El grito de los árboles: Socotra y la urgente lucha por salvar al mítico árbol de sangre de dragón

Una joya del patrimonio natural de la humanidad se marchita lentamente frente al cambio climático, la presión ambiental y la desidia política.

La isla de Socotra: un lugar fuera del tiempo

Flotando en medio del Mar Arábigo, a unos 240 kilómetros de la costa del Cuerno de África, se encuentra la isla yemení de Socotra, un auténtico santuario biológico que ha sido comparado con las Islas Galápagos por su alta tasa de endemismo. Sus paisajes marcianos y flora única deleitan a los visitantes que cada año hacen el peregrinaje hacia esta remota joya natural.

Con una superficie de aproximadamente 3.800 kilómetros cuadrados, Socotra alberga más de 825 especies de plantas, de las cuales un 35% no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Entre ellas, el árbol de sangre de dragón (Dracaena cinnabari) cautiva por su forma de paraguas invertido, su savia rojo intenso y su papel crucial en el ecosistema isleño.

Un símbolo milenario bajo amenaza

Llamado así por su savia carmesí que "sangra" al ser extraída, el árbol de sangre de dragón ha sido objeto de fascinación durante siglos. Los antiguos griegos creían que nacía de la sangre derramada durante una batalla entre un dragón y un elefante. Hoy, este ícono está en peligro crítico de extinción.

El árbol no es solo una rareza botánica. Funciona como pilar del ecosistema de Socotra. Su amplia copa captura la humedad de la niebla y la lluvia, canalizándola hacia el suelo árido y permitiendo que una variedad de plantas puedan sobrevivir a su sombra.

"Cuando pierdes estos árboles, pierdes todo: el agua, el suelo, la vida que los rodea", afirma Kay Van Damme, biólogo conservacionista belga que trabaja en Socotra desde 1999.

Ciclones más frecuentes y violentos

Varias amenazas conspiran contra esta maravilla de la evolución. Una es el cambio climático. Los ciclones en el Mar Arábigo han aumentado en frecuencia e intensidad en las últimas décadas. Un estudio de 2017 en Nature Climate Change muestra que los efectos del calentamiento global están generando condiciones propicias para tormentas tropicales más destructivas.

Los árboles que en casos pueden superar los 500 años de edad han sido arrancados de raíz por sucesivos ciclones en 2015 y 2018. “Modelos climáticos de todo el mundo indican que esto seguirá empeorando”, dijo Hiroyuki Murakami, científico del clima de la NOAA.

Cabras invasoras: una amenaza insidiosa

Otro enemigo, menos obvio pero sumamente destructivo, es la cabra. Esta especie, introducida por humanos, consume sin piedad brotes y plántulas de árboles jóvenes de sangre de dragón, impidiendo el crecimiento de nuevas generaciones. Su lento crecimiento —apenas 2 a 3 centímetros al año— hace que sus posibilidades de regenerarse en libertad sean casi nulas.

La mayoría de los bosques que hemos estudiado son senescentes: no hay árboles jóvenes ni regeneración natural”, declaró Alan Forrest, botánico del Royal Botanic Garden de Edimburgo.

Socotrans: defensores anónimos

En medio de esta trágica paradoja ecológica, emerge una esperanza: los mismos habitantes de Socotra. En la localidad de Firmihin, la familia Keybani dirige un vivero donde jóvenes árboles crecen protegidos por vallas contra las cabras.

“Ver morir los árboles es como perder a uno de tus hijos”, relata Sena Keybani, mientras cuida personalmente de una plantita dentro del recinto.

Con apenas 5.000 turistas anuales, el turismo no es solo un ingreso: es un incentivo para conservar. Bajo un riguroso sistema en el que se requiere contratar guías nativos y alojarse en campamentos locales, los visitantes se convierten en parte activa de la cadena de conservación.

“Si desaparecen los árboles, también lo hará el turismo que nos da de comer”, explica Mubarak Kopi, jefe de turismo.

Una belleza frágil: el contraste con la guerra

La conservación en Socotra no ocurre en un vacío. Yemen ha estado inmersa en una guerra civil desde 2015, enfrentando al gobierno respaldado por Arabia Saudita y a los hutíes apoyados por Irán. Este conflicto ha desviado los escasos recursos gubernamentales. “El cambio climático no es una prioridad cuando tienes que garantizar agua y electricidad”, señala Abdulrahman Al-Eryani, asesor en políticas ambientales.

Con escaso apoyo oficial, las iniciativas de conservación se sostienen a duras penas. Las vallas del vivero Keybani, hechas de palos y alambre débil, duran apenas unos años. Se necesitan estructuras más robustas, pero el financiamiento escasea. Sami Mubarak, guía ecoturístico local, alza la voz: “Necesitamos apoyo estatal para salvar lo poco que queda”.

Un laboratorio natural que podría desaparecer

Socotra representa un vestigio de los antiguos procesos evolutivos insulares. Contiene, además del árbol de sangre de dragón, especies únicas como el árbol botella (Adenium obesum socotranum), moluscos del género Achatinelloides, e incluso aves endémicas como el Estornino de Socotra (Onychognathus frater).

La isla es también un refugio espiritual, donde coexistían la tradición musulmana con costumbres y leyendas únicas. Ver a los niños jugar bajo los árboles legendarios o a los camellos cruzar desérticos parajes frente al océano encierra una belleza que poco a poco parece diluirse en el polvo de la indiferencia global.

¿Y si perdemos Socotra?

La historia de Socotra es un llamado de atención global. Cada árbol que cae, cada plántula devorada por cabras, es un paso más hacia la desaparición de una civilización natural única. Y lo peor es que, al igual que Galápagos o Madagascar, su pérdida es irreversible.

Como advirtió Kay Van Damme: “Hemos destruido la naturaleza en la mayoría de las islas del mundo. Socotra aún es un lugar donde podemos hacer algo. Pero si no lo hacemos, será culpa nuestra”.

Este es un momento bisagra para los árboles milenarios y la gente que vive entre ellos. Como sociedad global, ¿responderemos al llamado del bosque de dragones?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press