Entre el campo y la política: el mito del 'genocidio' de agricultores blancos en Sudáfrica

Mientras los agricultores del país enfrentan crímenes comunes, la narrativa de persecución racial que impulsa el asilo en EE. UU. desvirtúa la realidad africana

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Una narrativa cuestionada en Bothaville

En el corazón agrícola de Sudáfrica, cerca de Bothaville, se celebra cada año la feria Nampo, una de las más grandes del hemisferio sur. Es un evento vibrante que atrae a productores de todo el país, con exhibiciones que van desde granos hasta armas. Sin embargo, este año, la feria se convirtió involuntariamente en el centro de un debate internacional: ¿están los agricultores blancos sudafricanos siendo víctimas de un "genocidio" que justificaría el asilo en Estados Unidos?

La controversia comenzó luego de que el gobierno de EE. UU. aprobara el estatus de refugiado para al menos 49 afrikaners (sudafricanos blancos de origen neerlandés), quienes alegaban persecución racial y expropiación de tierras. Estas afirmaciones fueron rápidamente desmentidas por líderes agrícolas, comunidades locales e incluso políticos sudafricanos presentes en la feria.

¿Qué dijo Mandela en su tiempo?

Nelson Mandela, quien visitó Bothaville hace más de 25 años, ya advertía sobre la violencia en las zonas rurales. Reconocía los ataques a agricultores, pero puntualizaba que era parte de un fenómeno delictivo generalizado, no de una campaña racial. "El complejo problema del crimen en nuestras granjas, como en otros lugares, requiere soluciones a largo plazo", dijo entonces.

Hoy, las palabras de Mandela resuenan con fuerza, ya que el gobierno actual y organizaciones agrícolas sostienen que los crímenes afectan por igual a agricultores negros y blancos. Según datos policiales, en 2024 se registraron 12 asesinatos en granjas: sólo uno fue un granjero; los demás fueron trabajadores agrícolas y un guardia de seguridad. La raza de las víctimas ni siquiera figura en los informes oficiales, lo cual refleja la naturaleza no racial del crimen rural.

La peligrosa narrativa del 'genocidio blanco'

La idea de que los agricultores blancos están siendo exterminados sistemáticamente ha sido promovida por ciertos sectores conservadores internacionales, como el expresidente Donald Trump. Esta narrativa, aunque desmentida por datos y expertos, ha ganado impulso en medios y redes sociales.

John Steenhuisen, ministro de Agricultura, fue enfático al declarar durante la feria Nampo: “Espero que durante la próxima visita a Washington, el presidente Cyril Ramaphosa pueda exponer la verdad: no hay expropiación masiva de tierras, ni hay un genocidio en marcha en Sudáfrica”.

Este tipo de desinformación no sólo distorsiona la realidad social del país, sino que alimenta una visión polarizada de las dinámicas raciales post-apartheid. En palabras del agricultor afrikaner Willem de Chavonnes Vrugt: “No entiendo por qué alguien abandonaría la tierra donde llevamos generaciones. Lo que necesitamos es más seguridad, no escapar”.

Criminalidad rural: un mal compartido

Thobani Ntonga, agricultor negro de la provincia del Cabo Oriental, también ha sido víctima de ataques. En una entrevista explicó cómo estuvo a punto de ser secuestrado, y fue salvado por un vecino también negro: “El crimen no distingue. Quienes vivimos y trabajamos en zonas rurales somos vulnerables, estamos lejos de las ciudades y los delincuentes lo saben”.

Los datos oficiales de Sudáfrica respaldan ese análisis: se estiman hasta 75 homicidios diarios en el país, lo que lo convierte en una de las naciones más violentas del mundo. Sin embargo, la mayoría de estas víctimas son negros y pobres —quienes no tienen los recursos de seguridad privada que sí pueden costear muchas granjas blancas.

La TLU SA, sindicato agrícola afrikaner, afirma que los agricultores están más expuestos por su aislamiento territorial, no por su etnia. Y aunque reconoce el problema de seguridad, también ha repudiado la idea de que exista una persecución sistemática.

La desigualdad histórica y la tierra

La cuestión de la tierra en Sudáfrica es altamente sensible. El censo agrícola de 2017 demostró que agricultores blancos poseían el 80% de la tierra productiva, a pesar de que los blancos representan sólo el 7% de la población nacional.

Ramaphosa, quien también es ganadero, visitó la feria este año por primera vez en dos décadas. Su mensaje fue claro: “No debemos huir de nuestros problemas. Quien huye, es un cobarde”.

Su gobierno ha intentado implementar reformas agrarias sin recurrir a confiscaciones masivas. Las redistribuciones de tierras se han realizado a través de procesos legales, aunque no sin tensiones ni demoras. Pero llamar "genocidio" a esta situación no sólo es incorrecto; banaliza genocidios reales como los de Ruanda y Armenia.

¿Cómo se obtiene refugio en EE. UU.? Proceso y excepciones

La activista Katia Beeden, quien ayuda a sudafricanos blancos que buscan refugio en EE. UU., explicó que el proceso es complejo y requiere pruebas de persecución. “Tuve que hacer tres entrevistas y enviar documentos de antecedentes penales y salud. Nadie tiene garantizado el asilo”, explicó.

Sin embargo, el hecho de que 49 personas lo hayan conseguido llama la atención sobre cómo se priorizan ciertos casos. Mientras miles de solicitantes de lugares como Siria, Afganistán y América Central esperan años, los afrikaners han sido procesados con rapidez. Diversos analistas ven en esto un sesgo racial en las políticas de migración estadounidense.

Mercado de tierras y desigualdad persistente

El informe de el Banco Mundial califica a Sudáfrica como “el país más desigual del mundo”. La posesión de tierras refleja esa brecha abismal: el 72% del suelo individualmente registrado pertenece a blancos; el 15% a negros.

Esto no justifica los delitos violentos. Pero sí explica por qué hay tanto malestar social en las zonas rurales. Muchos sudafricanos negros viven en pobreza, sin acceso a tierra ni servicios básicos. Es en ese marco donde hay que entender las tensiones y la urgencia de las reformas agrarias.

Narrativas que polarizan y distraen

Al magnificar los crímenes contra agricultores blancos y ocultar los sufrimientos de la población negra, la narrativa del genocidio blanco contribuye a perpetuar divisiones que Sudáfrica lleva décadas intentando superar.

Ramaphosa concluyó su visita a Bothaville con un llamado a la unidad: “Sudáfrica nos pertenece a todos. No debemos caer en la trampa de las diferencias raciales. El campo debe ser un lugar de trabajo, no de miedo”.

En este contexto, la elección del gobierno estadounidense de cortar ayuda a Sudáfrica y priorizar a un grupo reducido bajo una narrativa tergiversada, no sólo es políticamente polémica, sino éticamente cuestionable.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press