Microsoft, protestas y Palestina: ¿puede la tecnología mantenerse neutral?

El despido de un ingeniero que interrumpió a Satya Nadella durante el Build 2024 revive el debate sobre el papel ético de las grandes tecnológicas en conflictos geopolíticos

La protesta que sacudió a Microsoft en su evento más importante

El pasado lunes, durante los primeros minutos del evento anual Build en Seattle, un momento inesperado desvió completamente la atención del CEO de Microsoft, Satya Nadella. Joe Lopez, ingeniero en software de la compañía, irrumpió en el escenario para protestar contra la colaboración de Microsoft con el ejército israelí en el marco del conflicto en Gaza. En cuestión de minutos, Lopez fue escoltado fuera del recinto y, según ha denunciado el grupo No Azure for Apartheid, posteriormente despedido.

La escena de protesta fue solo la primera de varias interrupciones a lo largo del evento, en el que al menos tres charlas de ejecutivos fueron interrumpidas y la señal de audio de una de ellas tuvo que ser cortada temporalmente. Fuera del Seattle Convention Center, manifestantes pro-palestinos también se hicieron presentes con pancartas e intervenciones públicas.

¿Qué reclamaba Joe Lopez?

Lopez envió posteriormente un correo masivo a empleados de Microsoft donde alegaba que la compañía está minimizando su papel en el conflicto al sostener que su plataforma Azure y tecnología de inteligencia artificial no se ha utilizado para dañar personas en la Franja de Gaza.

De acuerdo con Lopez y el grupo No Azure for Apartheid, la complicidad tecnológica en conflictos militares debe detenerse: “No se puede hablar de software y progreso sin hablar de derechos humanos. Azure no debería ser una herramienta bélica más”. La organización también denunció que Microsoft habría bloqueado correos internos que contenían palabras como “Palestina” o “Gaza”.

Un historial de represión interna

Microsoft ya ha despedido empleados por incidentes similares. Durante la celebración del 50º aniversario de la empresa, en abril, otros trabajadores fueron cesados por protestar respecto a las relaciones de la empresa con Israel. Previamente, en 2020, empleados también habían pedido al gigante de Redmond cortar lazos con empresas contratistas del sistema carcelario estadounidense, alegando violaciones de derechos humanos.

Lejos de estar aislados, estos eventos muestran una creciente tensión entre trabajadores del sector tecnológico y las decisiones corporativas de colaboración militar o gubernamental.

Azure y la inteligencia artificial al servicio del ejército

Microsoft reconoció recientemente que ofrece servicios de inteligencia artificial al ejército israelí. No obstante, insistió en que no han hallado evidencias de que esas herramientas se hayan usado para atacar a la población civil en Gaza. Esta afirmación ha sido fuertemente cuestionada por activistas, que destacan la oscuridad en torno a los contratos tecnológicos y la falta de transparencia sobre su verdadero uso.

Según el informe de Forbes, empleados actuales y anteriores han movilizado una red interna para pedir que Microsoft cese su apoyo a fuerzas militares israelíes, especialmente en relación con las campañas militares en zonas densamente pobladas como Gaza, donde han muerto más de 35,000 personas desde 2023, según cifras de la ONU.

La pregunta incómoda: ¿puede una tecnología ser neutral?

Microsoft no es la única empresa cuyos empleados han expresado molestias y preocupaciones sobre el uso final de sus tecnologías. Google, Amazon y Palantir también han enfrentado protestas internas por sus contratos con distintas fuerzas militares o agencias gubernamentales.

En 2018, más de 3,000 empleados de Google firmaron una carta oponiéndose a la participación de la empresa en el Project Maven, un programa del Pentágono que buscaba utilizar IA para analizar imágenes de drones. El escándalo llevó a la retirada oficial de Google del proyecto, pero no sin provocar una oleada de acusaciones y debates internos sobre la ética del software militar.

“La tecnología nunca es neutra. Cada línea de código lleva implícita una elección moral.”
- Timnit Gebru, exinvestigadora de ética en IA de Google

La creciente rebelión desde dentro

Los trabajadores del sector tecnológico están empezando a alzar la voz de manera más visible. En un sector históricamente enfocado en innovación y beneficios, la dimensión moral de la industria está siendo puesta bajo lupa.

Algunos empleados han desarrollado estrategias organizativas propias, como las ya mencionadas coaliciones No Azure for Apartheid o Amazon Employees for Climate Justice. Estas organizaciones autogestionadas buscan que sus compañías adopten posturas éticas en cuanto a cambio climático, militarización tecnológica y vigilancia masiva.

Represión, cancelación y silenciamiento

El caso de Joe Lopez no solo ha encendido el debate sobre la ética empresarial, también ha revelado una fuerte cultura de represión contra cualquier tipo de disenso interno en Microsoft.

Según informes, múltiples empleados han observado que palabras como “Palestina”, “Gaza” o “ocupación” ahora activan filtros que impiden el envío de correos electrónicos internos. Esta política ha sido descrita como una forma de censura institucional.

Este tipo de medidas recuerda prácticas internas de otras multinacionales donde los intentos por controlar la narrativa pueden convertirse en boomerangs de relaciones públicas, afectando credibilidad, marca y moral entre empleados.

¿Qué dice la ética de los negocios?

La colaboración entre corporaciones tecnológicas y gobiernos es un terreno resbaladizo. Según el informe de Amnistía Internacional de 2023, muchas plataformas digitales han facilitado indirectamente procesos de vigilancia, represión y ataques sistemáticos contra la población civil en diferentes regiones del mundo.

Las preguntas que se abren son incómodas pero necesarias:

  • ¿Debe una empresa abstenerse de intervenir en conflictos internacionales?
  • ¿Cuál es el límite de la responsabilidad ética de un proveedor de software?
  • ¿Tienen los empleados derecho a condicionar la agenda ética de la empresa para la que trabajan?

Sátira del silencio: una opinión compartida entre bambalinas

Mientras los ejecutivos de Microsoft preferían hablar de Copilot, GitHub, Azure y la era de la IA generativa, una parte significativa del evento Build estuvo impregnada por un sentimiento palpable de disonancia. Muchos desarrolladores en el evento se manifestaron en redes como X y Mastodon criticando la ausencia total de menciones a las protestas por parte de la empresa anfitriona.

¿Qué dice de una empresa el hecho de que ignore por completo que parte de su fuerza laboral está preocupada por su complicidad con violaciones de derechos humanos?”, comentó un asistente anónimo a medios. La frase encierra la tensión existente entre la búsqueda de progreso tecnológico y el ethos que debe acompañarlo.

Satya Nadella entre dos aguas

El CEO de Microsoft, Satya Nadella, es conocido por mantener una imagen conciliadora y enfocada en la “misión transformadora” de la tecnología. Sin embargo, su silencio ante las protestas alimenta el discurso de que la ética no es prioridad en la cúpula de las Big Tech.

En 2021, Nadella dijo que “la responsabilidad moral de las empresas tecnológicas no es opcional, es esencial”. Sin embargo, para muchos ahora eso suena vacío. ¿Se puede hablar de ética cuando los empleados son despedidos por exigir transparencia?

Una generación diferente de trabajadores tecnológicos

Lo que diferencia a esta era de protestas no es el contenido, sino el canal: los ingenieros y desarrolladores ya no están dispuestos a callar. Las nuevas generaciones de empleados entienden que programar no es un acto aislado de ética. Es, como diría el tecnofilósofo Evgeny Morozov, un gesto inherentemente político.

En lugar de seguir el viejo axioma siliconvalleano de “moverse rápido y romper cosas”, los nuevos valores apuntan a la anotación inversa: moverse despacio y construir con cuidado.

¿A dónde va Microsoft desde aquí?

Como organización, Microsoft enfrenta varios caminos:

  • Ignorar los reclamos internos y reforzar su narrativa corporativa de neutralidad.
  • Abrirse al diálogo, permitir foros éticos y establecer líneas de transparencia sobre sus contratos.
  • Negociar con sus empleados para trazar una política de colaboración ética que contemple zonas de conflicto.

En cualquiera de los caminos, la conclusión es la misma: la presión desde dentro llegó para quedarse. Y mientras más digital se vuelve el mundo, más urgencia hay por redefinir el código moral que sostiene cada línea del mismo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press