Alemania prohíbe al “Reino de Alemania”: El auge y caída de los ciudadanos del Reich
La ofensiva contra un movimiento radical que buscaba socavar la democracia alemana
Con más de 800 agentes desplegados en múltiples estados, Alemania ha dado un golpe decisivo contra el mayor grupo de extrema derecha conocido como “Reichsbürger”, o ciudadanos del Reich, al prohibir formalmente a su facción más prominente: el autodenominado “Reino de Alemania”.
¿Quiénes son los “ciudadanos del Reich”?
El movimiento “Reichsbürger” agrupa a individuos y colectivos que rechazan la legitimidad de la República Federal de Alemania, afirmando que el Imperio Alemán, derrocado en 1918, aún existe legalmente. Por tanto, se niegan a aceptar la autoridad del Estado alemán actual, incluyendo el sistema judicial, el cobro de impuestos y otras normativas ciudadanas.
Este movimiento no es algo nuevo. Desde hace al menos dos décadas, viene ganando adeptos, y actualmente las autoridades calculan que hay más de 23.000 simpatizantes en el país, de los cuales se estima que unos 5.000 son considerados capaces de cometer actos violentos.
El “Reino de Alemania”: fantasía monárquica con raíces peligrosas
En 2012, el excéntrico Peter Fitzek se autoproclamó monarca del “Reino de Alemania”, estableciendo su sede en la ciudad de Wittenberg, en el estado de Sajonia-Anhalt. Bajo su dirección, este “reino alternativo” desarrolló su propia administración, incluyendo pasaportes, moneda y hasta licencias de conducir.
Fitzek, de 58 años, es una figura entre mesiánica y farsesca, que afirma luchar por un “renacimiento espiritual, cultural y económico de Alemania”, aunque buena parte de sus acciones involucraban estructuras económicas fraudulentas y ofensivas plataformas digitales que promovían el antisemitismo y las teorías de conspiración.
El Ministerio del Interior estima que el grupo cuenta con cerca de 1.000 seguidores activos, mientras que Fitzek siempre ha defendido que la cifra ronda los 6.000. En 2017, ya había sido condenado a prisión por operar bancos ilegales y malversar casi dos millones de euros.
Una amenaza con rostros actuales: de QAnon a golpes de Estado
Llamarlos simplemente “nostálgicos del pasado imperial” sería minimizar los peligros reales que este movimiento representa. En palabras del Ministro del Interior Alexander Dobrindt:
“Los ciudadanos del Reich han creado un contraestado dentro de nuestras fronteras. No es un juego, es un intento sistémico de destruir el orden democrático basándose en narrativas antisemitas.”
Uno de los aspectos más alarmantes es la similitud ideológica y organizativa con movimientos internacionales como QAnon en Estados Unidos. No es casualidad, ya que comparten una visión apocalíptica del mundo, marcada por el rechazo al “Estado profundo”, símbolos místicos y enemigos públicos como políticos o periodistas.
En diciembre de 2022, la policía alemana desmanteló una célula dentro del movimiento que planeaba ni más ni menos que derrocar al gobierno alemán. Detuvieron a más de 25 personas, entre ellas, exmilitares, oficiales de élite e incluso una exdiputada del Bundestag. El caso conmocionó al país e impulsó un debate nacional sobre cómo estas organizaciones pueden prosperar en el corazón de una democracia liberal.
La prohibición formal: un movimiento defensivo del Estado
Con la operación a gran escala del martes, se oficializa la prohibición del “Reino de Alemania” como asociación ilegal de carácter extremista.
En esta redada participaron 800 agentes en acciones simultáneas en los estados de Sajonia-Anhalt, Brandenburgo, Baja Sajonia y Renania del Norte-Westfalia, entre otros. Se incautaron bienes, equipos de comunicación, documentos y documentación bancaria para bloquear la financiación futura del grupo.
Fitzek y otros tres altos miembros fueron arrestados bajo sospecha de liderar una organización criminal. Además, las autoridades bloquearon todas sus cuentas digitales y su sitio web fue clausurado. Esta acción se suma a una larga serie de intervenciones legales que el gobierno alemán ha dirigido contra movimientos extremistas, entre neonazis, islamistas radicales y conspiracionistas.
La respuesta pública: ¿éxito rotundo o terreno ganado temporalmente?
La mayoría de la sociedad alemana ha celebrado la acción como un paso firme en defensa de su democracia. Sin embargo, algunos expertos en seguridad indican que, en el mundo digital de hoy, desmantelar la estructura física de un grupo no garantiza su desaparición.
El investigador en radicalización Ulrich Wagner, de la Universidad de Marburg, advierte:
“Con estas organizaciones, existe un altísimo riesgo de desmaterialización. Es decir, pueden rehacerse fácilmente en el entorno digital, disolverse temporalmente en grupos cerrados y luego reaparecer con otro nombre.”
El riesgo se eleva porque el discurso de los Reichsbürger combina tres ingredientes letales: desinformación viral, frustración política y culto pseudorreligioso. En plena era de polarización, plataformas como YouTube, Telegram o Rumble han servido para propagar ideas de insurrección en cuestión de horas.
Radicalismo en Europa: el caso alemán como advertencia
Alemania no es el único país europeo enfrentando una oleada de extremismo ideológico. En Francia, el movimiento de los “chalecos amarillos” derivó en grupos de ultraderecha y en España se ha observado el auge de teorías conspirativas post-pandemia alineadas con discursos autoritarios. Pero Alemania posee una historia singular marcada por el nazismo, y las heridas del pasado siguen presentes.
Por eso, las leyes alemanas permiten prohibir asociaciones no solo si cometen delitos, sino si representan una amenaza potencial contra el orden democrático. Esto permite actuar de forma preventiva, algo que ha sido clave en casos como el Partido Nacionaldemócrata (NPD), y ahora contra el “Reino de Alemania”.
Este principio de “democracia militante” (Wehrhafte Demokratie) parte de la idea de que una república democrática no puede permitir que quienes buscan destruirla se aprovechen de sus libertades.
Más allá de la ley: el desafío de la educación cívica
Los ciudadanos del Reich no surgieron de la nada. Muchos de sus miembros provienen de zonas rurales, sienten desconfianza hacia las élites políticas y mediáticas, y han perdido fe en el sistema democrático. De ahí que muchos expertos sugieren que además de aplicar la ley, el Estado debe reforzar la educación política y el diálogo cívico.
Programas de integración ciudadana, iniciativas escolares que promuevan el pensamiento crítico y campañas informativas sobre los riesgos de los discursos de odio son tan necesarias como las operaciones policiales.
Un futuro incierto: ¿qué sigue para los restos del movimiento?
Aunque el “Reino de Alemania” ha sido prohibido, todavía queda la red de simpatizantes y socios que no fueron arrestados. Muchos se replegarán a entornos digitales, otros buscarán camuflajes en nuevas agrupaciones o movimientos pseudopacíficos.
El gobierno alemán, por su parte, promete seguir con firmeza cualquier rastro de reorganización o adaptación de estos grupos. La vigilancia se extenderá a nuevos canales, a posibles movimientos financieros y a vínculos internacionales.
Lo que está claro para muchos en Alemania es que la democracia no puede darse por sentada. El caso del “Reino de Alemania” no es una anécdota pintoresca de monarcas excéntricos, sino una llamada de atención sobre los desafíos actuales a sociedades abiertas y libres.