Resistencia y represión en África y Europa: ¿Se repite la historia de los líderes incómodos?
De Chad a Serbia, se intensifican las tensiones políticas con arrestos, protestas y gobiernos autoritarios enfrentando múltiples crisis de legitimidad.
Del exilio al poder, y del poder a la cárcel: el caso de Succès Masra en Chad
En una región del mundo que constantemente lucha por consolidar democracias estables, Chad vuelve a estar en el ojo del huracán. La reciente detención del ex primer ministro y líder opositor Succès Masra el pasado viernes ha encendido las alarmas tanto dentro como fuera del país africano. Masra fue arrestado por fuerzas de seguridad en lo que su partido “Transformers” ha calificado como un secuestro.
Las autoridades chadianas, encabezadas por el fiscal Omar Mahamat Kedelaye, aseguran que Masra instigó violencia en la provincia suroccidental de Logone Occidental, donde murieron al menos 42 personas en enfrentamientos entre pastores y agricultores. Según el fiscal, publicaciones de Masra en redes sociales exhortaban a tomar las armas contra ciertas comunidades locales, acusaciones que su partido niega tajantemente.
Un pasado definido por la represión
La historia reciente de Chad ha estado marcada por transiciones violentas y autocráticas. Mahamat Idriss Déby, actual presidente y heredero del poder tras la muerte de su padre en 2021, gobierna bajo un halo de sospechas y represión. En 2022, luego de fuertes protestas contra su decisión de extender su mandato, el régimen militar suspendió múltiples partidos de oposición, incluyendo el de Masra. Más de 60 personas murieron durante dichas manifestaciones, catalogadas por el gobierno como un intento de golpe de Estado.
Después de regresar del exilio, Masra fue nombrado primer ministro a inicios de este año, en lo que se entendió como un intento del gobierno para calmar a la oposición antes de las elecciones presidenciales. Sin embargo, el nombramiento duró poco. Tras los comicios, cuyos resultados fueron altamente disputados, Masra renunció.
“Expresamos una profunda preocupación por esta acción brutal llevada a cabo fuera de cualquier procedimiento judicial conocido y en flagrante violación de los derechos civiles y políticos garantizados por la constitución,” declaró el Partido Transformers.
Serbia: ecos autoritarios en el corazón de Europa
Mientras tanto, en Europa Oriental, Serbia atraviesa sus propias turbulencias políticas. Las calles de Novi Sad, ciudad del norte del país, fueron escenario de enfrentamientos entre manifestantes y la policía antidisturbios que se repitieron por segundo día consecutivo. El uso de gas pimienta, detenciones arbitrarias y protestas cada vez más densas reflejan el hartazgo social tras el encarcelamiento de seis activistas desde marzo.
Estos manifestantes, acusados de planear “actividades antiestatales” con base en grabaciones secretas filtradas a medios oficialistas, reclaman ser víctimas de persecución política. Abogados defensores afirman que no hay pruebas concretas y que las escuchas fueron obtenidas de manera ilegal.
El detonante del malestar nacional fue el colapso de una marquesina en la estación de tren de Novi Sad el 1 de noviembre, que dejó 16 muertos. Desde entonces, las protestas han crecido exponencialmente, alcanzando su momento cumbre durante una mega manifestación el 15 de marzo en Belgrado, a la que acudieron cientos de miles de personas.
Este contexto se enmarca en la creciente autocratización del gobierno de Aleksandar Vučić, quien simultáneamente promueve relaciones con Rusia y China mientras jura lealtad a las aspiraciones europeas de Serbia. La reciente visita de Vučić al desfile de la victoria de Putin en Moscú generó duras críticas de Bruselas, que observa con recelo el giro del país balcánico.
“Vučić predica integración europea y, al mismo tiempo, desfila con Putin. Es una contradicción peligrosa,” señaló un analista político de la Universidad de Belgrado para el diario Balkan Insight.
Derechos civiles bajo amenaza
En ambos casos —uno africano y otro europeo— la constante es la misma: el uso creciente del aparato estatal para silenciar voces discrepantes. La estrategia de incluir a figuras opositoras en el gobierno, solo para luego hacerlas responsables de crisis o usarlas como chivos expiatorios, genera desconfianza profunda en los procesos democráticos.
La criminalización de la protesta, ya sea por medio de detenciones arbitrarias, vigilancia ilegal o represión física, apunta a una tendencia retrogradante en estos países. Y, aun cuando los contextos históricos, culturales y geográficos son muy distintos, el patrón de consolidación del poder a expensas de los derechos civiles conecta ambos casos.
Los desafíos de la juventud política
Tanto Masra como los líderes estudiantiles en Serbia representan una nueva generación política que intenta irrumpir con fuerza en estructuras marcadas por décadas de continuismo, pragmatismo autoritario y corrupción.
Succès Masra, con estudios en economía en Francia y formación política internacional, apostó por el cambio pacífico. En Serbia, los jóvenes manifestantes organizan protestas multicéntricas, coordiando marchas, acciones legales y campañas en redes sociales, lo cual habla de una sofisticación en las herramientas de resistencia.
Sin embargo, esta juventud también enfrenta una represión altamente tecnológica y agresiva. En Chad, grupos de derechos humanos han denunciado vigilancia electrónica, desapariciones forzadas y registros sin orden judicial. En Serbia, las escuchas ilegales y el uso de medios oficialistas para hacer campañas de odio contra activistas son prácticas comunes.
¿Hacia dónde vamos?
Estos dos escenarios evidencian los peligros de la regresión democrática. De poco sirve organizar elecciones cuando se silencian opositores, se manipulan resultados o se criminaliza el disenso.
Mientras la comunidad internacional reacciona tímidamente, tanto Chad como Serbia se convierten en alertas geopolíticas: el primero como una pieza estratégica en el Sahel y el segundo como un actor clave en la estabilidad de los Balcanes y sus futuras relaciones con la Unión Europea.
Como ha señalado la investigadora de Human Rights Watch Jehanne Henry: “Sin un compromiso genuino con la pluralidad política, ninguna transición podrá ofrecer estabilidad duradera.”
Una historia que insiste en repetirse
La detención de Masra y la represión en Serbia son capítulos distintos del mismo libro. Gobiernos que legitiman su poder a punta de fuerza, opositores que intentan abrir cauces democráticos y pueblos dispuestos a resistir, aunque sea a costa de su libertad.
No hay reformas sin conflicto, pero tampoco futuro sin libertad. Si algo nos enseñan estos acontecimientos, es que la historia es cíclica y cada generación está llamada a decidir si sirve al poder absoluto o lo enfrenta con valentía.