Luis Arce se baja de la contienda en Bolivia: ¿el fin del ciclo masista?
La salida del presidente refleja una crisis profunda en el oficialismo boliviano mientras Evo Morales insiste en un regreso cargado de controversia
Una renuncia inesperada que sacude el panorama electoral
En un sorprendente anuncio televisado esta semana, el presidente de Bolivia, Luis Arce, confirmó que no se presentará como candidato a las elecciones presidenciales de agosto de 2025. Su retiro marca un momento de inflexión en la política boliviana, cuyo escenario se encuentra enfrascado en una feroz contienda intrapartidaria y enfrenta severos desafíos económicos.
“No seré un factor de división del voto popular”, declaró Arce en su alocución, refiriéndose claramente a su disputa con su ex mentor y predecesor, Evo Morales. Su objetivo, explicó, es evitar que la derecha recupere el poder luego de casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS).
El MAS: de monolito a laberinto
El Movimiento al Socialismo, que gobernó Bolivia por más de 15 años bajo Evo Morales y luego bajo Luis Arce, enfrenta hoy una fragmentación sin precedentes. Morales, que fue presidente de 2006 a 2019, busca regresar al poder a pesar de obstáculos legales y escándalos personales; mientras tanto, Arce, quien asumió como su heredero en 2020, vivió una administración marcada por el desgaste económico y pugnas internas.
La rivalidad entre Arce y Morales se volvió más virulenta en los últimos meses, con ambos disputando el liderazgo del bloque de izquierda en Bolivia. La consecuencia directa: una división profunda del electorado progresista.
¿Crisis económica o legado pesimista?
La economía boliviana ha dejado de ser el ejemplo de estabilidad regional que fue en los años 2010. La nación andina pasó de exportar gas natural a importarlo, y según datos recientes, el Banco Central prácticamente ha agotado sus reservas de dólares. Las filas para conseguir combustible son cotidianas y el mercado negro cotiza el dólar al doble del precio oficial.
Morales —quien durante su primer mandato disfrutó del auge de materias primas— también tiene su cuota de responsabilidad. Sin embargo, los encuestados responsabilizan mayormente a Arce, cuya administración se percibe como inmóvil frente al deterioro económico.
La sombra de Evo Morales: ¿candidato viable o figura del pasado?
Evo Morales insiste en regresar al poder, desafiando a un fallo del Tribunal Constitucional boliviano de 2023 que le impide legalmente postularse nuevamente. “Lo desafío a no insistir con su candidatura”, dijo Arce durante su discurso, aludiendo al riesgo para la izquierda si Morales persiste en dividir el voto.
Pero Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, conserva amplio apoyo en zonas rurales y sectores populares, nostálgicos del “milagro económico” que vivieron bajo su dirección. A pesar de ello, su figura está hoy marcada por la polémica: acusaciones de mantener una relación inapropiada con una menor de edad pesan sobre él, aunque él asegura que son infundios políticos.
¿La hora de Andronico Rodríguez?
El nombre que ahora resuena como posible consenso progresista es el de Andronico Rodríguez, un joven político de 36 años con raíces en las bases cocaleras del Chapare, bastión de Morales. Rodríguez ha crecido en popularidad y perfil político en los últimos años, consolidándose como presidente del Senado.
Analistas como Marcelo Arequipa consideran que Rodríguez podría emerger como el candidato de unidad si Morales da un paso al costado. “El mayor beneficiado de la retirada de Arce es Rodríguez”, advirtió Arequipa. El desafío está en lograr que Morales también se retire o, al menos, decline encabezar la boleta.
Oposición sin un claro liderazgo, pero en ascenso
Mientras el bloque oficialista se desangra en disputas, la oposición de centroderecha se organiza alrededor de múltiples figuras, aunque ninguna ha logrado consolidarse como favorita. Hasta ahora, existen al menos cuatro precandidatos opositores, todos intentando capitalizar la fatiga ciudadana ante el MAS.
El descontento social, alimentado por la inflación, el desempleo y la corrupción, crea condiciones fértiles para una propuesta alternativa, ya sea de corte liberal, conservador o populista. No obstante, la historia política boliviana muestra que la fragmentación del voto opositor ha sido el talón de Aquiles de esa tendencia.
Bolivia en encrucijada: ¿revivir al “proceso de cambio” o un nuevo rumbo?
El llamado “proceso de cambio” comenzó en 2006 con la elección de Evo Morales y su promesa de refundar el país sobre bases indígenas, nacionalistas y socialistas. Durante sus primeros años, Morales y el MAS lograron avances notables: la pobreza bajó del 59% en 2005 al 36% en 2017, y Bolivia mantuvo uno de los crecimientos económicos más sostenidos de Sudamérica.
Sin embargo, ese mismo modelo comenzó a mostrar signos de agotamiento y dependencia del extractivismo, particularmente después de 2014, cuando el precio del petróleo y el gas —base del ingreso boliviano— comenzó a desplomarse. La apuesta por el litio tampoco ha generado los beneficios esperados.
Hoy, el país enfrenta el dilema de persistir con un proyecto que ya dio sus frutos y sus fracasos, o bien explorar nuevas voces y liderazgos con visión de futuro.
El futuro político más incierto en décadas
La elección del 17 de agosto se perfila como una de las más impredecibles de la historia boliviana reciente. Sin Arce, con Morales debilitado por la legalidad y los escándalos, y con una oposición dispersa, el escenario está abierto.
Si Rodríguez logra consolidar una candidatura fuerte, podría representar una nueva generación masista menos contaminada por las pugnas internas y más enfocada en la gestión económica y el diálogo político. Si por el contrario, continúa la fragmentación, Bolivia podría asistir al colapso del ciclo “progresista” iniciado casi dos décadas atrás.
Mientras tanto, los bolivianos enfrentan una cotidianidad de crisis, inestabilidad y polarización. Su decisión en agosto no solo definirá un nuevo presidente, sino el tipo de país que desean reconstruir tras años de disputas intestinas.