Tecnología, elefantes y conflictos: así se protege la vida salvaje y humana en Zimbabue

Un innovador sistema de collares GPS transforma la convivencia entre comunidades locales y elefantes en el Parque Nacional Hwange

Por décadas, el ancestral conflicto entre humanos y elefantes en Zimbabue parecía condenado a eternizarse. Pero en el corazón del Parque Nacional Hwange, la tecnología promete una nueva era de entendimiento y coexistencia cohesionada. Con la ayuda de collares GPS y una red de vigilancia digital, las amenazas están siendo anticipadas y los dramas, minimizados.

Un ecosistema en crisis: demasiados elefantes y poca agua

Zimbabue enfrenta un reto animal mayúsculo: su población de elefantes supera los 100,000 ejemplares, en un territorio capaz de sustentar apenas 50,000. El Parque Nacional Hwange, donde habita casi la mitad de estos gigantes, se ha convertido en epicentro del problema. Es aquí donde se agudiza el conflicto humano-animal, especialmente durante los períodos de sequía.

Los colmillos de estos animales ya no buscan sólo agua o alimentos en su hábitat: se dirigen con creciente frecuencia hacia los cultivos y aldeas. Las consecuencias han sido devastadoras: daños en cosechas, infraestructuras destruidas y hasta muertes humanas. Entre enero y abril de 2025, se reportaron 18 muertes por conflictos con animales, lo que obligó a las autoridades a sacrificar a 158 animales problemáticos.

La respuesta: collares inteligentes y guardianes comunitarios

Para prevenir tragedias, el ente rector de la vida salvaje en el país, Zimbabwe Parks and Wildlife Management Authority, y la ONG International Fund for Animal Welfare (IFAW) lanzaron una campaña tecnológica revolucionaria: colocar collares GPS a elefantes matriarcas, permitiendo monitorear el movimiento de rebaños enteros.

La base operativa es la plataforma EarthRanger, que genera alertas en tiempo real cuando un elefante se aproxima a zonas rurales. Uno de los principales héroes de esta historia es Capon Sibanda, un joven de 29 años que, en bicicleta y con su celular, recorre diariamente los pueblos, avisando a quienes carecen de señal telefónica o internet sobre el avance de los paquidermos. "Cuando empezamos era difícil, pero ahora es fenomenal", comenta.

Del tambor al WhatsApp: la tradición se alía con la tecnología

Durante generaciones, los métodos de defensa eran rústicos pero valientes: batir ollas, hacer fuego con estiércol seco o gritar con fuerza. Hoy, aunque esas tácticas persisten, se combinan con avisos por WhatsApp en grupos locales. “Todavía golpeamos cacerolas, pero ahora recibimos alertas a tiempo y los guardas forestales reaccionan más rápido”, afirma Senzeni Sibanda, agricultora y consejera comunitaria.

Esto ha permitido disuadir varias incursiones sin causar daño mayor. Los esfuerzos de Sibanda, el joven voluntario, no pasan desapercibidos. Suele recibir recompensas en forma de verduras, carne o incluso una asignación mensual en víveres valorizada en $80.

Exceso de población: ¿es hora de cazar de nuevo?

Zimbabue prohibió la caza selectiva (o culling) hace casi cuatro décadas, presionado por activistas conservacionistas. Pero con el cambio climático haciendo estragos y los recursos naturales menguando, muchos se preguntan si es momento de retomar esa práctica. “¿Por qué no los cazan para que al menos obtengamos algún beneficio?”, se pregunta angustiada Senzeni.

En la actualidad, el cupo anual de caza comercial es de 500 elefantes. Las comunidades afectadas reciben una modesta retribución derivada de los ingresos por caza turística —entre $10,000 y $80,000 anuales por elefante trofeo—, montos que muchas veces se destinan a reparar pozos o construir cercas. Líderes como Senzeni reclaman mayor participación de las comunidades locales en esos ingresos.

Un debate internacional que sigue creciendo

La tensión por la abundancia de elefantes no sólo es local. El año pasado, en septiembre, las autoridades de Namibia y Zimbabue propusieron cazar elefantes para alimentar a comunidades afectadas por la sequía. Por su parte, el expresidente de Botsuana generó controversia internacional al ofrecer como regalo 20,000 elefantes a Alemania. Para provocar, el ministro de vida silvestre de ese país llegó a sugerir enviar 10,000 paquidermos a Hyde Park, en Londres, para que los británicos experimentasen “cómo es vivir con elefantes”.

¿Una solución escalable?

Hasta la fecha, solo 16 elefantes han sido equipados con collares GPS, todos ellos matriarcas. Gracias a la estructura jerárquica de los elefantes, seguir a la líder es una forma efectiva de rastrear al grupo entero. Pero si se toma en cuenta que el Parque Hwange alberga unos 45,000 elefantes, el impacto del proyecto aún es limitado.

El proceso de collarización es meticuloso: se localiza una manada, se apunta al ejemplar principal y se le dispara un dardo tranquilizante. Tras descargas de esfuerzo, rastreo en dron, camión y monitoreo clínico, se instala el collar y se recogen muestras de sangre. Una vez completado el proceso, el animal recibe un antídoto y vuelve a su hábitat. La batería de estos collares tiene una duración de entre dos y cuatro años.

Cada segundo cuenta”, explica Kudzai Mapurisa, veterinario de la agencia de parques. Por eso, el programa también planea extenderse a leones e hienas, especies que también generan riesgos a comunidades humanas.

Mirando al futuro: entre la conservación y la convivencia

La coexistencia entre humanos y vida salvaje no es una utopía, pero requiere voluntad política, financiamiento y tecnología. Proyectos como el de Hwange, con la integración entre plataformas como EarthRanger, monitoreo con drones, redes de aviso en redes sociales y guardianes comunitarios, están demostrando que una nueva narrativa es posible.

La directora del parque, Edson Gandiwa, lo resume así: “Ahora nuestras decisiones de conservación están basadas en datos científicos robustos”.

Quizá la verdadera hazaña no sea proteger a los elefantes, sino reconstruir los lazos entre humanos y fauna, sin que uno deba desaparecer para que el otro sobreviva. Y en un rincón árido de África, la tecnología se ha convertido en embajadora de esa esperanza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press