El Vaticano como escenario de paz: ¿una nueva esperanza para Colombia?
Debate sobre la propuesta de Petro de llevar las negociaciones con el ELN a la Santa Sede y las tensiones latentes que enfrenta el proceso de paz
En una reciente declaración desde el Vaticano, el presidente colombiano Gustavo Petro dejó caer una bomba diplomática y moral sobre el escenario de paz en Colombia al sugerir que las próximas conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) podrían tener lugar en la Santa Sede. Esta propuesta no solo marca un giro significativo en la política exterior colombiana en lo referente al proceso de paz, sino que también abre una discusión profunda sobre la legitimidad, las posibilidades y los desafíos de intentar pacificar una nación por medio de un actor religioso con peso político internacional.
Una nueva sede: ¿por qué el Vaticano?
En el contexto de un proceso de paz que avanza con altibajos, Petro propuso que el Vaticano actúe como anfitrión de una nueva ronda de diálogos con el ELN. Esta sugerencia nació luego de su encuentro con el Papa en la ciudad de Roma, un encuentro que, según el presidente, giró en torno a temas como la paz global y el legado social de la teología de la liberación. “Pienso que este es el lugar donde se puede apelar verdaderamente al amor eficaz”, declaró Petro, haciendo alusión directa a uno de los principios fundacionales del ELN.
Históricamente, el Vaticano ha cumplido un papel significativo en procesos de mediación y resolución de conflictos. Algunos ejemplos son:
- Su participación en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos durante la administración de Barack Obama.
- El respaldo moral y espiritual a los Acuerdos de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016.
- El papel como observador en conflictos africanos donde el factor religioso es clave.
Por lo tanto, la propuesta de Petro no es tan descabellada como parece a primera vista. Sin embargo, plantea desafíos tanto logísticos como ideológicos.
La historia ideológica del ELN y la Iglesia
Fundado en 1964, el ELN combina ideología marxista-leninista con principios de la teología de la liberación. Uno de sus fundadores, el sacerdote Camilo Torres Restrepo, es símbolo de esa amalgama entre lucha armada y compromiso cristiano con los pobres. Hasta hoy, esa influencia eclesiástica sigue latente en su discurso, aunque ha sido prácticamente abandonada en su accionar.
¿Pero qué significa esto para el proceso de paz? Al proponer al Vaticano como sede, Petro no solo lanza una estrategia diplomática, sino que intenta reconectar al ELN con sus raíces ideológicas. La idea es simple pero poderosa: devolver al grupo insurgente al terreno moral desde donde nació.
Cuba y Venezuela: ¿socios incómodos en la paz?
Tradicionalmente, las conversaciones con el ELN han tenido lugar en Cuba y en Venezuela. Son países con una relación histórica cercana al ELN y simpatías con sus principios revolucionarios. Sin embargo, ambos países también enfrentan fuertes sanciones internacionales, lo que genera incomodidad y sospechas en otros actores del proceso de paz, incluyendo Estados Unidos y la Unión Europea.
Según Petro, el ELN insiste en mantener las conversaciones en Cuba y Venezuela. No obstante, con la creciente presión internacional y con las múltiples violaciones al cese al fuego por parte del grupo insurgente, el gobierno colombiano encuentra en el Vaticano una alternativa viable que podría garantizar mayor legitimidad y neutralidad.
¿Qué hay detrás del fracaso inicial?
Vale la pena recordar que las negociaciones con el ELN fueron suspendidas en enero de 2024 tras ataques armados en la región del Catatumbo que desplazaron a más de 50,000 personas. Petro acusó a los líderes del ELN de haberse “envilecido por la codicia” y de operar bajo la lógica de cárteles del narcotráfico mexicanos más que como una insurgencia con objetivos políticos.
“Han reemplazado las banderas de la transformación revolucionaria por las del crimen organizado”, acusó Petro en su intervención posterior al encuentro en el Vaticano.
Estos comentarios abonan una narrativa que sugiere que el ELN habría perdido legitimidad ideológica, transformándose en un conglomerado armado con fines esencialmente económicos.
¿Es el Vaticano un territorio neutral?
Desde la perspectiva diplomática, el Vaticano ofrece ventajas atractivas:
- No tiene intereses económicos ni geopolíticos en Colombia.
- Es considerado mediador neutral ante la mayoría de actores internacionales.
- El Papa goza de alta credibilidad moral, especialmente en América Latina, región de mayoría católica.
Sin embargo, también enfrenta retos. Uno de ellos es decidir cuándo y cómo involucrarse sin transgredir la separación entre religión y política. Además, ¿querrá el ELN ser juzgado bajo las luces de una institución que, aunque inspiró su ideología, también representa parte del sistema que dicen combatir?
Expectativas versus realidades
Durante su campaña presidencial, Gustavo Petro prometió alcanzar un acuerdo con el ELN en menos de tres meses. Tres años después, los avances estructurales son mínimos. Mientras tanto, las zonas rurales de Colombia siguen viviendo bajo el control de grupos armados, la extorsión, el reclutamiento forzado y la violencia sistemática.
Más aún, se ha observado un repunte en los homicidios contra líderes sociales, defensores de derechos humanos y comunidades indígenas. La Fundación INDEPAZ reporta que solo en 2023 fueron asesinados 181 líderes sociales en todo el país, muchos en zonas donde opera el ELN.
El papel de la Iglesia colombiana
La Conferencia Episcopal Colombiana ha hecho llamados constantes para retomar el diálogo con el ELN. En palabras del monseñor Héctor Fabio Henao:
“Hacemos un llamado urgente a todas las partes para poner fin a la violencia e insistimos en la necesidad del diálogo como camino único para la reconciliación”.
Esta postura refuerza la propuesta de Petro y coloca a la Iglesia, tanto nacional como internacional, en un papel potencialmente central en la arquitectura para la paz.
¿Realismo o romanticismo diplomático?
La apuesta por el Vaticano se mueve entre el idealismo y el cálculo político. Por un lado, es una jugada simbólica de gran valor, capaz de movilizar la narrativa de reconciliación desde una perspectiva ética y espiritual. Por otro, pone a prueba la disposición real del ELN a negociar fuera de su zona de confort geopolítico.
También expone a Petro a críticas tanto desde la derecha (que ve en el gesto una concesión innecesaria) como desde sectores izquierdistas que acusan al gobierno de “desdibujar la lucha popular” al legitimarse con instituciones conservadoras como la Iglesia.
¿Y ahora qué sigue?
El ELN aún no ha respondido de manera oficial. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención, sabiendo que un colapso definitivo del proceso de paz podría traer consecuencias graves para la estabilidad regional. A su vez, en Colombia se acumula el escepticismo, pero también la esperanza, ante la posibilidad de que por fin se logre una solución dialogada y sostenible al conflicto más longevo del continente.
La gran pregunta es si el ELN está dispuesto a renunciar realmente a las armas, al narcotráfico y a las prácticas criminales, y si el gobierno tiene la capacidad de garantizar condiciones dignas en los territorios que esos grupos hoy dominan.
Todo esto mientras el tiempo político del presidente Petro se acorta, y los habitantes de las regiones rurales demandan más que nunca una paz verdadera y tangible.