Nuevo rumbo para el Reino Unido y la Unión Europea: ¿una reconciliación sin renunciar al Brexit?
El primer ministro británico Keir Starmer busca reconstruir las relaciones con el bloque europeo en medio de desafíos económicos, políticos y sociales que dejó el divorcio del Brexit.
Una cumbre histórica en Londres
El 11 de marzo de 2024, Londres fue testigo de un acontecimiento diplomático trascendental: la primera cumbre oficial entre el Reino Unido y la Unión Europea desde el Brexit. En el centro del encuentro estuvieron el primer ministro británico Keir Starmer y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El objetivo no era menor: dar muestras de voluntad política para reconstruir una relación marcada por tensiones desde que el Reino Unido votó por abandonar el bloque en 2016.
Desde entonces, los vínculos británico-europeos han sido complicados, con dificultades en el comercio, movilidad laboral limitada, y fricciones diplomáticas. En esta ocasión, las expectativas se centraron en mejorar el acuerdo comercial vigente, abordar temas de seguridad conjunta y establecer nuevas reglas de movilidad juvenil.
El peso del Brexit aún se siente
La salida oficial del Reino Unido de la Unión Europea se concretó el 31 de enero de 2020, y desde entonces, los efectos han sido palpables en múltiples niveles. Aunque se evitó una separación sin acuerdo —el llamado no-deal Brexit—, el actual Tratado de Comercio y Cooperación, firmado por el gobierno de Boris Johnson en diciembre de 2020, no logró evitar el aumento de barreras no arancelarias.
Un estudio del Office for Budget Responsibility (OBR) estima que el Brexit ha repercutido en una reducción del comercio en casi un 15% en comparación con un escenario sin Brexit. Esto, sumado a la inflación global y los cambios geopolíticos, ha contribuido a la desaceleración de la economía británica.
Por su parte, los defensores del Brexit argumentan que la independencia regulatoria sigue siendo un activo de gran valor. Sin embargo, esa mayor soberanía ha venido acompañada de mayores trámites, interrupciones logísticas y fricciones que antes no existían.
Keir Starmer y el regreso a la política pragmática
Desde que asumió el cargo de primer ministro tras la victoria del Partido Laborista, Keir Starmer ha mostrado una voluntad clara de restablecer puentes con Europa. Ex partidario de la permanencia británica en la UE y defensor de un segundo referendo, Starmer representa una ruptura con la retórica confrontacional de los líderes conservadores anteriores.
“Mañana damos un nuevo paso hacia delante, con más beneficios para el Reino Unido gracias a una asociación fortalecida con la Unión Europea”, afirmó Starmer antes de la cumbre, enviando una señal clara de su intención de virar hacia un enfoque cooperativo.
Acercamientos sin reversas: las líneas rojas del Reino Unido
A pesar de este renovado espíritu de cooperación, Starmer ha sido enfático en no cruzar ciertas “líneas rojas”: el Reino Unido no reingresará al mercado único, ni a la unión aduanera, ni restablecerá la libre circulación de personas. En su manifiesto electoral dejó claras estas posturas, probablemente para no alienar a votantes favorables al Brexit que aún temen una marcha atrás encubierta.
No obstante, hay margen para acuerdos sectoriales que alivien varios de los efectos adversos del Brexit, desde la movilidad de jóvenes hasta el reconocimiento mutuo de certificados profesionales.
Movilidad juvenil: un tema sensible
Una de las propuestas que más eco ha tenido es el establecimiento de un plan de movilidad juvenil entre el Reino Unido y la Unión Europea. Ya existen acuerdos similares con países como Canadá o Australia, donde jóvenes pueden vivir y trabajar temporalmente en el otro país.
Pero en el caso europeo, la cuestión es más delicada: algunos sectores lo juzgan como un posible regreso “encubierto” a la libre circulación. Aun así, el atractivo de recuperar intercambios culturales y profesionales podría superar esas resistencias si se presenta de manera pragmática y bilateral.
Pesadilla logística: los efectos del papeleo post-Brexit
Desde la implementación de los nuevos controles aduaneros, los exportadores británicos —especialmente los del sector alimentario— han tenido que lidiar con retrasos importantes. El propio ministro de la Oficina del Gabinete, Nick Thomas-Symonds, reconoció que camiones refrigerados con productos perecederos han sido detenidos durante más de 16 horas por razones burocráticas, lo que resulta en la pérdida de mercancías.
Reducir este tipo de fricciones se ha convertido en un objetivo compartido, y se evalúa una mayor alineación regulatoria en productos agrícolas para evitar estos obstáculos.
Pesca: el eterno punto de fricción
Aunque el sector pesquero representa una fracción mínima del PIB británico, su carga simbólica es elevada. La disputa por los derechos de pesca casi rompe el acuerdo del Brexit en 2020 y sigue siendo motivo de tensión entre Londres, Bruselas y especialmente París.
En la cumbre, se espera que ambos lados aborden un pacto pesquero renovado que permita estabilidad a largo plazo. Sin embargo, no se descarta que este punto cause nuevas grietas en las negociaciones, dada la sensibilidad política que conlleva.
Seguridad y defensa: terreno fértil para la cooperación
Uno de los campos donde más avances pueden lograrse es la cooperación en seguridad. La guerra en Ucrania ha reconfigurado las prioridades estratégicas de Europa, y el Reino Unido ha continuado siendo un actor clave, incluso fuera del bloque.
La cumbre buscó reforzar mecanismos conjuntos en defensa, inteligencia y adquisiciones militares. Esta área es menos polémica que el comercio o la migración, y permite fortalecer la confianza mutua sin abrir heridas políticas internas.
Estabilidad interna bajo amenaza para Starmer
El reto político para el primer ministro es enorme. Aunque ha mostrado pragmatismo y liderazgo, su popularidad ha ido en declive en los últimos meses. El auge del partido Reform UK —defensor acérrimo del Brexit— en las elecciones locales refleja el riesgo de que una porción del electorado perciba las nuevas negociaciones como “una traición”.
Además, la posible vuelta de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos complicaría un cambio de rumbo total hacia Europa, sobre todo si Washington advierte algún alejamiento británico de la llamada “relación especial”.
¿Un nuevo capítulo en las relaciones euro-británicas?
No es necesario un retorno a la Unión Europea para establecer una relación más fluida. El caso de Noruega y Suiza demuestra que se pueden construir alianzas sólidas desde fuera del bloque, siempre y cuando exista voluntad.
El camino emprendido por Starmer es complejo, pero tiene un claro objetivo: garantizar prosperidad económica, estabilidad política y seguridad compartida para una nación que, a pesar de salir de la UE, sigue compartiendo raíces e intereses comunes con el continente.
En definitiva, esta nueva etapa podría definir el verdadero legado del Brexit: ¿fue un doloroso corte de vínculos europeos o una reconfiguración que, con el tiempo, permitirá una relación más equilibrada y madura?