Santuarios en guerra: El drama del refugio animal atrapado en la violencia del narco en Culiacán
La batalla del Santuario Ostok por proteger la vida salvaje en medio del caos del Cártel de Sinaloa
Una selva de concreto en guerra
El Santuario Ostok, ubicado a las afueras de Culiacán, Sinaloa, fue durante años un refugio seguro para más de 700 animales exóticos, muchos de ellos exmascotas de capos del narcotráfico o rescatados de circos. Tigres, elefantes, leones y jaguares convivían bajo la protección de un equipo de veterinarios decididos a apagar las cicatrices de un pasado turbulento. Pero desde hace meses, el conflicto entre facciones rivales del Cártel de Sinaloa ha convertido este oasis en uno de los frentes más insólitos de la guerra del narco: una batalla por la supervivencia animal en medio del fuego cruzado.
El inicio del caos: rivalidades que desangran Sinaloa
En 2023, un secuestro detonó la fractura entre dos facciones del Cártel de Sinaloa. La entrega del líder de una de las facciones a autoridades estadounidenses, supuestamente por orden de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, reconfiguró la estructura criminal del estado. Desde entonces, la violencia se ha extendido velozmente, paralizando comunidades, cerrando negocios y empujando a la población civil a una cotidianidad marcada por el miedo.
Según el analista de seguridad David Saucedo, el choque entre estos grupos ha derivado en tácticas desesperadas: robos, extorsiones, secuestros y enfrentamientos constantes en las calles de Culiacán, una ciudad que alguna vez fue considerada relativamente “tranquila” gracias al férreo control del cártel unificado. Hoy, ese control ha cedido paso al caos.
Ni los animales están a salvo
El Santuario Ostok se encuentra justo en los límites de Jesús María, bastión de “Los Chapitos”, una de las facciones enfrentadas. Esto ha convertido al refugio en un blanco accidental del conflicto. En palabras de Ernesto Zazueta, presidente del santuario: “Nunca hemos visto violencia tan extrema. Esto no es solo una amenaza para las personas; los animales están sufriendo profundamente.”
Durante los picos de violencia, los cuidadores han reportado haber estado cercados por enfrentamientos armados, cortes de suministro, amenazas de muerte y llamadas intimidantes que exigen dinero a cambio de ‘protección’. Zazueta indica que al menos dos animales han muerto y varios han perdido pelaje o desarrollado síntomas de estrés severo debido a balaceras cercanas o crisis nerviosas.
El éxodo de la fauna: una mudanza desesperada
En mayo, tras meses de planificación clandestina, el personal comenzó a reubicar a los animales hacia un nuevo refugio en Mazatlán. La decisión fue catalizada por una emergencia médica: Bireki, una de las dos elefantas del recinto, lastimó una pata y ningún especialista se atrevió a ingresar a Culiacán para tratarla.
Los veterinarios, con ayuda de la Guardia Nacional Mexicana, iniciaron entonces uno de los traslados más ambiciosos en la historia de los refugios animales en América Latina. Con camiones escoltados y contenedores especiales, partieron con la esperanza de hallar estabilidad a varios kilómetros de distancia. “Nos preguntamos: ¿Qué estamos haciendo aquí? Si no nos vamos, no podremos seguir protegiéndolos”, confesó Zazueta.
Narcopets: las víctimas olvidadas del lujo criminal
No es coincidencia que muchos de los animales albergados en Ostok provengan de antiguos capos. En Sinaloa, durante años circuló el mito —con tintes reales— de que traficantes de alto nivel coleccionaban tigres, leones y monos como símbolos de estatus. Algunas leyendas urbanas incluso aseguran que ciertos líderes del narco alimentaban a sus mascotas con las víctimas de traiciones.
Diego García, rescatista del santuario, ha recuperado en plazas y ranchos bengala con cadenas al cuello, abandonados tras operativos o enfrentamientos. “El más impactante fue un león desnutrido en una azotea, sin sombra, sin agua, y rodeado de disparos”, recuerda. García ahora vive bajo amenazas constantes. “Nos llaman, dicen que saben dónde vivimos, que dejemos de ‘robar’ sus animales”.
Animales en medio del narcoestado
Sinaloa representa uno de los tantos síntomas del narcoestado mexicano. Los animales se han sumado, silenciosamente, a la lista de víctimas colaterales. Están atrapados entre enfrentamientos carentes de reglas, entre la negligencia oficial y la indiferencia pública.
Zazueta acusa a las autoridades estatales de abandono. “Durante ocho meses pedimos ayuda. Nadie contestó”. En ese periodo, médicos fueron asaltados, camiones robados y algunos miembros del personal agredidos verbalmente. En febrero, García fue amedrentado por encapuchados que le robaron instrumental veterinario, medicamentos y la unidad de ataque.
La otra batalla: cuidar en la incertidumbre
Además de la violencia física, los cuidadores enfrentan otra: la emocional. Conviven con felinos melancólicos, primates traumatizados y elefantes con depresión crónica. Tratan a los animales como pacientes con trastorno de estrés postraumático (TEPT). No es investigación especulativa. Según un estudio de la University of Edinburgh de 2019, algunos animales rescatados de contextos violentos desarrollan comportamientos repetitivos, pérdida del apetito y síndrome de autoagresión, síntomas equiparables al TEPT en humanos.
Mazatlán: ¿Una esperanza real?
El nuevo santuario en Mazatlán les ofrece una oportunidad de comenzar de nuevo, aunque los signos de inestabilidad también se asoman en la ciudad costera. Para muchos, no es una elección ideal, sino el menos riesgoso de los caminos abiertos. García duda del futuro: “Aquí (en Culiacán) ya no se puede vivir. Pero allá, ¿cuánto durará hasta que llegue el conflicto?”.
Nación en negación
Más allá del caso del Santuario Ostok, lo que sucede en Sinaloa es el reflejo de un país donde la violencia nos arranca pedazos, incluso aquellos que considerábamos sagrados, como la vida silvestre. El drama de estos cuidadores se convierte en una parábola amarga: cuando la violencia lo consume todo, ni la bondad más elemental —cuidar de quienes no pueden defenderse— es posible.
Hoy existen más de 2,000 especies exóticas decomisadas en México durante los últimos diez años, muchas de ellas sin un lugar a dónde ir ni personal profesional que las atienda. Y mientras el narco siga gobernando territorios enteros con impunidad, seguirán apareciendo más tigres encadenados, más elefantes con heridas sin curar, y más cuidadores cruzando balaceras con jaulas en la espalda.
El Santuario Ostok intentó resistir. Ahora huye. Pero no por cobardía, sino por amor —por una necesidad urgente de seguir salvando, aunque sea en otro lugar.