Descubren un tesoro sumergido en Lago Míchigan: el naufragio del remolcador J.C. Ames sale a la luz tras más de 100 años

Un pescador descubre por azar un histórico barco abandonado; mientras tanto, en California crece el debate sobre cómo manejar miles de toneladas de desechos tóxicos que amenazan comunidades enteras

Una niebla, una caña de pescar y un pedazo de historia olvidada

Lo que comenzó como una simple jornada de pesca para Christopher Thuss terminó en un hallazgo arqueológico digno de libros de historia. Mientras lanzaba su caña en las brumosas aguas del Lago Míchigan, cerca de Manitowoc, Wisconsin, Thuss divió una silueta extraña a aproximadamente tres metros bajo la superficie, cerca de un rompeolas. No tardó mucho en darse cuenta de que estaba observando los restos de una embarcación: el J.C. Ames, un poderoso remolcador lanzado al agua en 1881 y que había desaparecido sin dejar rastro desde 1923.

El descubrimiento fue confirmado por la Sociedad Histórica de Wisconsin, cuya arqueóloga marina Tamara Thomsen relató que el entorno no había mostrado signos de presencia del barco previo, debido a que había permanecido enterrado bajo la arena durante casi un siglo. Sin embargo, tormentas recientes lo revelaron, y como por arte de magia, un fragmento del pasado emergió nuevamente.

El legado del J.C. Ames

Construido por la compañía Rand and Burger en Manitowoc, el J.C. Ames era uno de los remolcadores más grandes y poderosos de su época en los Grandes Lagos. Su motor de 670 caballos de fuerza lo capacitaba para mover no solo madera —su propósito principal—, sino también vagones de ferrocarril. Representaba una pieza vital en el engranaje industrial del norte de los Estados Unidos durante la expansión ferroviaria y maderera de finales del siglo XIX.

Al caer en desuso, fue hundido a propósito en 1923, una práctica común cuando los barcos ya no eran útiles. Según Thomsen, la falta de mejillones quagga en el casco sugiere que el barco solo ha estado expuesto recientemente y no por mucho tiempo.

Los mejillones quagga: amenaza inesperada

La reaparición del J.C. Ames no solo es significativa por su valor histórico; también entraña una carrera contra el tiempo. Los mejillones quagga, una especie invasora originaria del Mar Caspio, se han arraigado fuertemente en los Grandes Lagos durante las últimas tres décadas. Su presencia es tan invasiva que se aferran en capas tan densas a los restos sumergidos que acaban aplastándolos por su propio peso.

“Estos descubrimientos son emocionantes porque permiten que una historia perdida resurja”, expresó Thomsen. “Estuvo allí, oculto, por más de cien años, y vuelve a nuestro radar gracias a la atención de un ciudadano común”.

Un debate tóxico en California

Mientras Wisconsin celebra un hallazgo histórico, el estado de California atraviesa otra clase de tormenta: una lucha política y ambiental por el manejo de residuos peligrosos.

El Consejo de Seguridad Ambiental del estado rechazó una polémica propuesta del Departamento de Control de Sustancias Tóxicas (DTSC) que habría permitido depositar desperdicios tóxicos en basureros municipales en lugar de instalaciones especializadas. La medida —que supuestamente reduciría costos y emisiones de camiones— causó un profundo rechazo entre ecologistas y comunidades ya vulnerables por la exposición a contaminantes industriales.

¿Basureros comunes para desechos peligrosos?

California es uno de los pocos estados con regulaciones de residuos peligrosos más estrictas que las federales. Actualmente, el estado genera más de 567,000 toneladas de suelo tóxico al año, derivado de incendios, derrames industriales y baterías de litio-ion, entre otros orígenes.

Sin embargo, apenas posee dos vertederos especializados: Buttonwillow y Kettleman Hills, ambos en el Valle Central, y con una capacidad proyectada hasta 2039. Esto ha llevado a que el estado exporte cerca del 47% de su basura tóxica a estados como Utah y Arkansas.

Incendios, polvo y desconfianza

Los defensores comunitarios y ambientales denuncian que permitir la deposición local de estos residuos pondría en riesgo a comunidades ya expuestas. La activista Melissa Bumstead, de Parents Against the Santa Susana Field Lab, vive cerca de un ex sitio de pruebas nucleares en el sur del estado. Asegura que su hija sobrevivió al cáncer dos veces y que ella misma nació con tres bazos, condiciones que asocia a la contaminación histórica del área.

“Los incendios forestales en Los Ángeles se han convertido en el mayor operativo de limpieza de residuos peligrosos en la historia de la EPA”, sostuvo Angela Johnson Meszaros, de Earthjustice.

La tragedia del fuego no se detiene en los escombros: la ceniza de metales pesados como plomo y arsénico permanece en el suelo. De hecho, una reciente investigación del Distrito Escolar Unificado de Pasadena detectó niveles peligrosos de estas toxinas en casi la mitad de sus escuelas.

¿Y después del fuego?

Buena parte de los residuos generados tras los incendios son enviados a plantas temporales para su clasificación y embalaje. Luego, viajan miles de kilómetros a instalaciones fuera del estado. Esta logística no solo implica costos y emisiones, sino que demuestra la incapacidad estructural de California para manejar sus desechos contaminantes in situ.

Una ley estatal de 2021 buscó reformar el DTSC, y desde marzo se han propuesto cambios normativos a gran escala. Sin embargo, el rechazo del consejo regulador a relajar las normas representa una advertencia clara: no comprometer la salud comunitaria por conveniencia operativa.

Dos realidades, un mensaje común

El hallazgo del remolcador J.C. Ames y el debate californiano sobre residuos tóxicos pueden parecer historias ajenas. Pero ambas comparten un trasfondo común: la necesidad urgente de gestionar con respeto y responsabilidad nuestro legado industrial.

Mientras arqueólogos marinos luchan por preservar la memoria sumergida antes de que mejillones invasores la destruyan, comunidades enteras en California intentan evitar que las políticas permisivas conviertan su cotidiano en una tierra de desechos venenosos.

Ya sea en las aguas de los Grandes Lagos o en las áridas planicies del Valle Central, una pregunta persiste: ¿qué historia queremos rescatar, y qué legado estamos dispuestos a enterrar?

Fuentes consultadas:

Este artículo fue redactado con información de Associated Press