Papa Leo XIV y el desafío de la autoridad moral en tiempos de crisis
Desde su tesis doctoral hasta su papado, el enfoque de Robert Prevost sobre la autoridad resuena profundamente en un contexto de escándalos eclesiásticos
En medio de nuevas turbulencias en las instituciones religiosas y jurídicas internacionales, la llegada del Papa Leo XIV (anteriormente conocido como Robert Prevost) al liderazgo de la Iglesia Católica representa un momento simbólico e históricamente significativo. Con una trayectoria marcada por su interés en el ejercicio ético de la autoridad, su ascenso al papado no podría haber llegado en un momento más crucial.
Una tesis temprana con visión profética
Cuando Robert Prevost escribió su tesis doctoral entre 1981 y 1985 en la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino —conocida como el Angelicum—, difícilmente pudo haber imaginado la repercusión futura de sus palabras. Su tesis exploraba un tema profundamente resonante hoy en día: cómo los superiores religiosos deben ejercer la autoridad, particularmente dentro de la Orden de San Agustín, a la que él pertenecía.
Según el rector de su universidad, el Rev. Thomas Joseph White, la tesis de Prevost mostraba una comprensión “madura y matizada” del equilibrio entre obediencia y el servicio desinteresado. Citando al propio San Agustín, Prevost escribió:
“No hay lugar en el concepto agustiniano de autoridad para aquel que busca su propio interés o poder sobre los demás.”
Es una afirmación con gran peso en una Iglesia que ha sido sacudida en las últimas décadas por casos de abuso de poder y encubrimiento de escándalos sexuales.
Una trayectoria marcada por la ética del liderazgo
Prevost no solo escribió sobre autoridad: la ejerció. Fue superior general de los Agustinos de 2001 a 2012, obispo de Chiclayo (Perú) entre 2014 y 2023 y prefecto del Dicasterio para los Obispos antes de ser elegido Papa en 2025. En cada uno de estos roles, el tema de la relación entre autoridad y servicio estuvo presente.
Especialmente significativo es su trabajo más reciente en el Vaticano, donde presidía la oficina encargada de estudiar los casos de obispos acusados de abuso de poder. En un sistema que ha sido criticado por su falta de transparencia y eficacia, Prevost destacó por intentar establecer un enfoque más riguroso y humano.
Papa en tiempos de tormenta
La elección de Prevost como Papa Leo XIV se produce en un contexto de creciente escepticismo sobre la integridad moral de las autoridades eclesiásticas. Mientras nuevas denuncias sacuden figuras de alto perfil tanto en la Iglesia como en otras instituciones globales —como el Tribunal Penal Internacional— su visión del liderazgo como servicio cobra especial relevancia.
Casos recientes como el del fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, acusado de conducta sexual inapropiada y actualmente en licencia mientras se investiga el caso, evidencian una crisis generalizada en los modelos tradicionales de autoridad. Al igual que se espera que líderes religiosos encarnen valores de justicia y respeto, también se exige a líderes internacionales que sean ejemplares.
¿Es posible una nueva ética de liderazgo?
La sociedad contemporánea parece estar pidiendo, cada vez con más énfasis, un nuevo paradigma de autoridad. Uno que esté alejado del autoritarismo, de la manipulación emocional o espiritual, y del abuso de poder en cualquiera de sus formas.
En este sentido, la figura del Papa Leo XIV puede representar un nodo de esperanza. Su énfasis en el liderazgo como “acto desinteresado de servicio para el bien común” no es solo una aspiración teológica, sino una propuesta cultural aplicable más allá del ámbito eclesial.
“El ejercicio de la autoridad en cualquier comunidad cristiana requiere dejar de lado todo interés personal y una entrega total al bien de la comunidad.” — Papa Leo XIV (Robert Prevost)
Reformas posibles bajo su pontificado
Si quiere marcar una diferencia duradera, Leo XIV tendrá que pasar de las palabras a la acción. Algunos de los frentes más urgentes a atender incluyen:
- Establecer mecanismos más transparentes para denunciar y procesar casos de abuso de poder dentro del clero.
- Renovar el sistema de selección de obispos con mayor participación laical y criterios éticos estrictos.
- Reafirmar el rol supervisivo y no autoritario de los superiores dentro de las órdenes religiosas.
- Fortalecer los canales de diálogo y denuncia para víctimas, promoviendo una cultura de apoyo y reparación.
Una herencia del Concilio Vaticano II
El pensamiento de Prevost se nutre visiblemente de los aires renovadores del Concilio Vaticano II (1962-1965), el cual, bajo los papados de Juan XXIII y Pablo VI, impulsó una comprensión más pastoral y menos clericalista del liderazgo en la Iglesia.
El nuevo Código de Derecho Canónico aprobado en 1983, mientras Prevost estudiaba en Roma, resume esa transición: menos énfasis en la jerarquía intocable, y más en el liderazgo como acompañamiento comunitario. Su tesis, por tanto, no solo fue académica, sino también reformista.
El desafío de no claudicar
Pero ser Papa en el siglo XXI no es tarea fácil. El intento de reformar estructuras patriarcales, algunas de las cuales han elevado al secreto y al poder por encima de la justicia, puede encontrar resistencias feroces. El reto de Leo XIV será mantener la coherencia entre valores y decisiones prácticas, ante un mundo que exige cambios tangibles.
Como dijo en su tesis, la autoridad “no debe ser una aspiración de dominio personal sino un servicio genuino al bien común”. En este sentido, su legado está por escribirse, pero las condiciones históricas le dan la oportunidad única de redefinir lo que significa ser una autoridad moral en la era moderna.
¿Será recordado como el Papa del servicio?
Leo XIV llega al pontificado con una base sólida, no solo doctrinal sino también personal. Llamado “Padre Bob” entre los agustinos, es visto por muchos como una persona cercana, humilde y comprometida. Pero su verdadera prueba será cómo manejará el poder ahora que lo tiene en sus manos.
¿Será capaz de liderar una Iglesia herida y recuperar la confianza perdida? ¿Podrá tender puentes entre el pasado dogmático y las urgencias éticas del presente? ¿Conseguirá redefinir la autoridad no solo para la Iglesia, sino como modelo inspirador para líderes a nivel global?
El tiempo dirá. Pero mientras tanto, sus palabras resuenan con fuerza inédita: “el liderazgo debe ser, ante todo, un acto de amor hacia la comunidad que se sirve.”