“Misión: Imposible – La cuenta final”: ¿ha perdido el rumbo Ethan Hunt en su última aventura?
El agente más audaz del cine regresa para enfrentarse al enemigo más inesperado: la sobrecarga narrativa.
La franquicia que definió la acción moderna
Desde su debut en 1996, “Misión: Imposible” se ha ganado un lugar privilegiado en el panteón del cine de acción. Tom Cruise, como Ethan Hunt, ha redefinido lo que un actor está dispuesto a hacer físicamente para entretener. A lo largo de siete películas, Hunt ha saltado desde acantilados, escalado el Burj Khalifa, colgado de aviones en pleno despegue y sobrevivido al caos con solo una mirada de determinación.
Pero como toda franquicia longeva, llega un momento en que los hilos narrativos, los personajes y la coherencia argumental empiezan a tensarse hasta casi romperse. Con la llegada de “Misión: Imposible – La cuenta final” (The Final Reckoning), dirigida nuevamente por Christopher McQuarrie, la saga parece haber entrado en una fase de introspección innecesaria que contrasta con el entretenimiento puro que la caracterizó en el pasado.
Cuando salvar al mundo se vuelve demasiado personal
El nuevo villano no es un terrorista, ni un estado enemigo, ni un científico loco, sino una inteligencia artificial parasitaria conocida simplemente como The Entity. Esta amenaza etérea, supuestamente sembrada desde los inicios de la franquicia (aunque eso nunca fue evidente), busca desencadenar un apocalipsis nuclear. ¿Quién puede detenerla? Solo Ethan Hunt, claro.
En esta ocasión, el director y co-guionista Christopher McQuarrie (quien también dirigió las últimas tres entregas) intenta entretejer una mitología que abarque las siete películas anteriores. El problema radica en que estas nunca estuvieron diseñadas para tener un arco narrativo unificado, y forzar esa conexión termina burocratizando la diversión.
De asesina psicótica a filósofa existencialista
Uno de los signos claros de esta transformación forzada es el personaje de Paris, interpretado por Pom Klementieff, quien solía aportar chispa como una maníaca alegre empuñando cuchillos, pero ahora muta en una melancólica pensadora estilo Sartre. Esta metamorfosis no solo choca con el tono dinámico de la saga, sino que ejemplifica el giro hacia lo demasiado solemne que sufre esta entrega.
Incluso los personajes secundarios, como la presidenta interpretada por Angela Bassett o la recién incorporada Grace (Hayley Atwell), pasan de escépticos agudos a fervientes feligreses del “culto Hunt”. Hay un aire de complejo de dios en la película, como si el propio Ethan fuese un mesías pop cinematográfico que camina sobre explosiones.
El espectáculo sigue siendo la gran estrella
A pesar de esos deslices narrativos, no todo está perdido. La película contiene dos secuencias que justifican por sí solas el precio del boleto:
- Un submarino hundido en las profundidades abisales con tensión claustrofóbica de manual.
- Un combate aéreo entre biplanos clásicos sobre los paisajes montañosos de Sudáfrica, a velocidades que alcanzan los 274 km/h.
Estas secuencias, espectaculares e inmersivas —especialmente en pantalla IMAX— son un recordatorio de por qué esta saga sigue siendo única en el género.
Tom Cruise, a sus 61 años, continúa demostrando que no hay nadie como él en Hollywood. “No hay dobles. Todo lo hace él.” Eso ha sido parte del marketing de estas películas desde hace más de una década. Su expresión de sorpresa genuina, su capacidad de parecer realmente en peligro, y su entrega física total son lo que mantiene viva la llama.
Un guion que fuerza las conexiones
McQuarrie y el co-guionista Erik Jendresen han caído, quizás sin querer, en una trampa muy común de la era del cine de franquicias: intentar justificar la existencia de cada entrega anterior con revelaciones tardías y relaciones familiares. El resultado es una serie de escenas de exposición que ralentizan la primera hora de metraje hasta casi hacerla soporífera.
No ayuda que muchos personajes aparezcan solo para decir una línea relevante y desaparecer, como Hannah Waddingham, cuya interpretación como oficial de la Marina estadounidense es destacable, pero su personaje queda sin desarrollo real. Incluso el villano Gabriel (Esai Morales), a pesar de tener presencia física imponente, se siente más como una necesidad de guion que como una amenaza real.
Homenaje a los caídos en el camino
La pérdida de Rebecca Ferguson como Ilsa Faust se siente pesadamente. Su química con Cruise y la complejidad de su personaje le daban un ancla emocional a las entregas anteriores. En su lugar, se introduce a Hayley Atwell como Grace, una ladrona reconvertida en devota del equipo IMF. Aunque carismática, su evolución se siente demasiado rápida para ser creíble.
Simon Pegg como Benji y Ving Rhames como Luther siguen siendo puntos brillantes. Pegg aporta humor nervioso y humanidad; Rhames, por su parte, tiene su momento de catarsis emocional, ganándose al público una vez más.
Nostalgia: ¿arma o ancla?
“La cuenta final” se regodea en su pasado con flashbacks estilizados, montajes tipo Oscars y referencias al “Rabbit’s foot” de la tercera película. Sin embargo, estos elementos parecen más diseñados para provocar nostalgia que para aportar coherencia. Es un problema similar al que enfrentan franquicias como Star Wars y James Bond, que a veces priorizan los guiños sobre la narrativa real.
La épica que amenaza con devorarse a sí misma
Con una duración de casi tres horas (179 minutos), esta película pide mucho de su audiencia. No es solo una cuestión de duración, sino de densidad. Hay instantes en los que uno se pregunta si estamos viendo una película de acción o un ensayo filosófico sobre la naturaleza del libre albedrío frente a una IA omnipresente.
Sin embargo, cuando la cinta logra apartar la sobrecarga de discurso grandilocuente y se concentra en lo que mejor sabe hacer —las acrobacias imposibles, las persecuciones adrenalínicas y la camaradería entre agentes—, vuelve a brillar como antes.
Tom Cruise y el derecho al exceso
Quizá, después de tres décadas y más de 3.5 mil millones de dólares recaudados por la franquicia (Box Office Mojo), Tom Cruise y McQuarrie se sientan con el derecho de estirar los límites. Tal vez desean que esta historia tenga un epílogo apoteósico, al estilo “Avenger’s Endgame”.
Y aunque la épica a veces se tambalea bajo su propio peso, los fans leales aún tienen motivos para celebrar. Al final del día, la función sigue y el show todavía tiene chispa.
“Misión: Imposible – La cuenta final” es imperfecta, pero también audaz. Como su personaje estrella, se lanza al vacío creyendo que aterrizará de pie. Y aunque esta vez el aterrizaje no fue perfecto, al menos fue memorable.
Valoración: ★★½ de 4