La crisis diplomática entre Francia y Argelia: un nuevo capítulo en una relación tensa
La expulsión recíproca de diplomáticos reabre heridas históricas y plantea retos políticos, económicos y migratorios entre París y Argel
Por décadas, la relación entre Francia y Argelia ha sido un campo minado de tensiones acumuladas, agravadas por una historia colonial dolorosa, intereses geopolíticos divergentes y desacuerdos administrativos. Ahora, una nueva ronda de expulsiones diplomáticas volvió a encender este conflicto de larga data.
La crisis más reciente: diplomáticos en la mira
El pasado domingo, 15 diplomáticos franceses fueron expulsados de Argelia. La respuesta de París no tardó: Francia anunció este miércoles su propia expulsión de diplomáticos argelinos, citando el principio de "estricta reciprocidad". El comunicado del Ministerio francés de Asuntos Exteriores fue claro: "Hemos convocado a funcionarios argelinos para informarles de nuestra decisión".
El ministro de Exteriores francés, Noël Barrot, se pronunció ante los medios afirmando con frialdad: “Los argelinos han querido devolver nuestros agentes; nosotros devolvemos los suyos.”
Una historia marcada por la desconfianza
Francia y Argelia comparten una historia especialmente turbulenta. Argelia fue colonia francesa durante más de 130 años hasta su independencia en 1962, mediante una guerra sangrienta que dejó entre 400,000 y 1 millón de muertos, dependiendo de las cifras que se consulten. Desde entonces, las heridas de esa ocupación y la brutal represión han condicionado la relación bilateral.
Esas tensiones históricas se renovaron el año pasado cuando Francia decidió respaldar el plan de Marruecos sobre la soberanía del Sáhara Occidental, una región que Argelia considera la última colonia africana pendiente de descolonización. Argelia apoya al Frente Polisario, un movimiento que lucha por la independencia del territorio, por lo cual ese cambio de postura francesa fue visto como una traición.
Un acuerdo de movilidad roto
Lo irónico de esta nueva escalada diplomática es que contradice un pacto firmado en 2013, que permitía el libre tránsito de personas con pasaportes diplomáticos entre ambos países sin necesidad de visado. Con esta serie de expulsiones recíprocas, dicho acuerdo queda en entredicho.
Las autoridades argelinas justificaron la expulsión de los funcionarios franceses alegando que Francia violó los protocolos al designar nuevos diplomáticos de forma unilateral, pese a las discusiones pendientes de la expulsión anterior.
Consecuencias económicas millonarias
La relación económica entre ambos países no es menor. El comercio bilateral supera los 12 mil millones de dólares anuales. Francia es uno de los principales socios comerciales de Argelia, y empresas francesas operan activamente en sectores clave como energía, telecomunicaciones y servicios financieros.
Este deterioro diplomático amenaza con ralentizar o incluso congelar algunos acuerdos económicos vigentes o en negociación. Por ejemplo, algunos proyectos de cooperación energética para aumentar la exportación de gas argelino hacia Europa —en un contexto de reemplazo del gas ruso— podrían sufrir atrasos o cancelaciones.
El impacto en la diáspora argelina en Francia
La tensión no solo tiene efectos entre cancillerías: también impacta en la vida diaria de los más de 700,000 argelinos residentes oficialmente en Francia y el más de un millón de personas de origen argelino según cifras del INSEE, el instituto nacional de estadísticas francés.
Para ellos, los vaivenes diplomáticos pueden traducirse en demoras en documentos migratorios, visados familiares, o incluso complicaciones para viajes frecuentes entre los dos países, especialmente durante las vacaciones de verano, cuando miles de familias viajan de ida y vuelta.
Un contexto político inflamado
Este nuevo roce llega en un momento políticamente delicado en ambos países. En Francia, la carrera hacia las elecciones presidenciales de 2027 ya está en marcha y el tema migratorio —con especial énfasis en los inmigrantes magrebíes— es una constante en el debate público. La ultraderecha ha ganado terreno utilizando precisamente estos temas.
En Argelia, el gobierno del presidente Abdelmadjid Tebboune busca reforzar su imagen nacionalista en medio de descontento social y protestas sobre la situación económica y las restricciones políticas. Enfrentar a Francia, históricamente impopular entre varios sectores de la sociedad argelina, siempre genera rédito interno.
La sombra de la guerra de independencia
El malestar por el pasado colonial todavía pesa en la relación diplomática actual. En 2021, el presidente Emmanuel Macron declaró que la nación argelina "no existía antes de la colonización francesa", una afirmación que encendió protestas y llevó a Argelia a retirar a su embajador.
Macron también admitió en 2017 que la colonización fue un crimen contra la humanidad, aunque luego ha matizado sus posiciones. Todo esto ocurre mientras Argelia conmemora con fuerza el 8 de mayo de 1945, fecha marcada por la masacre de Sétif, Guelma y Kherrata, donde miles de argelinos fueron asesinados por el ejército colonial francés justo cuando Europa celebraba el Día de la Victoria sobre el nazismo.
Una diplomacia interrumpida justo cuando empezaba a reactivarse
La escalada diplomática llega paradójicamente en un momento en que ambos países parecían estar acercándose. En 2022, Macron realizó una visita oficial a Argelia con el objetivo de "reconstruir" la relación "en futuro compartido". Se firmaron acuerdos de cooperación científica, energética e incluso cultural. Pero estas medidas han quedado en pausa con los recientes desencuentros.
Como recuerda el periodista e historiador Benjamin Stora, autor de diversos ensayos sobre la memoria compartida entre Francia y Argelia: “Las relaciones franco-argelinas son como un matrimonio sin divorcio posible: hay grandes pasiones, decepciones y reconciliaciones que nunca duran lo suficiente”.
¿Y ahora qué?
Francia ha llamado a Argelia a retomar el diálogo "constructivo y exigente", pero sin levantar las expulsiones. El gobierno argelino no ha mostrado señales de dar marcha atrás hasta el momento. El temor es que esta espiral continúe afectando no solo a diplomáticos, sino también a estudiantes, empresarios, artistas y familias enteras atrapadas entre decisiones políticas de alto nivel.
Muchos observadores creen que lo que se necesita es una comisión permanente bilateral que funcione como canal diplomático constante, lejos de los arrebatos reactivos de ambos gobiernos. Mientras eso no ocurra, episodios como este seguirán ocurriendo cada pocos años, alimentando un ciclo sin fin de tensiones entre dos países demasiado entrelazados para vivir separados, pero cada vez más incapaces de convivir plenamente.