Mali pierde una oportunidad dorada: el corte de fondos de USAID pone en jaque la educación en lenguas maternas
Miles de jóvenes malienses ven truncados sus sueños tras la eliminación de un programa clave de alfabetización respaldado por EE.UU.
Un futuro prometedor que se esfuma
Para Aminata Doumbia, una joven de 18 años de Mali, el proyecto “Shifin ni Tagne” —expresión que significa “nuestro futuro” en bambara, lengua local— representaba más que una simple oportunidad educativa. Era una vía de escape del círculo intergeneracional de pobreza e ignorancia en el que se encuentran atrapados millones de sus compatriotas. Ella soñaba con convertirse en pastelera, pero hoy sus sueños han quedado en pausa indefinida.
Como Doumbia, otros 20.000 jóvenes se beneficiaban del programa financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el cual recibió $25 millones durante un periodo de cinco años. Pero todo eso colapsó tras la decisión del expresidente Donald Trump de suspender el 90% de la ayuda exterior de dicha agencia. Un recorte devastador cuyas consecuencias siguen resonando en las regiones más vulnerables de Mali.
El analfabetismo, un obstáculo estructural
Mali, con una población de más de 22 millones de personas, enfrenta índices alarmantes de analfabetismo. Según Sylla Fatoumata Cissé, directora de la agencia gubernamental para la educación no formal y las lenguas nacionales, alrededor del 70% de la población no sabe leer ni escribir. Este dato refleja no solo la precariedad educativa, sino también la marginalización de las lenguas locales frente al francés, el idioma impuesto desde la época colonial.
“Con la enseñanza en lenguas maternas es posible avanzar de forma mucho más rápida hacia la alfabetización masiva de la población”, explica Issiaka Ballo, profesor e investigador en lenguas nativas de la Universidad de Bamako. Pero mientras solo un 30% de los malienses ha pasado por una educación formal en francés, el aprendizaje en las lenguas locales ofrecía esperanza tangible para las masas.
La estructura del proyecto: educación que empodera
“Shifin ni Tagne” no solo se trataba de aprender a leer y escribir. Era un programa integral que ofrecía capacitación en oficios como peluquería, carpintería, costura, soldadura y elaboración de repostería. Según Modibo Sissoko, supervisor de alfabetización de la Asociación Maliense para la Supervivencia en el Sahel, los beneficiarios aprendían habilidades productivas que les permitían generar ingresos y sostener a sus familias.
“La alegría que sentí al ser seleccionada para el proyecto ha sido reemplazada por tristeza”, confiesa Doumbia.
Los testimonios abundan. Oumou Traoré, madre de dos hijos y agricultora, dice: “Desde que aprendí a calcular el peso de mis cebollas y llevar mis cuentas en mi lengua materna, yo misma vendo mis productos”. Gracias a la formación recibió, ahora gana $95 por semana frente a los $60 anteriores.
Una pérdida que va más allá de las aulas
El daño provocado por la retirada de USAID va mucho más allá del cierre prematuro de un ciclo escolar. La intervención estadounidense también había apoyado la introducción de la alfabetización en lenguas maternas en 1.000 escuelas públicas, como la Escuela Gaoussou Dabo en Bamako. Aunque los maestros capacitados continúan sus labores, los mecanismos de seguimiento y evaluación han cesado, según Amadi Ba, consejero pedagógico.
“Fue un gran impacto para nosotros”, afirma. “No solo dejamos de recibir apoyo logístico, sino que también perdimos una red crucial de evaluación, sin la cual no sabemos si estamos avanzando o retrocediendo”.
Cambios políticos y abandono internacional
La situación se ha agravado tras el golpe de estado de 2021, que llevó al poder al coronel Assimi Goita. Desde entonces, la mayoría de los socios internacionales de Mali, especialmente de Europa, han cesado su cooperación. Frente a este vacío, el gobierno de transición ha girado sus ojos hacia Rusia, cuyas operaciones militares en la región despiertan tanto expectativas como temores debido a acusaciones de abusos contra los derechos humanos por parte de mercenarios rusos.
“Sustituir a USAID será casi imposible”, sostiene Fatimata Touré, directora del Grupo de Investigación, Estudio y Formación (GREF). “USAID no solo aportaba fondos, sino también experiencia y estructura. Ahora, todo eso desapareció”.
Una reforma educativa sin cimientos
En 2023, el gobierno militar tomó una decisión trascendental: declarar las lenguas nacionales como idiomas oficiales, relegando el francés a una lengua de trabajo. Una medida culturalmente significativa, pero que necesitaba de inversiones sólidas para ser implementada. Documentos oficiales como la Constitución, el Código Minero y otras leyes han sido traducidos a las lenguas locales, pero la base educativa para que la población acceda a ellos sigue sin apoyo.
“El recorte de USAID afectará negativamente este proceso, sobre todo porque fue repentino y nos tomó en medio del año escolar”, indica Cissé. “Ni siquiera tuvimos tiempo de pensar en un mecanismo de amortiguación”.
Desigualdades reforzadas por decisiones externas
Es inevitable preguntarse qué mensaje envía al mundo un país desarrollado al cortar 90% de su ayuda a una de las naciones más empobrecidas del planeta. Para la población afectada, la decisión no es solo un asunto de geopolítica, sino de supervivencia diaria. El proyecto “Shifin ni Tagne” ofrecía algo más que alfabetización: dignidad, esperanza y autonomía.
Los rostros del abandono
La retirada de USAID dejó a muchos educadores sin respaldo. Un caso emblemático es el del maestro Sidi Yaya Sangaré, quien ahora enseña bambara en un salón improvisado en el pueblo de Mountougoula. Sin supervisión ni material impreso, Sangaré trata de mantener viva una comunidad de aprendizaje con los escasos recursos disponibles.
“No quiero que nuestros niños pasen por lo mismo que nosotros vivimos”, dice mientras traza letras sobre una pizarra deteriorada. “La alfabetización en nuestra lengua nos devuelve la voz... y sin voz, no hay participación”.
Impactos femeninos: la educación como camino a la libertad
Para las mujeres, en particular, estos programas representaban una vía de empoderamiento única frente a estructuras comunitarias rígidas y a veces patriarcales. El acceso a la lectura, la escritura y oficios productivos rompe barreras sociales que las excluyen del mercado laboral y la toma de decisiones.
Programas como estos ayudan a reducir el matrimonio infantil, mejorar la salud materna y fortalecer la economía familiar. Con cada mujer empoderada, se construye una comunidad más resiliente. Pero sin estos apoyos, esas barreras se reafirman y el retroceso es inevitable.
¿Una oportunidad para la comunidad internacional?
Si bien USAID ha dejado un vacío enorme, la necesidad de continuar impulsando la alfabetización en Mali no desaparece. Organismos humanitarios, fundaciones privadas y gobiernos africanos podrían intervenir para preservar los logros hasta ahora conseguidos.
El caso de Mali ilustra por qué la cooperación internacional no puede depender de ciclos políticos internos de países donantes. La educación —y más aún, la alfabetización en lenguas originarias— es un derecho humano, no una herramienta geopolítica.
Una lección para el mundo
Lo ocurrido en Mali representa una advertencia para otros países africanos y en desarrollo que dependen excesivamente de la ayuda externa. La diversificación de fuentes de financiación, la creación de redes locales de apoyo y el fortalecimiento de capacidades internas se vuelve clave para la sostenibilidad de procesos educativos de largo plazo.
Y para los países donantes, más allá de las decisiones políticas, queda la evidencia incuestionable del poder transformador de la educación en lengua materna. Mali lo experimentó de primera mano: agricultores que ahora saben vender mejor, mujeres con nuevas habilidades, niños con mejores bases cognitivas... todo, por el simple acto de enseñarles a leer en el idioma que sus madres les enseñaron a hablar.
El futuro de Mali —y en muchos aspectos, el del continente africano— pasa por inversiones paciente, profundas y culturalmente sensibles en educación. Que el “Shifin ni Tagne” no se convierta sólo en la historia de una oportunidad perdida, sino en el comienzo de una renovada urgencia por actuar.