¿Dólar en mano y sin preguntas? El polémico plan de Milei para dolarizar Argentina
Un análisis a fondo de la nueva estrategia presidencial que busca repatriar miles de millones de dólares al margen del fisco, erosionando controles y apostando por una 'dolarización endógena'
El nuevo experimento económico argentino
Argentina está atravesando otro capítulo crucial en su historia económica turbulenta. El presidente Javier Milei, conocido por sus posturas libertarias extremas, ha lanzado una nueva apuesta radical con el objetivo de dinamizar la economía y resolver uno de los problemas estructurales más arraigados del país: la escasez crónica de dólares.
El gobierno ha desvelado un plan que permite a los ciudadanos utilizar libremente dólares no declarados — guardados en cajas fuertes, colchones o depositados en cuentas extranjeras — para realizar compras y transacciones locales sin tener que justificar su origen. El lema que resume la propuesta es simple y potente: “Tus dólares, tu decisión”.
¿Qué implica realmente el plan?
Según explicó el vocero presidencial Manuel Adorni en una conferencia de prensa, los fondos repatriados no requerirán ninguna justificación legal o tributaria sobre su procedencia. Quienes deseen utilizarlos podrán hacerlo sin intervención de la AFIP (equivalente al IRS de EE.UU.), ni auditorías, ni denuncias ante el Estado.
Esto representa un giro disruptivo en las políticas fiscales y monetarias que tradicionalmente han penalizado el uso de dinero no declarado, asociándolo a la evasión, el lavado de activos o la corrupción. En palabras del propio Milei:
“Podés gastar esos dólares sin que nadie te moleste. Si querés comprar una casa de 200.000 dólares, nadie tiene que preguntarte nada.”
El proyecto es parte de una estrategia más amplia de “dolarización endógena”. No se trata de imponer el dólar por decreto (como fue el caso de Ecuador o El Salvador), sino de permitir su convivencia con el peso argentino, para que, progresivamente, el mercado decida qué moneda utiliza.
Un país dolarizado de facto
La dolarización informal en Argentina no es nueva. La población ha adoptado el dólar como unidad de ahorro, refugio de valor e incluso moneda de referencia en transacciones cotidianas. Su uso generalizado responde a una historia repleta de hiperinflación, corralitos, confiscaciones y devaluaciones.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), a fines de 2024 los argentinos tenían más de 270.000 millones de dólares fuera del sistema financiero formal. Esto equivale a más de la mitad del PBI del país.
Una buena parte de estos recursos está depositada en cuentas bancarias en Suiza, Miami o Uruguay. Pero otra cantidad significativa se encuentra físicamente en el país, atesorada en departamentos, cajas fuertes y bóvedas privadas —conocidas informalmente como cuevas.
¿Un perdón fiscal sin precedentes?
Esta política se cimenta además en un paquete de incentivos ya lanzados en 2023 y 2024, como la amnistía impositiva o “blanqueo”, que permite a individuos y empresas declarar bienes y capitales manteniendo un mínimo o nulo impacto fiscal.
En abril de 2024, el gobierno eliminó la mayoría de los controles cambiarios como parte de un nuevo acuerdo con el FMI por 20.000 millones de dólares. Según este convenio, Argentina debe incrementar sus reservas internacionales, actualmente en niveles bajísimos, incluso negativos en términos netos.
La flexibilización total de los controles de origen de fondos busca justamente captar parte de esos dólares que, según el oficialismo, “nunca debieron haber sido criminalizados”.
Entre la libertad financiera y el peligro estructural
Desde el oficialismo, se argumenta que tener dólares no declarados no convierte a nadie en delincuente. El Ministro de Economía, Luis Caputo, fue enfático al declarar:
“Estas personas no son delincuentes. Son la gran mayoría de los argentinos que han sido maltratados por un régimen fiscal abusivo.”
El proyecto elimina también la obligación que tienen las empresas, bancos, tarjetas de crédito y escribanos de reportar operaciones sospechosas o transacciones mayores a determinados montos. Incluso los bancos ya no podrán exigir el historial fiscal de los clientes que usan dólares.
Esto ha alertado a analistas como Ignacio Labaqui, del Medley Global Advisors:
“Esto suena a una invitación a no pagar impuestos.”
Y no está solo en su preocupación. Desde el Fondo Monetario Internacional, que vela porque sus préstamos no financien ilícitos, se advirtió:
“Cualquier medida para fomentar el uso de activos no declarados debe ser consistente con el fortalecimiento de la transparencia financiera.” — Julie Kozack, Vocera del FMI.
¿Qué podría salir mal?
Si bien el plan de Milei puede aumentar temporalmente la disponibilidad de dólares “físicos” en el país, hay efectos colaterales potenciales:
- Lavado de dinero: los fondos sin control pueden provenir de actividades ilegales.
- Pérdida de recaudación fiscal: al eliminarse el reporte de compras importantes, se erosiona la base tributaria.
- Desigualdad frente al Estado: aquellos que pagaron impuestos pueden sentirse traicionados.
- Choque con organismos internacionales: como el FMI o el GAFI, que exige políticas antilavado.
Además, esta estructura podría fomentar relaciones opacas entre el Estado y el gran capital, favoreciendo aún más a quienes tienen capacidad financiera, pero no voluntad de cumplir con la ley.
Un viejo hábito justificado por la historia
Argentina ha tenido más de 14 planes de estabilización monetaria desde 1950 y ha atravesado tres hiperinflaciones en 45 años. Estos antecedentes han convertido al dólar en una herramienta de supervivencia más que en una opción.
En 2001, durante la mayor crisis económica de su historia moderna, los bancos bloquearon los ahorros de millones de personas. Este evento, conocido como el "corralito", es todavía recordado con profundo trauma social. Desde entonces, el dicho “mejor tener dólares en el colchón que en el banco” se volvió máxima popular.
¿Dolarización o caos ordenado?
La intención de Milei es clara: conducir a Argentina hacia una economía libre de pesos sin destruir completamente la institucionalidad financiera. En cierta medida, esto se asemeja a una política de bimonetarismo autoinducido.
El ingrediente nuevo no es el uso del dólar, sino la legalización abierta de su circulación y su uso sin restricciones. Técnicamente, eso puede derivar en la reducción progresiva de la demanda por pesos.
¿Podría eso terminar desapareciendo al peso? Sí. Pero a diferencia de otros países donde el cambio de moneda se dio por decreto (como en El Salvador en 2001), en Argentina los dólares convivirían hasta extinguir lentamente al peso por selección natural del mercado.
Una jugada que rompe toda ortodoxia
El desafío más importante para el gobierno es político: mantener la legitimación externa mientras flexibiliza controles internos tan agresivamente. Las regulaciones que ahora se suspenden no fueron impuestas por capricho, sino como garantía mínima frente al delito financiero.
Hoy, en la Argentina de Milei, la lógica es otra: liberar, desregular, remover espacios estatales. El éxito o fracaso de este proyecto tendrá profundas resonancias continentales: ¿será este el camino hacia el crecimiento o una vía directa hacia el caos financiero?
Por ahora, Argentina escribe su enésimo experimento económico. Y esta vez, el colchón también quiere su revancha.