Bambi: La reina trans del cabaret que hizo historia antes de que existieran las palabras para contarla
Marie-Pierre Pruvot, conocida como Bambi, desafió la represión con lentejuelas, poesía y una autenticidad feroz en la posguerra parisina
Un verano en Argel: cuando la historia cambió para siempre
A comienzos de los años 50, en la Argelia de entonces colonia francesa, una escena casi surrealista paralizó una calle en Argel. Una figura audaz apareció entre la multitud: se trataba de Coccinelle, la legendaria artista del cabaret parisino Le Carrousel. Caminaba, quizá desfilaba, con sus tacones sobre un suelo aún contaminado de represión colonial. Entre los ojos fascinados estaba Jean-Pierre Pruvot, un adolescente que jamás había imaginado que existían personas como ella. "Voy a hacer lo mismo", se dijo. Y lo hizo.
Del asombro a la leyenda: nace Bambi
Jean-Pierre se convertiría en Marie-Pierre Pruvot, aunque el mundo la conoció como Bambi. No cualquier artista. Fue una pionera que iluminó los escenarios más glamurosos del París de posguerra, despertó conciencias dormidas y desafió leyes represivas. Antes de que las palabras “transgénero” o “diversidad de género” existieran en el vocabulario común, ella ya bailaba semidesnuda en los escenarios ante íconos como Ava Gardner, Edith Piaf y Maria Callas.
Le Carrousel de Paris: una resistencia con plumas y tacones
El cabaret Le Carrousel no era solo un espectáculo. Era un acto político. Fundado a finales de los años 40, reunía a artistas travestis que, tras la persecución nazi y la casi extinción de la comunidad queer en Europa, reconfiguraron los márgenes de lo posible. El arte era una forma de resistencia. Cada pestaña postiza, cada lentejuela, era una declaración de autonomía.
Los clientes lo sabían: eran mujeres trans, valientes, atrevidas, visibles en tiempos donde esa visibilidad podía costar la cárcel… o la vida.
La brutal represión que siguió a la Segunda Guerra Mundial
Poco después de la liberación de París, la homosexualidad seguía siendo ilegal en muchos rincones de Europa y del mundo. En Alemania, los edictos nazis aún resonaban. En Reino Unido, Alan Turing, héroe de guerra, fue castrado químicamente y se suicidó en 1954. En Francia, aunque con menor brutalidad, vivir fuera de la norma implicaba vigilancia, violencia injustificada y humillaciones.
Pero Le Carrousel resistía. Cada noche, lleno. Quienes asistían lo hacían por transgresión, culto, o ambas cosas. Hollywood y la élite intelectual francesa se mezclaban como iguales en medio de purpurina.
Una transformista educada en Proust
Bambi fue mucho más que una cara bella sobre un escenario. Además de artista, fue autora, docente universitaria y doctora en literatura. Enseñó durante décadas en instituciones francesas bajo su nuevo nombre legal, Marie-Pierre Pruvot, sin que sus alumnos supieran del todo sobre su época gloriosa en las tablas. Su título de la Sorbona y el respeto ganado en su segunda vida crearon un personaje único: la diva sabia, la showgirl filósofa.
“No era una máscara. La única vez que llevé una fue cuando intenté ser un chico”, dijo serenamente Bambi en una entrevista reciente a sus 89 años.
La primera cirugía... en Casablanca
Aunque la calle parisina celebraba su arte, en lo legal el terreno era pantanoso. Vestir como mujer era ilegal. Por eso muchas artistas viajaron a Marruecos, específicamente a Casablanca, donde un solo doctor realizaba las arriesgadísimas cirugías de reasignación de género. Algunas murieron por infecciones, otras acabaron mutiladas. Bambi no se apresuró. Esperó —con sabia precaución— a ver si sus contemporáneas sobrevivían. Fue entonces, al final de los 50, que se operó.
Compraba hormonas en cualquier farmacia. Pero la calma era ilusoria. Muchas amigas fueron arrestadas, violadas o empujadas a la prostitución. La vida era un acto continuo de valentía.
Las noches con Piaf, Dietrich y las grandes divas del siglo
Bambi convivió con quienes definieron la cultura del siglo XX. Recuerda con humor cuando Marlene Dietrich irrumpió en un salón de belleza tarde, con arrogancia sexy, pidiendo ser atendida como reina. “Su aire distante solo desaparecía si llegaba tarde al peinado”, reía Bambi.
De Piaf se burla con cariño: “Preguntó cuándo cantaba Charles Aznavour. Le dijeron a medianoche. Ella respondió: 'Entonces a las 12:05 ya terminó.'”. Bambi recuerda esto sin rencor, como atesorando chismes de otra era. Su pasado sigue brillando, aunque lo escondió bajo capas de normalidad por décadas.
De las lentejuelas al aula
En 1974, Bambi abandonó la vida del espectáculo discretamente. Rechazó, según sus propias palabras, “convertirse en una vedette envejecida”. Volvió a Argelia, donde logró su identidad legal como mujer y cambió el rumbo: se convirtió en profesora respetada, caminando entre los pasillos con carpetas llenas de lecturas canónicas, como si las noches bajo los reflectores no hubiesen existido.
¿Mujer trans y crítica del "wokeismo"?
Con lucidez impensable a sus casi 90 años, Bambi ha expresado su escepticismo hacia ciertos discursos modernos sobre identidad de género. No porque no crea en los derechos, sino porque teme que la velocidad con la que se avanza cause una reacción.
“Las familias no están listas. Hay que respirar antes de seguir”, opinó. Acerca de J.K. Rowling y sus posturas anti-trans, respondió con desdén imperturbable: “Su opinión vale tanto como la del panadero o la señora de la limpieza”.
Pero su crítica nunca olvida los orígenes. Celebra los avances logrados, aunque sabe que vinieron con sangre, sudor y purpurina.
Sobreviviente de otro mundo
Bambi ha sobrevivido a todas sus compañeras del Carrousel: Coccinelle, April Ashley, Capucine. Mira hacia atrás con ternura, sin dramatismos. A veces, posa con una boa negra sobre el hombro mientras saborea un café en su apartamento en el noreste de París, donde los libros de filosofía y literatura dominan la sala.
“Fui feliz. Bailé sin saber cómo llamar lo que era. Ahora lo llaman libertad”, dice al final. Hoy, en una era donde las identidades son ampliamente debatidas, su historia no solo inspira, sino que recuerda: antes de las palabras, también existíamos.