Autismo y seguridad acuática: una urgencia silenciosa en medio del riesgo
Cómo la natación se convierte en una estrategia vital para prevenir tragedias en niños con autismo, mientras las familias enfrentan barreras de acceso, miedo y falta de preparación en los programas tradicionales
Un riesgo latente en medio del agua
En Florida, un estado donde las piscinas, lagos y playas son parte cotidiana del paisaje, se enfrenta una crisis silenciosa: la elevada tasa de ahogamientos en niños con trastorno del espectro autista (TEA). Desde 2021, más de 100 menores con diagnóstico o evaluación de autismo se han ahogado solo en este estado, según datos del Children’s Services Council del condado de Palm Beach.
Estos números escalofriantes vuelven urgente un enfoque adaptado a una realidad biológica y social única. La relación entre autismo y el riesgo de ahogamiento no es nueva, pero durante años ha sido minimizada por la falta de estadísticas, programas específicos y conciencia pública.
¿Por qué el autismo aumenta el riesgo de ahogamiento?
Una de las características del autismo es la tendencia al deambular (también conocida como 'elopement'), donde niños salen de casa sin supervisión, atraídos a menudo por elementos sensoriales como el brillo del agua. Este comportamiento, unido a una baja percepción del peligro, aumenta significativamente las posibilidades de que terminen en una situación potencialmente fatal.
El Dr. Guohua Li, profesor de epidemiología en la Universidad de Columbia, y padre de un niño autista, resumió esta preocupación en un artículo publicado en 2017: “La natación debería ser una terapia de primera línea para el autismo”.
Tragedias que pudieron evitarse
Documentos del Children’s Services Council relatan desgarradoras historias repetidas con demasiada frecuencia:
- Un niño de cinco años escapó por la puerta de mascotas y se ahogó en la piscina de su abuela.
- Una niña de seis años murió en un lago tras escalar una estantería que bloqueaba la puerta principal del apartamento familiar.
- Otro pequeño falleció en un canal tras deslizarse por un agujero en la cerca de un parque diseñado específicamente para niños con autismo.
Estos casos no solo evidencian la vulnerabilidad de esta población, sino también la falta de acceso adecuado a servicios preventivos.
El reto de enseñar a nadar a niños con autismo
Aprender a nadar es complicado para muchos pequeños, pero para niños con autismo puede ser casi inalcanzable en programas convencionales. La sobreestimulación sensorial, las rutinas inflexibles y la dificultad de comunicación les impiden participar como otros niños.
Lovely Chrisostome, madre de un niño de 6 años diagnosticado con autismo, compartió su experiencia: su hijo se escapó de casa en una ocasión y recorrió solo su vecindario —salpicado de lagos—, lo que la llevó a buscar una solución urgente. La opción: una escuela de natación adaptada al espectro autista.
Una solución específica: clases como las de "Small Fish Big Fish"
En West Palm Beach, la escuela Small Fish Big Fish ofrece un modelo ejemplar. Equipados con tarjetas visuales para facilitar la comunicación, sin silbatos que generen incomodidad sensorial y con proporciones de instructor-estudiante de uno o dos por niño, han creado un entorno seguro y adaptado.
El resultado es notable: niños antes reacios al agua, como el hijo de Chrisostome, ahora disfrutan del proceso de aprendizaje, y lo más importante, adquieren herramientas vitales para la supervivencia. “Lo que más me impactó fue su sonrisa al salir del agua”, comenta con emoción.
El costo como barrera de acceso
Uno de los principales obstáculos para muchas familias es el factor económico. Las clases privadas adaptadas pueden costar desde 50 hasta 100 dólares por sesión. Si una familia requiere múltiples sesiones por semana durante varios meses, estos costos se vuelven prohibitivos.
En respuesta, organizaciones como el Children’s Services Council han financiado programas específicos. En 2024, invirtieron 30.500 dólares en formación de instructores y clases gratis para niños autistas en el condado de Palm Beach.
Programas de impacto internacional
El problema no es exclusivo de Estados Unidos. En Australia, la organización Autism Swim ha desarrollado un programa de formación virtual que certifica a instructores en estrategias para enseñar natación a personas con autismo. Desde 2016, más de 1.400 profesionales de todo el mundo han completado su capacitación.
Cómo entrenar apropiadamente a instructores
Según Lindsey Corey, madre de un niño en el espectro, no basta con que el instructor sepa enseñar a nadar. Necesita conocer las particularidades del trastorno: señales de crisis sensorial, formas alternativas de comunicación (pictogramas, lenguaje de señas o dispositivos electrónicos), y cómo apoyar emocionalmente al menor.
Algunos consejos clave para instructores:
- Adaptar el lenguaje: Usar órdenes simples, visuales y concretas.
- Evitar estímulos estridentes: Como silbatos, música fuerte o luces parpadeantes.
- Usar recompensas positivas: Refuerzo inmediato ante logros pequeños para generar seguridad.
- Conocer los límites individuales: Cada niño es diferente; el enfoque debe ser personalizado.
Lecciones de vida y supervivencia
Un estudio publicado en el Journal of Autism and Developmental Disorders demostró que incluso con apenas 8 sesiones de terapia acuática ocupacional, muchos niños considerados no verbales o con conductas desafiantes logran mantenerse a flote, girar sobre su espalda o salir del agua por sí solos. Esto, en casos de caída accidental, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
La comunidad educativa se involucra
Los beneficios de la natación van más allá de la prevención de accidentes. En algunas escuelas especializadas, como una charter school del condado de Palm Beach, se está implementando el aprendizaje acuático como parte del currículo regular.
La directora del proyecto cuenta cómo al principio los niños ni siquiera querían subirse al autobús que los llevaba a la piscina. Al cabo de tres semanas, los organizadores observaban con asombro cómo las carcajadas y juegos reemplazaban el miedo. Alumnos que no toleraban el contacto físico aceptaban flotadores, permitían que el instructor los ayudara y respondían positivamente al agua.
Transformando la política pública
La necesidad está llevando a una presión creciente a nivel legislativo. Grupos de defensa del autismo están impulsando leyes locales y estatales que incluyan:
- Financiamiento público para clases de natación adaptadas.
- Entrenamiento obligatorio para salvavidas e instructores en centros públicos.
- Campañas de concientización dirigidas a familias recién diagnosticadas.
En algunos condados de Florida, incluso se considera incluir sesiones de water safety en las evaluaciones médicas tempranas.
Un enfoque de humanidad colectiva
Como Melissa Taylor, fundadora de Small Fish Big Fish, explicó mientras acompañaba a un niño al borde de la piscina: “Lograr que confíe en alguien en el agua es un proceso lento, a veces frustrante, pero absolutamente lleno de recompensas”.
Eso se evidencia cuando niños como el hijo de Chrisostome salen sonriendo del agua. Aprendieron a flotar. Sí, pero también a sentir que alguien los entiende.