Salvar un idioma al borde del olvido: la batalla por revivir el árabe maronita chipriota

Con apenas 900 hablantes, una comunidad religiosa en una isla dividida lucha por preservar su lengua ancestral antes de que desaparezca para siempre

Una lengua con raíces milenarias en peligro inminente

En la aldea de Kormakitis, en el norte de Chipre, se libra una silenciosa pero decidida batalla cultural: la conservación del árabe maronita chipriota, también conocido como Sanna. Esta lengua, que alguna vez resonó en decenas de pueblos por toda la isla, hoy sobrevive en los labios de menos de 900 personas en todo el mundo.

Uno de ellos es Iosif Skordis, de 97 años, quien recuerda con nostalgia los días en los que todos en su comunidad se comunicaban exclusivamente en Sanna. "Sanna es sin duda uno de los elementos más distintivos de nuestra identidad cultural", afirma el representante de la comunidad maronita en el Parlamento chipriota, Yiannakis Moussas.

Del Líbano a Chipre: un viaje de supervivencia

El origen del árabe maronita chipriota se remonta al siglo VIII, cuando oleadas de cristianos árabes huyeron de la región del Levante —hoy en día Siria, Líbano e Israel—, escapando de la expansión musulmana. Los refugiados trajeron consigo un dialecto del árabe siríaco, mezclado con rastros de arameo, la lengua que se considera similar a la que habló Jesucristo.

Lo peculiar del Sanna es su evolución aislada. A medida que la comunidad maronita se asimilaba con la población mayoritaria griega de la isla, el idioma absorbió una gran cantidad de vocabulario griego. Según Marilena Kariolemou, profesora de lingüística en la Universidad de Chipre, "Sanna es una joya lingüística semítica que ha integrado rasgos fonológicos y sintácticos del griego, a la vez que conserva vestigios del arameo".

El impacto devastador de la invasión turca

La estabilidad de la comunidad maronita sufrió un golpe devastador en 1974. Ese año, Turquía invadió el norte de Chipre en respuesta a un intento de golpe pro-griego, dividiendo la isla en dos y obligando a muchos maronitas a desplazarse hacia el sur. Las aldeas de Asomatos y Ayia Marina quedaron vacías y ocupadas hoy por bases militares turcas. Las consecuencias para la lengua fueron nefastas: desplazamientos, matrimonios mixtos y educación exclusivamente en griego provocaron la pérdida acelerada del idioma dentro de nuevas generaciones.

"Fue catastrófico para nosotros", recuerda Moussas. "El desplazamiento hacia las ciudades y la endogamia lingüística debilitaron seriamente el uso de nuestra lengua". Hoy en día, solo uno de cada cinco matrimonios maronitas ocurre dentro de la comunidad, lo cual limita aún más la transmisión intergeneracional del Sanna.

Renacer desde la ceniza: la revolución educativa

Pero no todo está perdido. En los últimos 20 años, un renovado impulso surgió en la comunidad. El ingreso de Chipre a la Unión Europea en 2004 trajo consigo recursos y apoyo institucional para preservar lenguas minoritarias. Fue así como surgieron iniciativas concretas como la creación de un alfabeto de 27 letras basado en caracteres latinos, obra del lingüista Alexander Borg, y la estandarización de la gramática con fines didácticos.

"Creamos un archivo de 280 horas de grabaciones en Sanna para poder estudiarlo adecuadamente y mantenerlo vivo", señala Kariolemou. Además, se establecieron escuelas subvencionadas, como la Saint Maronas Primary School en Lakatamia, un suburbio de Nicosia, donde unos 100 niños aprenden la lengua, algunos de ellos utilizando tabletas con códigos QR que reproducen lecciones en audio.

Docentes, tecnología y tradición: los pilares del rescate lingüístico

Una de las figuras clave en este renacimiento es Ilias Zonias, maestro jubilado y nativo de Kormakitis, quien tiene el honor (y el peso) de ser el único hablante nativo calificado para enseñar la lengua. "No quiero ser el último maestro de Sanna", dice con firmeza.

Se han abierto programas de formación para capacitar a nuevos docentes —todos hablantes nativos—, y los campamentos de verano se han convertido en herramientas esenciales para crear un entorno inmersivo. Pero tanto Zonias como otros líderes advierten que el verdadero renacimiento solo será posible si las familias maronitas jóvenes regresan a vivir en Kormakitis permanentemente.

El desafío del retorno: entre la identidad y la comodidad

Uno de los grandes dilemas que enfrenta la comunidad es el relativo desinterés de las familias jóvenes en regresar al pueblo natal. La mayoría de los maronitas viven en ciudades como Nicosia o Limasol, con acceso a servicios modernos. Kormakitis, aunque pintoresco y lleno de historia, carece de infraestructura suficiente para atraer a largo plazo a una población juvenil.

Consciente del problema, el gobierno chipriota y los líderes maronitas están estudiando ofrecer incentivos, como viviendas subvencionadas o facilidades para empleo local, para facilitar el retorno. "Recuperar la comunidad física es esencial para que la lengua deje de ser una reliquia y vuelva a ser una herramienta funcional de comunicación", afirma Moussas.

Sanna y el alma de una comunidad

La lucha por preservar el Sanna va más allá de filología; es una búsqueda de identidad y pertenencia. Cada oración dicha en esta lengua ancestral no es solo un medio de comunicación, sino un acto de resistencia cultural, una reafirmación de una herencia milenaria que se niega a desaparecer. Como dijo el etnolingüista Pierre Bourdieu: "La lengua es una forma de capital; una moneda cultural que da valor a quienes la poseen".

Mientras el mundo pierde una lengua indígena cada dos semanas, según estimaciones de la UNESCO, el caso del árabe maronita chipriota arroja una luz de esperanza. Una comunidad pequeña pero decidida demuestra que, con voluntad, tradición y tecnología, es posible resistirse al olvido.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press