Masacre aérea en Myanmar: el silencio de la junta y el dolor de los inocentes
Un análisis del ataque aéreo a una escuela en Sagaing y el patrón creciente de violencia contra civiles en la resistencia birmana
Por tercera vez en tres años, el ejército de Myanmar ha cometido una atrocidad en la región de Sagaing, una de las zonas más activas de resistencia civil contra la junta militar. Esta vez, la tragedia ha golpeado a los más vulnerables: niños y maestros, en plena escuela.
El ataque aéreo que sacudió Ohe Htein Twin
La aldea de Ohe Htein Twin, ubicada en el municipio de Tabayin (también conocido como Depayin), fue escenario de una masacre la mañana del lunes 12 de mayo de 2025, cuando un avión de combate de las Fuerzas Armadas birmanas descargó una bomba directamente sobre una escuela operada por el movimiento pro-democracia.
De acuerdo con testimonios recabados por personal humanitario, miembros de la Fuerza de Defensa Popular de Depeyin y representantes del Gobierno de Unidad Nacional (NUG) en el exilio, murieron al menos 22 personas: 20 alumnos y 2 docentes. 50 personas resultaron heridas, algunas de gravedad. Tres casas aledañas también sufrieron daños por el estallido.
Crímenes contra escolares: un patrón que se repite
Este no es un incidente aislado. En septiembre de 2022, un ataque con helicópteros del ejército birmano contra Let Yet Kone, también en Tabayin, mató a 13 personas incluyendo siete niños. En abril de 2023, un bombardeo en Kanbalu mató a 160 personas, muchas de ellas niños, durante un evento opositor.
La organización no gubernamental Acled reportó que más de 6,600 civiles han sido asesinados por fuerzas del régimen desde el golpe de Estado de febrero de 2021. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, por su parte, alertó que en 2023 los bombardeos aéreos se incrementaron un 50% respecto al año anterior.
¿Por qué atacar una escuela?
Según el portavoz del NUG, Nay Phone Latt, estos bombardeos tienen un claro objetivo político y psicológico: sembrar terror y romper el apoyo popular a la resistencia.
El ejército frecuentemente alega que los insurgentes usan escuelas, templos y hospitales como escondites, pero no aporta pruebas. Las escuelas pro-democracia en áreas rebeldes han garantizado educación básica a miles de niños expulsados por la violencia.
“Estas bombas no sólo matan; buscan destruir la moral de nuestro pueblo”, afirmó Nay Phone Latt.
¿Quién controla Sagaing y por qué es tan importante?
La región de Sagaing, al noroeste del país y cercana a la frontera con India, es una de las bastiones de resistencia más fuertes contra el régimen militar. Está controlada en gran parte por fuerzas mixtas de la Fuerza de Defensa Popular (PDF) y milicias aliadas étnicas, bajo coordinación del NUG.
- Es una zona rural con densa población monástica y estudiantil.
- No tiene defensa aérea ni armamento militar avanzado.
- El ejército recurre cada vez más a bombardeos indiscriminados ante la incapacidad de retomar el control sobre el terreno.
El silencio estatal y la narrativa oficialista
El régimen militar, a través de sus medios estatales, ha mantenido silencio total sobre este ataque. No emitió declaraciones, ni desmintió ni reivindicó el bombardeo.
En ataques anteriores, su narrativa ha girado en torno a “neutralizar actividades terroristas hostiles” en zonas rebeldes, sin mencionar los daños colaterales o las violaciones a derechos humanos.
La falta de acceso de la prensa internacional impide verificar informes oficiales, dejando el relato del horror en manos de ONGs, testigos y reporteros expatriados.
Airstrikes y propaganda: ¿una estrategia a largo plazo?
El ejército birmano ha dependido tradicionalmente de su fuerza aérea como herramienta de represión estratégica. Esto no es nuevo, pero desde el golpe del 2021, el volumen y la frecuencia de estos ataques se han intensificado.
En muchas ocasiones, los ataques siguen a la propaganda o los anuncios de movilización popular. La escuela bombardeada en Ohe Htein Twin, por ejemplo, tenía planeado celebrar un festival cultural juvenil el día después del ataque.
¿Qué hace la comunidad internacional?
La reacción internacional ha sido débil y fragmentada. Las sanciones impuestas por la Unión Europea y el Reino Unido han golpeado ciertos sectores de la economía controlados por los militares, pero no han logrado frenar la violencia.
La ONU ha condenado repetidamente los ataques e instado a un embargo de armas, pero países como Rusia y China siguen vendiendo equipamiento militar al gobierno de Naypyidaw.
Como dijo Richard Horsey, analista del International Crisis Group, “El gobierno birmano ha transformado una guerra civil en una guerra total contra su pueblo, sin pagar un costo político internacional lo suficientemente alto como para detenerse.”
El coraje de la resistencia
A pesar del dolor, los movimientos civiles siguen construyendo alternativas. Las escuelas clandestinas, los hospitales improvisados y los gobiernos paralelos en zonas liberadas son testigos de una nación que quiere sobrevivir al autoritarismo con libros en vez de balas.
Como lo testifica el maestro Ko Tun, uno de los pocos sobrevivientes del ataque del lunes:
“Hoy perdimos a nuestros estudiantes. Pero ellos eran el futuro de este país. Y mientras ese futuro viva en nuestras mentes, nadie lo podrá bombardear.”
¿Qué sigue?
El temor es que estos ataques se vuelvan cada vez más comunes. Las elecciones prometidas por la junta siguen postergadas, la resistencia se fortalece y el ejército recurre a estrategias de tierra arrasada. La historia de Myanmar se sigue escribiendo con sangre, mientras el mundo voltea la mirada hacia otro lado.
La comunidad internacional se enfrenta a un dilema moral y estratégico: seguir condenando sin actuar, o intervenir con firmeza para impedir que la guerra contra la infancia se normalice.