De la medicina tradicional al renacimiento psicodélico: ¿una revolución de la salud o una apuesta peligrosa?

La nominación de Casey Means como cirujana general bajo la administración Trump reabre el debate sobre los psicodélicos, la medicina alternativa y el futuro de la salud pública en Estados Unidos.

Por décadas, la medicina en Estados Unidos ha sido un campo marcado por el conservadurismo científico y la burocracia institucional. Sin embargo, la reciente nominación de la Dra. Casey Means como posible cirujana general ha traído consigo una polémica inesperada: el uso de drogas psicodélicas, como la psilocibina, como herramientas terapéuticas.

¿Quién es Casey Means y por qué está en el centro del debate?

Casey Means, doctora formada en Stanford, es una figura mediática conocida por su enfoque alternativo de la salud, que prioriza el bienestar metabólico, la alimentación consciente y las terapias menos convencionales. Su libro Good Energy (2024), coescrito con su hermano Calley Means, ha sido una plataforma para compartir su visión: una medicina menos centrada en fármacos patentados y más orientada a agentes naturales como los psicodélicos.

La controversia surge desde varios frentes. Primero, el simple hecho de que Means no terminó su residencia médica y actualmente no tiene una licencia activa ha llamado la atención de muchos dentro y fuera del ámbito médico. Sumado a esto, su recomendación explícita en el libro sobre considerar el uso guiado de psilocibina para sanar traumas y mejorar la salud emocional ha encendido las alarmas en Washington, donde el cargo de cirujano general tiene una carga simbólica y práctica significativa en educación en salud pública.

Los psicodélicos: historia, ciencia y estigma

La psilocibina, sustancia activa en los llamados "hongos mágicos", es actualmente ilegal bajo la ley federal estadounidense. Está clasificada como una sustancia de la Lista I, lo que significa que oficialmente no tiene usos medicinales aceptados y conlleva un alto riesgo de abuso. Sin embargo, estudios recientes han empezado a cuestionar esta clasificación.

Investigaciones lideradas por prestigiosas instituciones como Johns Hopkins University y el Imperial College de Londres han mostrado que, en entornos controlados y con acompañamiento terapéutico, la psilocibina puede ser eficaz para tratar depresión resistente al tratamiento, ansiedad en pacientes con cáncer terminal y trastornos por consumo de sustancias.

  • Un estudio de 2021 publicado en Nature Medicine encontró que la psilocibina tuvo efectos comparables (y en algunos casos superiores) a los antidepresivos estándares como la escitalopram.
  • La FDA ya ha otorgado la designación de "terapia innovadora" a la psilocibina para algunas indicaciones, lo que acelera su posible aprobación.

No obstante, los efectos adversos pueden ser severos si se utiliza sin guía: alucinaciones intensas, paranoia o comportamiento errático, incluso accidentes físicos graves.

Entre experiencias personales y políticas públicas

Means no solo cita evidencia científica en su libro; también recurre a sus propias vivencias. Relata cómo el uso guiado de psilocibina no solo le ayudó en su camino de sanación personal, sino incluso le permitió “abrirse al amor” a los 35 años, lo que calificó como una transformación emocional fundamental.

Este enfoque subjetivo ha generado críticas por parte de expertos en salud pública que exigen que una persona con potencial responsabilidad sobre la salud de millones de estadounidenses base sus decisiones exclusivamente en datos rigurosos. En contrapartida, hay quienes aplauden su franqueza y su valentía de “sacar del clóset” el uso de compuestos que, pese a siglos de estigmatización, forman parte de prácticas curativas indígenas ancestrales.

Trump, RFK Jr. y una estrategia política poco ortodoxa

La elección de Means no fue resultado de una deliberación técnica. Según Donald Trump, eligió a Casey íntegramente bajo la recomendación del Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., conocido por su escepticismo hacia ciertas prácticas médicas convencionales. Trump confesó no conocer personalmente a la doctora.

Este tipo de nombramiento, más basado en carisma y respaldo político que en méritos tradicionales, mantiene una línea que ha caracterizado varias de las decisiones del expresidente. En este contexto, surgen preguntas sobre el rumbo que tomará la salud pública federal si se priorizan enfoques no comprobados y voces mediáticas sobre la experiencia clínica tradicional.

Los agujeros negros del sistema de salud y la sed de alternativas

Parte del atractivo de figuras como Casey Means radica en una verdad incómoda: el sistema sanitario estadounidense está profundamente fracturado. Con altos costos, acceso limitado para millones de personas y una creciente dependencia a medicamentos con efectos secundarios severos, muchos ciudadanos buscan soluciones fuera del modelo tradicional.

Un sondeo de Gallup de 2023 mostró que el 42% de los estadounidenses considera que el sistema de salud “necesita cambios importantes o debe ser reemplazado”. En este vacío, proliferan propuestas alternativas que van desde la medicina funcional, dietas basadas en datos genómicos, hasta terapias con ayahuasca o microdosis de LCD y psilocibina.

Conflictos de intereses e inversión en la industria psicodélica

Un tema que suma leña al fuego es el involucramiento del hermano de Casey Means, Calley Means, en inversiones relacionadas con biotecnología psicodélica. El conflicto de intereses resulta difícil de ignorar, sobre todo al considerar que Calley tiene ahora un rol como asesor en cuestiones de salud dentro del equipo de Trump.

En una entrada de blog de 2021, Calley relató que consumir psilocibina cambió su vida en todos los planos, y en 2022 afirmó haber vendido su fondo de retiro completo para invertir en startups centradas en psicodélicos. La sospecha: ¿están usando la plataforma política como trampolín financiero?

Un momento clave para el futuro de la medicina

Más allá de la figura específica de Casey Means, el hecho de que se discuta el uso de psicodélicos desde lo más alto del gobierno estadounidense representa un punto de inflexión cultural. Pero, como toda transición paradigmática, implica riesgos y responsabilidades éticas enormes.

¿Estamos ante una verdadera revolución terapéutica o ante una moda impulsada por intereses económicos y agendas políticas? ¿Debe el sistema incorporar terapias no patentables, o se trata de abrir la caja de Pandora?

Aunque la confirmación de Casey Means todavía está por discutirse en el Senado, la biomédica, la política y la cultura popular ya parecen haberse alineado para abrir este nuevo capítulo.

Y como buena revolución, todavía es imposible saber si será recordada como una liberación... o como un experimento con consecuencias imprevisibles.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press