¿A qué juega Serbia? Entre Putin, la UE y un país dividido

Las tensiones entre la Unión Europea y Serbia alcanzan nuevos niveles tras la visita de Vučić a Moscú. ¿Podrá el país mantener su rumbo hacia la UE sin romper con Rusia?

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Por décadas, Serbia ha caminado sobre la cuerda floja entre su pasado balcánico y su futuro europeo. Hoy, ese equilibrio parece más precario que nunca. En mayo de 2025, el presidente serbio Aleksandar Vučić asistió al desfile del Día de la Victoria en Moscú, hombro a hombro con Vladimir Putin —un gesto que ha provocado la indignación de Bruselas y pone en duda las verdaderas intenciones de Belgrado sobre su adhesión a la Unión Europea.

Una visita que desató tormentas diplomáticas

"Realmente no entiendo por qué es necesario estar junto a quien está llevando a cabo esta horrible guerra en Ucrania", comentó Kaja Kallas, alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, durante su visita a Belgrado el 22 de mayo.

El contexto no es menor. Rusia sigue enfrentando sanciones internacionales y el rechazo global por su invasión a Ucrania. Mientras que Serbia, oficialmente candidata a la UE desde 2012, aún se niega a unirse a las sanciones europeas, alegando la defensa de "amistades tradicionales".

El pasado 9 de mayo, Vučić estuvo en Moscú junto a otros mandatarios como el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, en un acto que, lejos de ser simbólico, representa una alineación que resulta inconveniente para sus aspiraciones europeas.

¿Tradición o táctica?

Vučić, un nacionalista convertido en euroaspirante, ha justificado su presencia diciendo que mantener los lazos con Rusia responde a intereses históricos y religiosos —ambos países comparten raíces ortodoxas eslavas—. Pero muchos analistas advierten que esta jugada también responde a cálculos políticos internos y presiones energéticas.

Serbia depende casi enteramente de Rusia para su suministro de gas. Además, la presencia de inversión china y rusa en sectores clave de la economía serbia refuerza esta dependencia. La base aérea de Nis, por ejemplo, ha sido sospechosa de ser un punto logístico estratégico ruso en los Balcanes.

Para la mayoría de los líderes de la UE, las acciones de Vučić demuestran que Serbia mantiene más lealtades hacia Moscú que hacia Bruselas.

Una ciudadanía dividida y cansada

Desde finales de 2024, Serbia se ha visto sacudida por protestas masivas contra la corrupción y la mano dura del gobierno. Tras un trágico accidente ferroviario que dejó 16 muertos, las demandas de responsabilidad escalaron a exigencias de reformas estructurales. Las manifestaciones, lideradas en gran parte por jóvenes universitarios, se han convertido en una bandera de cambio.

"Me reuní con los jóvenes que lideran las protestas. Ellos representan la esperanza democrática de Serbia", dijo Kallas, quien pidió que se proteja la autonomía universitaria, la libertad de prensa y se impulse una reforma electoral.

Pero la represión estatal, junto con un ecosistema mediático ampliamente controlado por el gobierno, ha hecho que las voces críticas tengan poca resonancia fuera del círculo opositor.

Kosovo: la eterna herida abierta

Ningún análisis sobre Serbia y su futuro está completo sin abordar la cuestión de Kosovo. A más de 15 años de su declaración unilateral de independencia (2008), Serbia aún se niega a reconocerla. Esta negativa, sumada a los repetidos enfrentamientos en el norte de Kosovo —poblado por una mayoría serbia—, es uno de los principales escollos en el proceso de adhesión a la UE.

Actualmente, las conversaciones entre Belgrado y Pristina, mediadas por Bruselas desde 2011, están en un impasse. A pesar de los insistentes llamados comunitarios, no se han logrado avances significativos.

Para Kallas, la normalización con Kosovo es "fundamental para un futuro europeo". Y, según declaró, planea invitar pronto a los líderes de ambos lados a Bruselas para reactivar el diálogo.

La geopolítica como moneda de cambio

El tablero internacional ha cambiado radicalmente desde la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022. Para Europa, la expansión de su bloque se ha vuelto una prioridad geopolítica: estabilizar los Balcanes es evitar que se conviertan en peones de Moscú o Pekín.

Actualmente, seis países están en distintas etapas de accesión a la UE: Serbia, Montenegro, Macedonia del Norte, Albania, Bosnia-Herzegovina y Kosovo (este último tras su reconocimiento por la mayoría de los miembros del bloque). El impulso integrador recibió un nuevo aliento tras la guerra en Ucrania, pero este solo será efectivo si los países candidatos se alinean en valores democráticos y política exterior.

Las encrucijadas del presidente Vučić

Los próximos meses serán cruciales para saber si Serbia decide mantener su rumbo hacia la Unión Europea o reforzar sus lazos con Rusia y China. De un lado, tiene el potencial económico, el mercado común y los fondos de cohesión de la UE. Del otro, la certeza de un respaldo energético y diplomático inmediato desde Moscú y Pekín.

Serbia tiene una población de alrededor de 6.7 millones de habitantes. Según sondeos realizados en 2024 por el Instituto de Asuntos Europeos de Belgrado, un 48% de los serbios desea unirse a la UE, mientras un 35% prefiere mantener distancia. Este dividido panorama refleja el dilema identitario que arrastra el país desde el colapso de Yugoslavia.

Con las elecciones legislativas previstas para finales de 2025, Vučić aún tiene el respaldo de un electorado nacionalista, pero el creciente descontento urbano y juvenil podría cambiar el equilibrio político.

¿Es posible una tercera vía?

Algunos académicos y diplomáticos plantean que Serbia aspira a seguir una política de multi-alineación, similar a la de India o de algunos países del Sudeste Asiático: mantener la cooperación económica con Oriente mientras apuesta a la integración occidental sin lazos de lealtad exclusiva.

Sin embargo, Bruselas ha dejado claro que no habrá integración sin alineación política. La neutralidad en tiempos de guerra no es una opción válida. Como dijo Kallas: "Los valores que se defienden definen el lugar que ocuparás en el futuro europeo".

Las cartas están sobre la mesa. Ahora le toca a Serbia decidir con quién quiere jugar su próximo partido: ¿seguirá apostando al statu quo de relaciones ambiguas o se decidirá finalmente por un camino europeo con todas sus implicaciones? En cualquiera de los casos, las consecuencias serán profundas y duraderas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press