Ahmad al-Sharaa y la paradoja del poder en Siria: ¿redención o nueva opresión?

De líder de al-Qaida a presidente interino: el asombroso ascenso de Ahmad al-Sharaa divide a Siria y al mundo

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Del yihadismo a la política: el sorprendente giro de al-Sharaa

En el complicado ajedrez de Medio Oriente, hay historias que parecen extraídas de una novela distópica. Tal es el caso de Ahmad al-Sharaa, también conocido por su alias yihadista Abu Mohammed al-Golani, quien fue combatiente de al-Qaida en Irak, fundador del Frente al-Nusra en Siria y ahora, inesperadamente, presidente interino de un país gravemente desgarrado: Siria. El dirigente, que alguna vez fue prisionero del ejército de Estados Unidos y tuvo una recompensa de 10 millones de dólares sobre su cabeza, fue recibido recientemente con un apretón de manos por el expresidente Donald Trump, calificándolo como un “líder joven y atractivo”. ¿Es este el renacer político de un ex extremista o una peligrosa ilusión cultivada por los intereses geopolíticos de las potencias regionales?

De enemigo número uno a interlocutor legítimo

En una fotografía histórica durante una cumbre en París organizada por Turquía y Arabia Saudita, el presidente Ahmad al-Sharaa se reunió con Trump en un evento que muchos catalogan como el inicio del retorno de Siria al orden diplomático global, tras más de una década de aislamiento internacional debido al brutal régimen de Bashar al-Assad. Al-Sharaa, quien lideró la ofensiva insurgente que derrocó a Assad en diciembre pasado, fue inmediatamente reconocido por potencias regionales como Turquía y Arabia Saudita, y su gobierno recibió el respaldo de Estados Unidos mediante el levantamiento de varias sanciones. Desde entonces, Siria ha sido el escenario de una esperada —aunque sumamente complicada— reconstrucción institucional, política y moral.

Un pasado que aún arde: los orígenes radicales del líder

La historia de Ahmad al-Sharaa es tan extraordinaria como inquietante. Se unió al movimiento yihadista tras la invasión de Irak en 2003, participando activamente en ataques contra fuerzas estadounidenses y comunidades chiitas. Fue detenido y encarcelado por más de cinco años. Posteriormente, Abu Bakr al-Baghdadi lo envió a Siria, donde fundó el Frente al-Nusra, una filial local de al-Qaida. Durante esos años, el grupo fue responsable de múltiples atentados y abusos contra civiles. Tras distanciarse del Estado Islámico y reafirmar lealtad a al-Qaida, al-Sharaa dio un giro “moderado” en 2016, anunciando la ruptura con la organización madre para crear Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo con aspiraciones políticas específicas en Siria. En 2021, los gestos simbólicos se multiplicaron: abandonó su atuendo militar, mostró el rostro en entrevistas televisivas y abogó por levantar las sanciones contra Siria. Un proceso de “blanqueamiento” que, evidentemente, resultó efectivo en ciertos círculos diplomáticos.

Un nuevo orden... ¿con las mismas sombras?

Desde su llegada al poder, al-Sharaa ha prometido un “nuevo comienzo” para Siria: reconciliación interreligiosa, salida de las fuerzas iraníes y estatales como Hezbolá, y la integración de minorías en cargos políticos. Sin embargo, múltiples analistas se muestran escépticos. Lara Nelson, directora de políticas en Etana, advierte: “Muchas de las acciones parecen apresuradas y performativas, más que una transformación real del sistema”. De hecho, las medidas inmediatas incluyeron una nueva declaración constitucional que otorga importantes prerrogativas a al-Sharaa y establece la sharía como base legal durante un período interino de cinco años. La promesa de una Siria inclusiva aún está muy lejos de ser tangible si se comparan con los hechos sobre el terreno.

Violencia sectaria y un país aún al borde

Uno de los eventos más crudos que marcaron el mandato inicial de al-Sharaa ocurrió en marzo: una serie de enfrentamientos sectarios en la costa mediterránea, una zona de mayoría alauita. Tras el colapso de una revuelta supuestamente liderada por remanentes de Assad, las fuerzas leales a al-Sharaa desataron represalias brutales con más de 1,000 muertos, mayormente civiles alauitas. Las imágenes en redes sociales mostraban hogares incendiados, linchamientos públicos y una narrativa revanchista que hace temer una nueva fase de limpieza étnico-política. Lo mismo ocurrió, días después, con disturbios entre facciones drusas en las afueras de Damasco. Estos eventos reflejan un reto mayúsculo: pacificar una sociedad profundamente dividida tras 14 años de guerra, donde el 90% de la población vive en la pobreza, y la infraestructura y cohesión social están en ruinas.

Presiones externas: Israel, Irán y el eterno juego geopolítico

El contexto regional tampoco es favorable. Aunque al-Sharaa ha prometido romper con Irán y sus milicias aliadas, Teherán sigue siendo un actor clave, especialmente en zonas sureñas del país. A su vez, Israel ha intensificado sus ataques aéreos contra objetivos vinculados a armamento y milicias pro-Irán. Uno de esos ataques ocurrió a principios de mayo cerca del nuevo palacio presidencial, demostrando la vulnerabilidad incluso de zonas centrales del nuevo régimen. Este nivel de tensión internacional amenaza cualquier intento de pacificación interna o de reconstrucción económica a gran escala.

¿Una nueva esperanza o autoritarismo recargado?

Algunos observadores ven paralelismos preocupantes con otros regímenes que comenzaron con promesas de reformas, solo para consolidarse en formas renovadas de autoritarismo. Las detenciones selectivas, el control informativo y una estructura de poder claramente controlada por un círculo íntimo del presidente siembran dudas. Por ahora, Ahmad al-Sharaa representa una figura ambigua: para algunos, el salvador de Siria; para otros, un lobo en piel de cordero. Su capacidad de mantenerse en el poder dependerá, en gran parte, del equilibrio entre el pragmatismo político y la presión internacional para establecer una Siria plural, democrática y estable.

Cierre abierto: un país entre el miedo y la fe

El camino que se abre para Siria bajo el liderazgo de Ahmad al-Sharaa es arriesgado y lleno de contradicciones. ¿Estamos frente al raro caso de redención de un ex extremista que encontró la luz política? ¿O Siria está transitando, una vez más, un espejismo de cambio que en realidad perpetúa las estructuras del poder sectario, esta vez bajo nuevas etiquetas? Mientras Trump declaraba que al-Sharaa tiene "una verdadera oportunidad de mantener unido al país", decenas de organizaciones internacionales mantienen su alerta ante posibles violaciones de derechos humanos y una feliz fachada que esconde cimientos de represión. Como suele ocurrir en Medio Oriente, será el tiempo, esa medida infalible de la política, el que determine si al-Sharaa pasará a la historia como el improbable patriota que salvó Siria... o como el último gran impostor en una tierra que clama justicia y paz desde hace demasiados años.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press