No Mow May y el jardín salvaje: ¿Revolución ecológica o simple excusa para no cortar el césped?

Un vistazo al movimiento que reta las normas de la jardinería tradicional en nombre de los polinizadores, el agua y la biodiversidad

De jardines perfectos a praderas urbanas: el nacimiento del 'No Mow May'

Durante décadas, el ideal suburbano estadounidense estuvo representado por el césped perfectamente cortado, verde y uniformemente regado. Sin embargo, una nueva revolución ambiental ha comenzado a hacer florecer las calles con un aspecto más silvestre. Movimientos como No Mow May (No Cortes en Mayo), Let It Bloom June (Déjalo Florecer en Junio) y Leave the Leaves (Deja las Hojas) promueven un enfoque más natural para el mantenimiento del césped con beneficios ecosistémicos. Esta tendencia ha ganado adeptos tanto en Estados Unidos como en Europa, impulsada por organizaciones como Plantlife en Reino Unido, el Cumberland River Compact en Tennessee y otros grupos de conservación que destacan los beneficios de convertir jardines residenciales en pequeños refugios de biodiversidad.

Los beneficios ecológicos: polinizadores, agua y vida silvestre

Según la Environmental Protection Agency (EPA), más del 30% del consumo de agua residencial en EE.UU. se destina al riego de jardines. Esta práctica intensiva, junto con el uso de pesticidas y fertilizantes, degrada hábitats y contamina mantos freáticos. La filosofía detrás de No Mow May propone reducir estas prácticas para:
  • Fomentar la biodiversidad en las zonas urbanas
  • Conservar el agua durante estaciones secas
  • Proporcionar refugio y alimento a polinizadores como abejas y mariposas
  • Mejorar la estructura del suelo y reducir la escorrentía
Jason Sprouls, del Cumberland River Compact, lo resume así: "Cuando llueve, más agua es capturada por los jardines naturales que por los céspedes tradicionales, lo cual reduce significativamente la presión sobre nuestras redes pluviales".

El caso de Amanda Beltranmini Healen: activismo desde el jardín

En Nashville, Amanda Beltranmini Healen encarna esta transformación en su propio patio. Al adquirir una casa en 2016 con el típico césped podado para la venta, decidió experimentar con parches de vegetación nativa. Plantó solidagos y dejó que creciera el pasto alto. A pesar de las cartas del municipio instándola a cortar, defendió su espacio con carteles de No Mow May proporcionados por organizaciones locales. Hoy, su jardín alberga cardenales, petirrojos, ratonas y hasta ciervos pequeños, además de docenas de especies de insectos. "Es una sinfonía todas las mañanas. Hay tantos sonidos de pájaros cuando migran que parece un concierto", cuenta con orgullo.

¿Moda pasajera, excusa o solución real?

No todos han abrazado el movimiento sin reservas. Algunos críticos argumentan que una abstinencia mensual no suficiente para revertir décadas de daños ecológicos. Aaron Steil, especialista en horticultura de la Universidad de Iowa, sugiere una aproximación más estratégica: reducir la frecuencia del corte a cada dos semanas y reemplazar el césped por plantas que florezcan todo el año. Las críticas señalan además que dejar crecer cualquier tipo de vegetación puede facilitar la aparición de especies invasoras como la Hiedra Inglesa o el Cardo Canadiense, que afectan negativamente a los ecosistemas.

La ciencia detrás del ‘desorden’

Un césped sin cortar permite el desarrollo de raíces más profundas y robustas. Estas raíces mejoran la estructura del suelo al descompactarlo, facilitando la infiltración del agua y reduciendo el riesgo de erosión. Los expertos también señalan que los bichos, gusanitos y larvas que prosperan en estos ambientes forman parte fundamental de la cadena trófica, proveyendo alimento a aves y mamíferos. Incluso en zonas urbanas, un solo jardín puede generar un “efecto colmena”, atrayendo a polinizadores y sirviendo como paso seguro entre parques o reservas.

Brandon Griffith: dejar crecer y observar la magia

Otro residente de Nashville, Brandon Griffith, se sumó al movimiento por una razón muy sencilla: “Estaba cansado de cortar el pasto”. Pero con el tiempo se dio cuenta de los beneficios inesperados. Ahora su jardín es hogar de mariposas, abejas y una variedad de insectos que fascinan a los niños del vecindario. Su hijo de cuatro años juega descubriendo gusanos y lagartijas. “Es relajante, salgo a caminar por el jardín y simplemente disfruto viéndolo”, confiesa Griffith.

Un cambio cultural: de prados franceses a reservas urbanas

Los céspedes inmaculados tienen raíces culturales europeas, inspirados en los jardines de Versalles o los campos de cricket ingleses. Pero en el contexto climático actual, esos ideales son cada vez más difíciles —e irresponsables— de mantener. El cambio empieza al aceptar que la estética también puede ser ecológica. Los jardines silvestres pueden ser bellos, funcionales y ofrecer paz, como señala Beltranmini: “No es simplemente dejar crecer, es aprender qué conservar, qué eliminar y cómo dejar que la vida fluya”.

¿Por qué molesta tanto un césped alto?

Parte de la resistencia frente al movimiento viene de una cuestión social: el juicio del “buen vecino”. La presión por mantener cortado el césped no solo es estética, sino también una señal (para muchos) de limpieza, responsabilidad e incluso valores morales. Es común que los ayuntamientos emitan multas por "vegetación excesiva", aunque con el crecimiento del movimiento muchos residentes están logrando acuerdos y permisos especiales como ocurre en Nashville. Carteles de participación ambiental son una de las formas más usadas para evitar problemas con autoridades u otras personas del barrio.

Y ahora… ¿qué sigue?

A medida que ciudades como Portland, Austin o Minneapolis adoptan iniciativas de paisajismo ecológico, el “No Mow May” se convierte en un disparador importante de un cambio más profundo: reconsiderar qué entendemos por naturaleza, por hogar, por sostenibilidad urbana. Convertir el césped en hábitat, aunque parezca menor, podría ser uno de los pequeños grandes cambios para enfrentar retos como la escasez de agua, la pérdida de biodiversidad y la desconexión creciente con la naturaleza. Para quienes quieren comenzar, los expertos sugieren:
  • Investigar sobre especies nativas de su región (consultar viveros o centros de conservación locales)
  • Iniciar con un solo parche de prueba
  • Colocar señalización visible explicando el propósito ecológico
  • Evitar especies invasoras
La revolución verde, esta vez, puede empezar en tu propio patio. Y quizás, lo que ayer parecía flojera... hoy es activismo en flor.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press