Crisis en la capital mexicana: el asesinato político que sacude a la CDMX

El doble homicidio de altos funcionarios del gobierno de Clara Brugada revela una nueva y peligrosa realidad para la seguridad en la ciudad más poderosa del país

El asesinato de Ximena Guzmán, secretaria personal de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, junto con el asesor José Muñoz, ha estremecido a una ciudad que durante años había presumido relativa tranquilidad frente a la violencia del narcotráfico que azota a otras regiones del país.

Un crimen perfectamente planeado: detalles del ataque

La emboscada ocurrió la mañana del martes en la colonia Moderna, una zona central de la capital. Fue un ataque quirúrgico, en palabras de investigadores, ejecutado con precisión y con un conocimiento profundo de las rutinas de las víctimas. Según declaraciones de la fiscal Bertha Alcalde Luján, al menos fueron usados tres vehículos distintos durante la huida del sicario, incluyendo una motocicleta que se utilizó en el primer tramo tras el ataque.

Uno de los elementos más escalofriantes es que Ximena Guzmán fue alcanzada por ocho balas, mientras que José Muñoz recibió cuatro disparos. Sus cuerpos quedaron tendidos en el automóvil en plena vía pública. La evidencia apunta a una ejecución directa, con un nivel de planeación inusual incluso para los estándares del crimen organizado mexicano.

¿Una vuelta del narco a la ciudad o un ajuste político?

A pesar de la brutalidad del ataque, las autoridades han sido cautelosas en atribuir el crimen a algún grupo específico del crimen organizado. Alcalde Luján confirmó que aún no existen indicios claros para vincular este evento con algún cártel, aunque los métodos utilizados recuerdan al estilo de ejecuciones del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), culpado anteriormente por emboscadas similares como la sufrida por el entonces secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, en 2020.

¿Se trató de una represalia por razones políticas o un aviso de que el narco ya no se esconde en la capital? Ambas teorías siguen abiertas, pero algo quedó claro: el velo de seguridad en la Ciudad de México ha sido rasgado.

¿Por qué ahora? El contexto resulta inquietante

La tensión se enmarca en un año electoral estratégico. Recordemos que Claudia Sheinbaum, exjefa de gobierno de la Ciudad de México y actual presidenta de México, proviene del mismo grupo político que Clara Brugada. La alcaldesa electa para sustituir a Sheinbaum durante su candidatura presidencial está ahora en el ojo del huracán.

Según académicos del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), los ataques al personal político en la capital adquieren mayores implicaciones simbólicas: “La Ciudad de México ha sido durante años el bastión de la izquierda; un ataque como este puede reinterpretarse no solo como una escalada del crimen, sino como un debilitamiento del Estado en zonas consideradas inexpugnables.”

Una seguridad aparente: ¿falló el sistema de inteligencia?

A pesar de trabajar con figuras de alto perfil, Guzmán y Muñoz no contaban con medidas de seguridad especiales. El jefe de la policía capitalina, Pablo Vázquez Camacho, confirmó que ambos habían recibido asesoría básica de autoprotección, pero se manejaban sin escoltas ni vehículos blindados.

¿Acaso se trató de una confianza excesiva en la aparente tranquilidad que reinaba en la CDMX? ¿O una subestimación institucional de los riesgos reales? Sea como sea, este evento revela una fractura en el sistema preventivo que debería proteger a los funcionarios clave de la administración capitalina.

La reacción pública: indiferencia generalizada y miedo escondido

El día después del atentado, la normalidad reinaba. A escasos metros de donde sucedió el atentado, los transeúntes caminaban indiferentes. Algunos ni siquiera sabían lo ocurrido. Una estudiante universitaria, Loretta García Oriz, lo explicó bien: “Pasar por aquí me da el mismo trauma. Ayer vi los cuerpos. Hoy ya todo volvió a la normalidad.”

Oscar Sánchez, dueño de un puesto de tacos cercano, resumió el sentimiento con una frase inquietante: “Sea político o ciudadano, es lo mismo. A cualquiera nos puede pasar.”

Una capital que ya no es santuario

Durante años, la CDMX fue percibida como “la burbuja”: alejada de la violencia sangrienta del norte del país, protegida por un cuerpo policial robusto y círculos de poder estrechamente vigilados. Pero ese mito se desmoronó en junio de 2020 con el intento de asesinato de García Harfuch. Ahora, con este doble homicidio, ese velo protector ha sido definitivamente arrancado.

El hecho de que se haya registrado en plena vía pública y en una zona céntrica demuestra que ya no hay lugar sagrado. Y si esto le ocurre a los servidores cercanos al poder, ¿qué puede esperar el ciudadano común?

¿Qué sigue? Escenarios posibles

  • Escalada del crimen organizado: si el crimen fue efectivamente ejecutado por el CJNG u otro grupo criminal, podríamos estar al borde de una expansión de su actividad visible en el corazón político del país.
  • Lucha interna por el poder territorial en la capital: algunos analistas sugieren que ciertas zonas de la CDMX están viviendo una reconversión del control criminal, especialmente en alcaldías periféricas como Iztapalapa o Gustavo A. Madero.
  • Ajustes de cuentas políticos: dado el momento electoral, la hipótesis de un mensaje político no puede descartarse. La cercanía de las víctimas con Brugada eleva estas sospechas.

¿Y el gobierno federal?

La presidenta Claudia Sheinbaum ha sido cauta en su declaración pública, sin mencionar directamente al crimen organizado ni comprometer responsabilidades directas. Esta moderación ha sido criticada por sectores de la oposición, quienes ven en el silencio una estrategia para bajar la tensión, pero también un fracaso en adoptar medidas contundentes de seguridad.

Mientras tanto, la fiscalía continúa con su investigación, aunque sin resultados concluyentes hasta ahora. No hay personas detenidas ni móviles confirmados.

Una herida abierta en la democracia

La muerte de Ximena Guzmán y José Muñoz no es solo un episodio trágico en la historia reciente de la capital: es un símbolo del momento crítico que atraviesa la democracia mexicana. Cuando asesinar a quienes dedican su vida al servicio público se convierte en una realidad cotidiana, es momento de preguntarnos si estamos preparados para lo que se avecina.

El análisis político hoy debe expandirse más allá de las urnas y las campañas: debe atender a la seguridad estructural, al debilitamiento del Estado de derecho y al aumento de la impunidad en las élites criminales que no temen enviar mensajes tan directos como una ráfaga de 12 balas en pleno corazón de la ciudad.

Esta no es solo una noticia que se olvida con el ciclo mediático: es un punto de inflexión. Lo que las autoridades hagan (o no) marcará el tono de la gobernabilidad en uno de los países más desafiantes del mundo en términos de seguridad pública.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press