“La sombra de mi padre”: Cine, duelo e identidad en la Nigeria contemporánea
La ópera prima de Akinola Davies Jr. conmueve Cannes y marca un antes y un después para el cine nigeriano
Una historia personal que atraviesa generaciones
“My Father’s Shadow”, el largometraje debut de Akinola Davies Jr., es mucho más que una película: es un acto de memoria, un proceso de duelo colectivo y una afirmación cultural. Su estreno en la sección Un Certain Regard del Festival de Cine de Cannes 2025 no solo marca un hito en la carrera de Davies, sino también para Nigeria, dando visibilidad a una industria cinematográfica que, aunque prolífica, ha sido excluida de los circuitos más prestigiosos del cine mundial.
Junto a su hermano Wale Davies, Akinola emprendió un viaje emocional para crear una película que imaginara cómo habría sido pasar un día con su padre, quien falleció cuando ambos eran apenas unos niños. “Nunca había concebido la idea de pasar siquiera un minuto con mi padre —dijo Davies en entrevista—. Lloré cuando leí el guion por primera vez”.
Nollywood en Cannes: un hito histórico
“My Father’s Shadow” se convierte en la primera película nigeriana seleccionada oficialmente en Cannes. Este hecho ha llevado a la creación del primer pabellón nacional de Nigeria en el mercado internacional del festival. El impacto de este reconocimiento internacional fue inmediato y profundo: “Significa mucho para la gente en Nigeria. Es la prueba de que nuestras historias pueden y deben existir en estos espacios”, comentó el cineasta.
Nigeria tiene una de las industrias cinematográficas más grandes del mundo, conocida popularmente como Nollywood, produciendo más de 2,500 películas por año, con una audiencia estimada de más de 200 millones de personas en África y la diáspora. Pese a esto, el cine nigeriano ha estado prácticamente ausente en los festivales más reconocidos, como Cannes, Berlín o Venecia. Hasta ahora.
Un retrato de Lagos en un día decisivo
La película se sitúa en un solo día en Lagos, 1993, cuando Nigeria vivía una gran efervescencia política. Durante esa jornada, el general Ibrahim Babangida se negó a reconocer los resultados de unas elecciones democráticas, truncando brevemente los sueños de una transición civil.
La ciudad de Lagos aparece en el filme como un personaje más. “Apunta la cámara a cualquier cosa en Lagos y se vuelve cinematográfica”, dijo Davies. La filmación captura escenas contidianas, pausas, caos urbano, miradas robadas en autos en movimiento, una rica textura emocional sustentada por el entorno visual y sonoro de la ciudad.
Un padre construido desde el recuerdo y la imaginación
Ṣọpẹ́ Dìrísù (conocido por “Gangs of London”) interpreta a Folarin, el padre ausente que cobra vida durante un día inolvidable. Los niños, interpretados por Chibuike Marvellous Egbo y Godwin Egbo, descubren al hombre detrás del mito mientras recorren junto a él una Lagos caótica y al mismo tiempo hipnótica.
La creación del personaje fue un proceso doloroso para los hermanos Davies, que tuvieron que reconstruir una figura paterna de quien tenían escasos recuerdos: Akinola tenía apenas 20 meses cuando su padre falleció, y Wale, cuatro años. Recurrieron a relatos familiares y a anécdotas contadas durante años, en un proceso que el propio Akinola describe como “una confluencia de memoria, sueño y rumores”.
La dimensión política de la melancolía
No es casual que el filme transcurra en un momento de crisis política. La historia familiar se entrelaza con la historia del país, con un paralelismo claro: así como los hermanos Davies nunca pudieron conocer ni entender del todo a su padre, Nigeria como nación tampoco pudo alcanzar plenamente la democracia soñada en ese entonces.
Se trata de una narrativa donde lo personal y lo colectivo convergen. La ausencia paterna se convierte en símbolo de otras ausencias compartidas, de una patria ausente, de futuros colectivos que fueron puestos en pausa.
Catarse y sanación a través del arte
La producción de la película coincidió con el aniversario de la muerte del padre de Akinola y Wale. “Había pensado que ya había hecho todo mi duelo”, dijo Akinola. “Pero justo antes de filmar me di cuenta de que aún seguía procesándolo”.
El rodaje se convirtió en algo más que una aventura creativa: fue un acto de reconciliación interior. El cine no solo contuvo sus emociones, sino que las reveló. En palabras del director: “Llevar a mi hermano a la tumba de nuestro padre y poner flores fue una especie de ceremonia. Una forma de cerrar un ciclo”.
Nollywood: entre identidades y fronteras
Una de las preguntas más frecuentes de la prensa nigeriana en Cannes fue si “My Father’s Shadow” es realmente una película de Nollywood. Akinola Davies responde con contundencia: “Claro que sí. Todos los técnicos provienen de Nollywood. No se puede tomar al talento de un ecosistema y luego decir que no forma parte de él”.
Este planteamiento invita a replantear las categorías cinematográficas tradicionales. ¿Por qué lo africano se sigue evaluando bajo estándares europeos o norteamericanos? ¿Debe estar una obra sujeta a cánones externos para ser considerada válida?
Mubi y la distribución global
La prestigiosa plataforma de distribución Mubi adquirió los derechos para América del Norte antes incluso de su presentación en Cannes, lo cual subraya la percepción de la película como una joya del cine independiente e internacional de 2025.
Se espera que el filme llegue a cines selectos y plataformas digitales a finales de este año, posicionando a Akinola Davies como uno de los nuevos talentos más prometedores del mundo del cine, junto con su hermano guionista.
El cine como puente hacia el origen
“My Father’s Shadow” es también un retorno al hogar. Akinola vive actualmente en el Reino Unido, después de crecer en Nigeria. Para él, rodar allí fue una reactivación de su sentido de pertenencia. “Tengo una relación romántica con Nigeria”, afirma. “Todo el mundo dice que es supercaótica, pero para mí es todo lo contrario: es muy serena. Solo conducir por la ciudad ya me parece cinematográfico”.
Un nuevo comienzo para el cine africano
La presentación de la película en Cannes coincide con un momento de creciente reconocimiento para el cine africano. Ejemplos como “Atlantique” de Mati Diop, Palma de Oro en 2019, o la película senegalesa “Banel & Adama”, seleccionada en 2023, apuntan hacia una tendencia esperanzadora.
Pese a los desafíos, se vislumbra un movimiento emergente, diverso, potente, que construye relato desde el sur global, fuera del molde de la mirada occidental dominante. “My Father’s Shadow” es ahora parte esencial de esa conversación.
En definitiva, Akinola y Wale Davies no solo han hecho cine. Han hecho memoria. Han hecho historia. Y lo han hecho de una forma tan íntima como universal, demostrando que las grandes historias nacen en casa, alrededor de los silencios de una ausencia, frente a una tumba con flores, bajo una cámara que enfoca los detalles de la ciudad más viva de África.