La oscura herencia del nuevo Papa: ¿Reformas o más silencio frente a los abusos eclesiásticos?
Críticas aumentan sobre el historial de Robert Prevost y su papel en escándalos clericales en Chicago, Latinoamérica y el Vaticano
Un nuevo Pontífice bajo el escrutinio global
Desde que fue elegido como el nuevo Papa bajo el nombre de Leo XIV, el cardenal Robert Prevost ha despertado tanto expectativas como críticas. Proveniente de Chicago, este nuevo líder espiritual de la Iglesia Católica ha sido señalado por organizaciones de víctimas de abusos eclesiásticos por no haber hecho lo suficiente para detener a sacerdotes acusados de delitos sexuales durante sus años como líder religioso en Estados Unidos, Perú, Colombia, Canadá y Australia.
Detrás del ascenso del nuevo papa hay una historia que los sobrevivientes de abuso insisten en sacar a la luz pública. La organización SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests) ha sido tajante: Leo XIV no ha sido señalado de cometer abusos, pero su supuesta inacción y decisiones dudosas en casos clave podrían marcar su pontificado con la sombra del encubrimiento.
De Chicago a Roma: un pasado que persigue
Robert Prevost comenzó su carrera religiosa en la Orden de San Agustín en Chicago y ocupó el cargo de líder regional a partir de 1999. En ese rol, heredó ciertos casos controvertidos, como el de un sacerdote que, pese a enfrentar numerosas acusaciones de abuso sexual, terminó trabajando como guía turístico en el Acuario Shedd de Chicago, un lugar frecuentado por niños.
“De haber recibido información sobre las acusaciones, jamás hubiéramos contratado a esta persona”, afirmó el Acuario en una carta de 2003.
Según SNAP, Prevost debió intervenir antes, especialmente considerando que el sacerdote en cuestión estaba rodeado de menores. No lo hizo. Y esa, según las víctimas, ha sido una constante en su trayectoria.
América Latina también alzó la voz
La polémica no se ciñe solo a Estados Unidos. En Chiclayo, Perú, donde Prevost fue obispo entre 2014 y 2023, tres mujeres denunciaron en 2022 a dos sacerdotes por abuso sexual. El caso fue remitido al Vaticano, que lo cerró sin hallazgos concluyentes. Años después, con un nuevo obispo, el caso fue reabierto. ¿La razón? Críticas sobre una investigación insuficiente durante el mandato de Prevost.
Además, Prevost tuvo una participación directa en la investigación del Sodalitium Christianae Vitae, un movimiento peruano suprimido por Papa Francisco por múltiples abusos. Su rol como inquisidor de este grupo lo enfrentó a poderosos enemigos dentro y fuera del movimiento, quienes han compartido múltiples acusaciones en su contra en redes sociales.
De prefecto del Dicasterio para los Obispos al trono papal
Prevost no fue solo obispo. Cuando dejó Chiclayo, fue nombrado en 2023 jefe del Dicasterio para los Obispos, el organismo vaticano encargado de supervisar a los líderes de la Iglesia. Desde ahí, tuvo participación en la investigación de casos de obispos acusados de abusos en Colombia, Canadá y Australia.
Aunque Prevost no tenía la autoridad final —esa le corresponde al Papa—, SNAP afirma que su papel fue clave en recomendaciones que permitieron que algunos obispos acusados renunciaran pero mantuvieran su estatus clerical.
“Este es el lado oscuro de Prevost, el lado que ahora podemos revelar”, sentenció Peter Isely de SNAP.
Una política de cero tolerancia que sigue sin globalizarse
Desde la revelación del escándalo de Boston en 2002, la Iglesia Católica en Estados Unidos implementó una política de cero tolerancia: cualquier sacerdote que cometa un sólo acto comprobado de abuso debe ser removido permanentemente del cargo.
Sin embargo, esa política nunca se ha adoptado globalmente. Las demandas para que el nuevo Papa Leo XIV institucionalice esta regla universalmente son cada vez más fuertes. SNAP también exige una comisión internacional de la verdad, un sistema integral de reparaciones a las víctimas, y una transparencia total en todos los casos de abuso.
“La esperanza muere al último…”
En una rueda de prensa en Chicago, Shaun Dougherty, presidente de SNAP y él mismo sobreviviente de abuso clerical, fue claro:
“Es nuestra esperanza que el Papa Leo haga lo correcto, pero sinceramente, nuestra experiencia nos dice que necesitará presión”.
Algunos analistas eclesiásticos señalan que es poco probable que el nuevo Papa mueva rápidamente los cimientos del Vaticano para reformar radicalmente la forma en que se maneja el abuso clerical, sobre todo teniendo en cuenta su propia trayectoria.
Más allá del beneficio de la duda
No se trata sólo de lo que el Papa haya hecho o no. Se trata del mensaje que envía. Las víctimas y organizaciones como SNAP no están librando una cruzada personal; están luchando para que las políticas protejan a niños, jóvenes y comunidades frente a posibles agresores dentro de la estructura misma de la Iglesia.
“Una institución tan poderosa como el Vaticano no puede funcionar sin rendición de cuentas”, asegura Dougherty.
El futuro es incierto, pero la vigilancia continúa
En un contexto global donde muchas denuncias de abuso clerical siguen sin resolución, el nuevo Papa enfrenta una avalancha de expectativas. Su liderazgo será observado no sólo por fieles y clérigos, sino por una sociedad que ya no tolera el silencio ni el encubrimiento.
Mientras tanto, las víctimas seguirán luchando y alzando la voz. Y el mundo estará mirando.