Al-Hol: El campo del olvido y la lenta reunificación de Siria

Un nuevo acuerdo entre las autoridades kurdas del noreste sirio y el gobierno central en Damasco promete cambios en el futuro de los refugiados del campamento al-Hol, pero ¿será suficiente para cerrar uno de los capítulos más oscuros del conflicto sirio?

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Durante años, el campo de al-Hol, ubicado en el noreste de Siria, se ha convertido en uno de los puntos más polémicos del conflicto sirio. En él viven unas 37,000 personas, en su mayoría mujeres y niños con presuntos vínculos con el grupo extremista Estado Islámico (ISIS). Esta cifra incluye tanto ciudadanos sirios como iraquíes y nacionales de países occidentales que viajaron voluntariamente para unirse al grupo yihadista. Esta situación ha generado un debate internacional sobre la repatriación, los derechos humanos y la reconstrucción de un país desmembrado por más de una década de guerra civil.

¿Qué es el campo de al-Hol?

Fundado originalmente como un campamento para refugiados iraquíes en los años 90, al-Hol se transformó después en un símbolo del fracaso de la comunidad internacional para proteger a civiles atrapados en zonas de conflicto. Tras la caída del califato territorial del Estado Islámico en 2019, el campo pasó a alojar a miles de personas capturadas o desplazadas tras la derrota del grupo extremista.

Las condiciones de vida en al-Hol han sido continuamente denunciadas por organizaciones humanitarias. En palabras de Médicos Sin Fronteras:

“El campamento no es un lugar adecuado para ninguna persona, mucho menos para niños que han pasado la mayor parte de su vida expuestos a violencia, trauma y negligencia.”

El campo ha estado gestionado por las autoridades kurdas del noreste de Siria, que integran principalmente las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), un grupo militar respaldado por Estados Unidos. Sin embargo, el territorio donde se encuentra al-Hol ha sido zona de control y disputa constante entre Siria, Turquía, milicias locales y potencias extranjeras.

Repatriación: un tema espinoso

Uno de los mayores desafíos del campo ha sido la repatriación de nacionales extranjeros. Iraq ha hecho avances en la repatriación de ciudadanos, pero la mayoría de los países europeos y de otras regiones se han mostrado reacios a permitir el regreso de sus ciudadanos, incluso niños nacidos bajo el califato.

Según cifras del Human Rights Watch, más de 8,000 niños de nacionalidad extranjera siguen atrapados en Siria, mayoritariamente en al-Hol y en el campo de Roj. Las políticas de seguridad, el temor al extremismo radicalizado y la falta de mecanismos de reintegración han hecho que muchos gobiernos simplemente opten por la indiferencia.

¿Qué cambia con el nuevo acuerdo?

El lunes, autoridades kurdas anunciaron un nuevo acuerdo con el gobierno central en Damasco para facilitar el retorno de ciudadanos sirios desde al-Hol a sus comunidades de origen. Esta medida, que se ha denominado como una “mecanismo conjunto”, representa el primer consenso oficial entre las dos partes desde el reinicio de diálogos luego del cambio político en Damasco.

El acuerdo no implica que el control de al-Hol pase directamente a manos del gobierno sirio, pero sí abre la puerta a un proceso coordinado de retorno de desplazados. A esto se suma un ambicioso pacto firmado en marzo entre el presidente interino sirio Ahmad al-Sharaa y Mazloum Abdi, comandante de las FDS, el cual incluye:

  • Integración de las FDS a las fuerzas armadas nacionales,
  • Transferencia de control de pasos fronterizos, aeropuertos y campos petroleros al gobierno central,
  • Gestión unificada de las prisiones que albergan a unos 9,000 milicianos de ISIS.

El papel de Estados Unidos ha sido crucial en este proceso, ya que ha ejercido presión constante para que estas reintegraciones se lleven a cabo. Washington considera que una Siria unificada bajo un gobierno provisional moderado puede ser una barrera contra el regreso del yihadismo y una forma de frenar la influencia iraní y rusa en la región.

Problemas estructurales y lento avance

No obstante, la implementación está lejos de completarse. Hay múltiples obstáculos logísticos, políticos e ideológicos que frenan el avance. Por ejemplo:

  • Desconfianza entre autoridades kurdas y las fuerzas del gobierno central,
  • Temor de represalias contra civiles repatriados por presunta simpatía con grupos extremistas,
  • Deterioro de infraestructuras en las comunidades de origen,
  • Falta de fondos internacionales para apoyar la reintegración.

La misión, en palabras de un analista del Carnegie Middle East Center, “tiene el nivel de complejidad de una operación quirúrgica a corazón abierto en una sala sin electricidad”.

La situación de los menores: una generación atrapada

Uno de los legados más trágicos del conflicto son los miles de niños nacidos o criados bajo la autoridad de ISIS. Muchos de estos menores no tienen documentación, otros enfrentan traumas psicológicos severos y han sido expuestos a doctrinas extremistas que moldearon su percepción del mundo.

Una madre iraquí entrevistada por Reuters declaró:

“Mi hijo solo conoce las palabras guerra, muerte e islam. Tiene seis años y nunca ha tocado un juguete.”

Las autoridades kurdas han intentado establecer centros de rehabilitación infantil, pero recursos limitados y falta de especialización han impedido avances significativos. Las ONG que operan en la región han exigido un plan internacional de rescate psicológico, algo que muchos gobiernos aún no consideran prioridad.

Hacia una reunificación nacional

Han pasado más de 13 años desde el inicio del conflicto sirio y ahora, con un nuevo liderazgo en Damasco y señales de deshielo interno, algunos analistas ven una ventana de oportunidad para la reunificación nacional pacífica.

Si bien la figura del actual presidente interino no despierta el rechazo visceral que sí provocaba el depuesto Bashar al-Assad, aún hay sectores de la oposición que lo ven como un actor funcional impuesto por actores extranjeros, particularmente Rusia. Aun así, el deseo de estabilización ha incentivado a diversos actores locales —kurdos, árabes suníes, y cristianos— a considerar acuerdos que hasta hace poco eran impensables.

En este contexto, al-Hol representa mucho más que un campo de refugiados. Es un microcosmos del conflicto y de la crisis humanitaria que arrastra consigo, pero también un espacio que puede convertirse en el punto de partida para la sanación nacional.

¿Y ahora qué?

La gran incógnita es si se mantendrá la voluntad política necesaria para llevar a cabo este tipo de acuerdos en medio de un panorama aún inestable donde cada decisión está sujeta a presiones externas. Turquía, Irán, Rusia, Estados Unidos e incluso milicias autonomistas seguirán jugando un papel clave.

Hasta entonces, decenas de miles de mujeres y niños seguirán esperando su destino entre vallas de alambre, tiendas desgastadas y un desierto que desde hace tiempo dejó de tener horizonte.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press