Entre pesticidas, salud infantil y agricultura: la batalla política que sacude a EE.UU.

La controversia en torno al informe ‘Make America Healthy Again’: ¿es posible proteger la salud de los niños sin perjudicar el campo?

Las tensiones crecen en Washington por el informe MAHA

Una nueva batalla se avecina en Washington, y no es solo política, sino también ideológica y sanitaria. Todo gira en torno al informe "Make America Healthy Again (MAHA)", una iniciativa impulsada por el presidente Donald Trump y liderada por el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr., cuya publicación promete un profundo análisis del impacto del estilo de vida estadounidense en las enfermedades infantiles.

El informe, que se espera para esta misma semana, ya ha desatado controversia antes incluso de ver la luz. Por un lado, grupos agrícolas y legisladores republicanos temen que se ataque al glifosato, el ingrediente activo en herbicidas como el Roundup. Por otro lado, defensores de la salud pública, activistas y un sector de seguidores del propio Kennedy exigen que se denuncien los peligros de la exposición química infantil y se tomen más medidas reguladoras.

¿Qué es el MAHA y por qué es tan polémico?

La Comisión MAHA fue creada por orden ejecutiva en febrero de este año con el objetivo de investigar cómo los medicamentos, los químicos y la alimentación afectan a la salud infantil. Específicamente se enfoca en enfermedades como obesidad, depresión infantil y trastorno de déficit de atención (TDAH). El presidente Trump prometió tener listo el informe inicial en 100 días.

La comisión está formada por altos funcionarios del gobierno, incluyendo al propio Kennedy; Brooke Rollins del Departamento de Agricultura; Jay Bhattacharya (director de los Institutos Nacionales de Salud); y el Comisionado de la FDA Marty Makary.

El problema: la comisión no ha sido transparente, no ha realizado reuniones públicas y solo se han compartido fragmentos editados de una junta privada. La incertidumbre sobre sus conclusiones ha generado un enfrentamiento público que ya se discute en el Congreso.

El glifosato en el ojo del huracán

Uno de los puntos más tensos gira en torno al glifosato, el herbicida más usado en el país. Introducido al mercado hace más de 50 años, se le atribuye una revolución en la agricultura moderna al facilitar el control de malezas con menos labranza del suelo y ahorro de combustible. Pero también es una sustancia cuestionada internacionalmente.

En 2015, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (parte de la Organización Mundial de la Salud) clasificó al glifosato como un posible carcinógeno humano. Esto encendió las alarmas de organizaciones de salud, promoviendo demandas y estudios en EE.UU. e internacionalmente.

Sin embargo, en sectores agrícolas, el discurso es otro. “Todavía lo usamos porque funciona”, dijo Blake Hurst, agricultor de Misuri y expresidente del Buró Agrícola estatal. Agricultores aseguran que sin pesticidas, habría menos producción, más erosión del suelo y mayores costos operativos.

Y esto tiene relevancia electoral. Según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU., más del 85% del maíz y la soya en el país están modificados genéticamente para resistir al glifosato.

Republicanos vs. Robert F. Kennedy Jr.

Hijo del exfiscal general y sobrino del expresidente John F. Kennedy, Robert F. Kennedy Jr. ha construido su figura como abogado ambiental y crítico implacable de las corporaciones farmacéuticas y químicas. Es alguien que no teme el conflicto, y ahora desde el interior del gobierno, está librando su batalla más visible.

Kennedy ha afirmado que no hay nada en el informe que deba preocupar a los agricultores. “No vamos a hacer nada que ponga en peligro el modelo agrícola”, señaló en una audiencia en el Senado al ser cuestionado por la senadora Cindy Hyde-Smith (Mississippi).

Pero 79 legisladores republicanos enviaron una carta donde expresan su preocupación por posibles limitaciones a productos como el glifosato: “Sin estas herramientas, el rendimiento y la cantidad de nuestra producción agrícola se verían negativamente afectados”.

Los que exigen más regulación

No todos desconfían del informe. Es más, 360 activistas y seguidores de Kennedy firmaron una carta instando a que la comisión responsabilice a la industria química: “La evidencia se acumula, y los riesgos por la exposición a pesticidas son innegables”.

Dave Murphy, activista ambiental y recaudador de fondos para la campaña presidencial independiente de Kennedy, afirmó que sometió una extensa documentación científica sobre pesticidas para ser considerada. Sin embargo, teme presión política interna para restar importancia al tema.

Entre las investigaciones entregadas están análisis recientes que detectan glifosato en orina infantil y hasta en cereales para el desayuno. De hecho, un estudio de la Universidad de California, Berkeley publicado en Environmental Research encontró rastros del herbicida en más del 80% de muestras de niños urbanos en EE.UU.

La dualidad del gobierno: salud infantil vs. economía agrícola

Este debate refleja uno de los dilemas más persistentes de la política estadounidense: el equilibrio entre salud pública y economía. ¿Cómo promover una mejor salud infantil si el modelo industrial de producción masiva depende de químicos cuestionables?

A esto se suma el creciente número de niños estadounidenses diagnosticados con enfermedades crónicas. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC):

  • Alrededor del 19.7% de los niños entre 6 y 11 años sufre obesidad.
  • El 9.8% ha sido diagnosticado con TDAH.
  • Las tasas de depresión infantil han aumentado un 27% desde 2016.

Kennedy propone que parte del problema radica en la combinación de alimentos ultraprocesados, químicos agrícolas y exceso de prescripción médica en menores. Aunque sus detractores lo tildan de alarmista, sus ideas han ganado tracción especialmente entre votantes jóvenes y padres preocupados.

Presupuesto, recortes y prioridades cuestionadas

El informe MAHA forma parte de un paquete presupuestario más amplio impulsado por el gobierno Trump que propone añadir $500 millones al programa, pero también recortar drásticamente fondos para prevención de enfermedades infecciosas, salud materna e investigación médica. Esta dualidad ha provocado críticas desde ambos partidos.

Senadores como Chuck Grassley (Iowa) han levantado la voz a favor del sector agrícola, denunciando la exclusión del gremio en la elaboración del informe. Otros legisladores demócratas observan que si los recortes afectan programas sociales clave, el país puede estar yendo en dirección opuesta a lo que significa “salud pública”.

Además, la falta de transparencia alimenta sospechas. Kennedy nunca realizó una reunión pública de la comisión, y la Casa Blanca ha evitado responder preguntas sobre la fecha exacta de publicación o su contenido.

La salud como campo de batalla político

Lo que está claro es que EE.UU. vive una redefinición de su política de salud pública. La combinación de intervención federal, discursos anti-corporativos, presión del campo y polarización mediática ha convertido a la estrategia MAHA en el más reciente punto divisivo en Washington.

Si el informe defiende el uso continuado de productos como el glifosato, activistas y defensores de la salud infantil lo tacharán de complot pro-industria. Si critica fuertemente a las prácticas agrícolas modernas, cientos de agricultores y sus aliados republicanos lo verán como un ataque al corazón del sistema productivo estadounidense.

¿Puede ganar ambas batallas Kennedy? ¿Es posible lograr un país más saludable sin alienar al sector alimentario? Esta lucha, que combina ciencia, política, derechos civiles e intereses corporativos, está lejos de terminar. Pero de algo podemos estar seguros: la salud de los niños está dejando de ser un tema técnico y se transforma en el nuevo epicentro del debate ideológico estadounidense.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press