distraer y proteger
Trump ha utilizado estas narrativas conspirativas históricamente para distraer a su base y blindarse de críticas, dice el profesor Yotam Ophir de la Universidad de Buffalo: “Cuando algo va bien, es su genialidad; cuando va mal, son los Obamas, los Clinton o las fuerzas que lo sabotean desde dentro”.
La última teoría lanzada por Trump involucra nada menos que un autopen —el dispositivo mecánico que permite firmar documentos. Según él, el hecho de que Biden lo haya utilizado regularmente prueba que no firmó sus órdenes ejecutivas con consentimiento o que sus colaboradores se enriquecieron con su uso. “¡TRAICIÓN!”, exclamó en Truth Social.
¿Gestión o espectáculo?
Esta administración ha logrado efectivamente cambiar el panorama de la política migratoria y renovar sus cargos de confianza en diversas agencias, pero su enfoque conspirativo y polarizador también ha profundizado la desconfianza y la división, no solo con sus opositores, sino entre sus propios seguidores.
Incluso decisiones altamente técnicas, como la cancelación del parole humanitario, se ven ahora teñidas por una ideología que busca combinar las decisiones de Estado con relatos de conspiración, corrupción y venganza.
Mientras tanto, iniciativas oficiales como desclasificar archivos del asesinato de John F. Kennedy o la reapertura del caso de las bombas caseras del 6 de enero no parecen satisfacer el apetito de una base que creyó que la segunda venida de Trump respondería a todas las preguntas... y castigaría a todos los villanos.
“Estoy convencido de que sólo Dios puede derrotar al estado profundo en este punto”, escribió Philip Anderson, un influencer de extrema derecha que participó en el asalto al Capitolio, reflejando el creciente desencanto con las promesas todavía incumplidas de su líder.
La política estadounidense en la era Trump, como queda claro, ya no distingue entre gestión y espectáculo, entre justicia y venganza, entre verdad e invención.