Theo Von, Trump y la Comedia Sin Filtros: ¿Provocación o Libertad de Expresión?
Un repaso crítico al discurso del humorista durante la visita de Trump en Qatar y lo que revela sobre la cultura política y el entretenimiento actual.
Por qué un comediante como Theo Von se presenta frente a tropas estadounidenses en una base militar en Medio Oriente justo antes de que Donald Trump tome el escenario diciendo que “no nos importa si eres políticamente correcto”? Este artículo analiza ese momento, los límites del humor, la política de la provocación y cómo se entremezclan el entretenimiento y la ideología en el Estados Unidos actual.
La actuación de Von: un desfile de provocaciones
El lugar: la base aérea de Al-Udeid en Qatar. La audiencia: tropas estadounidenses e invitados de Qatar. El momento: minutos antes de que Donald Trump, expresidente y nuevamente candidato, pronuncie un discurso ante soldados desplegados en el extranjero. Theo Von, de 45 años, podcast host del popular This Past Weekend, sube al escenario para ofrecer una rutina que provocó tanto risas incómodas como reacciones negativas dentro y fuera del auditorio.
Desde bromas sobre consumir cocaína sobre un “bebé mestizo”, hasta imitar discapacidades como el síndrome de Down o calificar a la marina estadounidense de “gay”, Von utilizó material destinado, claramente, a incomodar. Incluso bromeó sobre la imposibilidad de identificar delincuentes en Qatar porque –dijo– “todos se llaman Mohammed y visten igual”, comparándolos con una especie de Ku Klux Klan del desierto: “Ku Klux Sandsman”.
Mientras en otros contextos este tipo de chistes hubieran generado boycott y cancelaciones, aquí fue tolerado –hasta cierto punto– por tratarse de un evento rodeado por silencios diplomáticos y una cultura militar que, bajo Trump, se ha visto seducida por una retórica de millonario-showman.
¿Libertad de expresión o discurso de odio?
La defensa clásica en estos casos es la libertad de expresión. Pero cuando se trata de escenarios públicos, con figuras ligadas directamente al poder político, se vuelve legítimo preguntarse: ¿hasta qué punto estos discursos, más allá de su forma humorística, refuerzan estereotipos dañinos, justifican formas de exclusión o normalizan ideas radicales bajo la máscara del entretenimiento?
El periodista y crítico cultural David Rothkopf escribió recientemente: “El autoritarismo no empieza con ejércitos en las calles. Empieza cuando dejamos de incomodarnos con el odio... cuando nos reímos del chiste incorrecto solo porque dice lo que nadie quiere decir en voz alta”.
Von es una de las voces más prominentes de lo que ya se conoce como la manosphere, una corriente cultural en redes compuesta por hombres que se definen por oponerse a lo políticamente correcto, rechazar el feminismo y la diversidad, y abrazar con entusiasmo una masculinidad arquetípica cargada de crudeza, cinismo y nostalgia por un mundo “menos sensible”. Con un look que evoca los años 80 y una retórica que mezcla melancolía de clase trabajadora con sarcasmo venenoso, Theo Von ha logrado conectar con millones; especialmente varones jóvenes entre 18 y 35 años.
Trump y la comedia como vehículo ideológico
Donald Trump ha entendido mejor que nadie cómo usar la comedia no como alivio, sino como arma. No es casualidad que haya elegido a Theo Von como interlocutor para alcanzar a sectores que tradicionalmente ven a los políticos como figuras lejanas o hipócritas. “¿Quién diablos es Theo Von?” dijo Trump, según sus propias palabras, antes de acceder a ser entrevistado por él, tras la insistencia de su hijo Barron. “Tuvimos un buen momento juntos”, añadió.
En ese contexto, Theo Von funciona como una especie de puente: alguien externo a la política, que puede decir lo que políticos no se atreverían, pero cuya plataforma resuena masivamente en votantes indecisos o apáticos. En 2023, “This Past Weekend” fue el quinto podcast más escuchado en EE.UU. entre oyentes semanales mayores de 13 años, según Edison Podcast Metrics.
El entretenimiento transgresor en Medio Oriente: ¿dónde están los límites?
Curiosamente, Von no fue censurado o cortado en su rutina por tratarse de Qatar, una monarquía conservadora. Algunos podrían pensar que los países del Golfo tienen “límites rojos” más firmes en cuanto a la libertad de expresión. Pero el panorama es más complejo: en años recientes, naciones como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar han permitido –y hasta promovido– la llegada de comediantes occidentales de alto impacto, incluso aquellos que no rehúyen de chistes sexuales o sobre desigualdad.
En 2023, el canadiense Russell Peters presentó un show lleno de bromas explícitas en Riad, y Dave Chappelle llenó teatros en Abu Dhabi mientras criticaba la dependencia hacia los trabajadores extranjeros. Los límites están claros: no criticar la religión islámica ni a la familia real. Más allá de eso, hay una sorprendente permisividad que permite pensar que este tipo de eventos son vistos como parte del esfuerzo de soft power y cosmopolitismo que la región intenta proyectar.
De “YMCA” a la militarización de la política
Durante su intervención en la base aérea, Trump ofreció su ya clásica mezcla de autocomplacencia, falsedades históricas y apelaciones emocionalmente efectivas:
- Falsamente afirmó haber ganado tres elecciones presidenciales.
- Dijo que Francia hablaría alemán si no fuera por EE.UU.
- Afirmó haber desmantelado a altos rangos militares porque eran “perdedores”.
- Terminó bailando el tema “YMCA”, como ya es tradición en sus mítines.
Este tipo de performance, entre lo político y lo personal, solo es posible en un clima donde la verdad ha sido reemplazada muchas veces por el espectáculo. Theo Von, en ese sentido, no es una anomalía sino un actor funcional a una estrategia donde el humor deja de ser mera distracción y se convierte en forma de adoctrinamiento suave.
La cultura militar y la tolerancia al discurso agresivo
Hay una paradoja en que muchas de estas rutinas se realicen frente a tropas multinacionales. La cultura naval y militar estadounidense ha empezado a relajarse frente a ciertos discursos agresivos si provienen de figuras con “buenas intenciones nacionalistas” o que conectan con el ethos “anti-woke” que define a la era Trumpista.
Pero algunos sectores dentro del ejército aún muestran reticencia. Varios soldados emitieron gemidos incómodos, risas nerviosas y hasta miradas fijas mientras Von seguía con su rutina, especialmente cuando bromeó sobre los qataríes entre la audiencia diciendo “ellos no me quieren”. A pesar de la tensión, no hubo reacción oficial. ¿Incomodidad diplomática o simple indiferencia cultural?
La problemática del “humor impune”
En un reciente libro titulado “La risa cruel”, la autora Susan Douglas sostiene que el humor puede ser una herramienta poderosa de crítica social, pero también una vía para deshumanizar, reírse del vulnerable y reforzar desigualdades bajo una máscara libertaria. “Cuando la sátira apunta hacia abajo, se convierte en burla. Cuando apunta hacia arriba, en subversión”, argumenta.
Tal vez el más grave de los efectos de estas rutinas no sean las risas momentáneas, sino la normalización de discursos de odio disfrazados de rebeldía. Estas bromas parecen confirmar lo que muchos ya temen: que en la era Trump, el odio no se esconde, se celebra. Y se aplaude.
El nuevo canon cultural del hombre americano
¿Qué representa Von para sus fanáticos? Autenticidad, incorrección, virilidad “perdida” y un sentido de pertenencia a un grupo humillado por la cultura woke. Junto a nombres como Joe Rogan, Jordan Peterson o Andrew Tate, Von contribuye a crear un universo alterno donde las normas actuales se ven como imposiciones de élites y lo “auténtico” es ser ofensivo como forma de verdad.
Son figuras que conectan intelectualmente con hombres que sienten que perdieron el lugar que el orden anterior les otorgaba por defecto: el privilegio sin disputa. Al reírse con Von, se rebelan, aunque sea desde el sillón, contra un mundo donde otros exigen respeto, identidad y equidad.
¿Humor para sanar o reírse del dolor del otro?
La gran pregunta no es si Von debió o no tener esa plataforma frente a tropas militares en Medio Oriente. La verdadera cuestión es qué dice de nosotros que una figura como él se haya convertido en portavoz de una parte creciente de la sociedad estadounidense, y qué tipo de país estamos construyendo si el humor cruel se vuelve regla, no excepción.
Porque la comedia puede ser libertad... pero también violencia disfrazada de aplausos.