¿Tarifas sin inflación? El juego estratégico de la Casa Blanca y Walmart
La administración Trump defiende sus políticas tarifarias a pesar de advertencias desde el sector privado. ¿Quién dice la verdad: el gobierno o las estanterías del supermercado?
Un panorama económico marcado por la incertidumbre
La economía de Estados Unidos está viviendo una nueva fase de incertidumbre, marcada por el retorno de Donald Trump a la presidencia y su enfoque renovado en la política de tarifas. Scott Bessent, secretario del Tesoro, restó importancia a las advertencias de inflación producto de estas tarifas, señalando, en entrevistas a medios nacionales, que se trata más de escenarios hipotéticos que de alarmas reales.
En el centro del debate se encuentra Walmart, el coloso del retail en EE.UU., que recientemente advirtió sobre un incremento de precios en sus estanterías, una señal clara de que las tarifas sí podrían afectar el bolsillo del consumidor.
La versión de Bessent: una maniobra negociadora
Bessent explicó que los supuestos aumentos de precios expresados por Walmart corresponden a una obligación legal derivada de regulaciones federales que exigen mostrar el peor escenario posible durante las llamadas de ganancias. En palabras del funcionario: “Walmart tendrá que absorber parte de las tarifas, otra parte se trasladará al consumidor. Pero no creo que veamos una inflación fuera de lo normal.”
Además, el secretario calificó la “incertidumbre estratégica” como una táctica útil en negociaciones, especialmente con China. Según él, dar demasiada certeza a los socios comerciales debilita la posición estadounidense en la mesa.
Las contradicciones desde Bentonville
Sin embargo, las declaraciones desde la sede de Walmart en Bentonville, Arkansas, contradicen la visión optimista de Bessent. John David Rainey, CFO de la compañía, afirmó: “Estamos diseñados para mantener precios bajos, pero hay un límite a lo que cualquier minorista puede soportar.”
Rainey confirmó que los aumentos de precios en productos importados comenzaron a observarse desde finales de abril y se hicieron notorios este mes de mayo. La empresa ya comienza a enfrentar el impacto directo de las tarifas impuestas por la administración Trump, reforzando la preocupación de una inflación oculta.
La historia se repite: la sombra del 2022
Recordemos que en junio de 2022, bajo la presidencia de Joe Biden, la inflación alcanzó el 9.1%, la cifra más alta en cuatro décadas. Durante ese período, factores como la invasión rusa a Ucrania, el exceso de gasto público post-pandemia y los desequilibrios en cadenas de suministro globales elevaron los precios considerablemente.
Hoy, Bessent utiliza ese periodo como contrapunto para defender las políticas actuales, sugiriendo que lo vivido durante la administración Biden explica por qué los consumidores permanecen “nerviosos” frente a la inflación. Asegura que la situación actual es distinta: el precio de la gasolina, por ejemplo, ha disminuido interanualmente —aunque sigue mostrando leves incrementos semanales, con un promedio nacional de $3.18 por galón, según datos de AAA.
¿Qué está en juego con las nuevas tarifas?
La administración Trump está tratándose de definir las tarifas definitivas que aplicará a unos 40 socios comerciales clave antes del mes de julio. Particularmente con China, se ha avanzado hacia una “pausa” de 90 días, reduciendo una tarifa de 145% a 30% con el fin de facilitar el inicio de un nuevo proceso de negociaciones.
Este cambio representa una rebaja sustancial, pero no sin costos políticos ni especulaciones del mercado respecto a su origen. Para algunos expertos es una admisión tácita de que las tarifas originalmente impuestas eran insostenibles tanto para los importadores como para los consumidores finales.
Wall Street vs. la realidad del consumidor
Desde el punto de vista de las finanzas públicas, la agencia Moody’s rebajó recientemente la calificación de deuda soberana de EE.UU., encendiendo luces de alerta respecto al sostenido crecimiento del gasto sin medidas compensatorias.
En respuesta, Bessent alegó que “los mercados ya han descontado el impacto de una deuda acumulada de aproximadamente $36 billones”. Además, señaló que las proyecciones de crecimiento prometidas por Trump lograrán compensar el déficit acumulado —aunque organismos independientes como el Comité para un Presupuesto Federal Responsable estiman que las medidas fiscales de Trump agregarán otros $3.3 billones al déficit en la próxima década.
Impacto en pequeños comercios y consumidores
El componente más directo del debate tarifario está en su efecto inmediato en pequeños negocios, cadenas minoristas y consumidores habituales. Aunque las grandes compañías puedan negociar precios, asumir parte del coste o redirigir sus cadenas de suministro, los pequeños comercios rara vez tienen tal margen.
Los efectos, entonces, se traducen en productos que llegan al anaquel con precios hasta 15% más altos al consumidor final, especialmente desde sectores como textiles, electrodomésticos o productos manufacturados en Asia. Mientras tanto, las categorías menos dependientes de importaciones (como productos agrícolas o locales) aún resistirían, pero con posibles consecuencias inflacionarias indirectas.
Una estrategia arriesgada con impacto político
La defensa a rajatabla de las tarifas por parte de la administración Trump responde, además, a una estrategia electoral y de posicionamiento geopolítico. En círculos de la Casa Blanca se argumenta que las tarifas extremas y el endurecimiento comercial sirven para obligar a potencias como China a renegociar tratados más favorables.
Pero esta lógica no siempre ha dado resultados: los beneficios económicos netos de la guerra comercial lanzada en el primer mandato de Trump siguen siendo motivo de debate entre economistas. Mientras algunos estudios de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) indican que EE.UU. redujo su dependiencia de productos chinos, otros apuntan a la transferencia del costo de tarifas directamente al consumidor.
¿Cuál es el límite de la tolerancia del consumidor?
Históricamente, el consumidor estadounidense ha sido extremadamente sensible a los precios, especialmente en relación a productos esenciales. La percepción de una pérdida de poder adquisitivo fue una de las causas del descontento popular durante el mandato de Biden. Ahora, si las políticas económicas actuales logran contener la inflación a pesar de las tarifas, se trataría de un caso inédito.
Por tanto, la pregunta central se mantiene: ¿puede una economía soportar un entorno de tarifas altas sin transferir el peso al consumidor? De momento, tanto las cifras oficiales como los pasillos de Walmart señalan que el margen es cada vez más delgado.
Y así, en medio de negociaciones y advertencias, Estados Unidos continúa siendo un laboratorio económico empírico donde Walmart se convierte en el termómetro del pueblo: si los precios suben en sus estanterías, sube la preocupación en la sociedad. Y cuando eso ocurre, ni la retórica oficial ni la estrategia política bastan para calmar la ansiedad del consumidor.