Los 90 días de alivio: ¿Trampa o tregua en la guerra comercial entre EE.UU. y China?
Negocios estadounidenses celebran una pausa temporal en los aranceles, pero la incertidumbre sigue dominando el comercio con China
Un respiro con sabor a preocupación
El reciente anuncio de una tregua comercial entre Estados Unidos y China ha producido cierto alivio entre los empresarios estadounidenses que dependen de productos importados del gigante asiático. Washington y Pekín han pactado reducir drásticamente los aranceles, del 145% al 30% por parte estadounidense y del 125% al 10% por parte china, durante un período de 90 días.
Sin embargo, esta medida, que a primera vista parece una bocanada de aire fresco en medio de la tormenta, también ha sembrado nuevas dudas entre los importadores: ¿será este alivio temporal un simple juego estratégico, o el inicio de una solución más sólida y duradera?
El efecto dominó en los pequeños negocios
Jonathan Silva, dueño de WS Game Company en Massachusetts, fabrica versiones de lujo de juegos clásicos como Monopoly y Scrabble. Después del anuncio del arancel del 145% sobre productos chinos por parte de Donald Trump, múltiples pedidos fueron cancelados. Ahora, con la reducción a 30%, Jonathan está buscando cómo rescatar nueve contenedores que aún aguardan en fábricas chinas.
"El 30% sigue siendo alto, pero es un paso en la dirección correcta", afirma Silva. "Comenzaré a colocar pedidos para la temporada navideña, pero no seré tan agresivo como si el acuerdo hubiera sido de un año o más".
Los plazos ajustados del comercio transoceánico
Marc Rosenberg, CEO de The Edge Desk, invirtió millones en el desarrollo de sillas ergonómicas de $1,000 cada una. Tras postergar su producción en China esperando una disminución arancelaria, ahora se enfrenta a otra encrucijada: decidir si reanuda o no, sabiendo que sus productos podrían seguir en tránsito cuando el acuerdo expire.
"Necesitamos un plan que dure por lo menos un año. Este panorama es peligrosamente volátil para tomar decisiones sensatas", asegura Rosenberg.
Un freno a la planificación estratégica
Jeremy Rice, copropietario de una tienda de decoración en Lexington, Kentucky, enfrenta un dilema similar. Aproximadamente el 90% de las flores artificiales que vende provienen de China. Rice dice que ya comenzó a notar vacíos en su inventario y no sabe cómo fijar precios sin una política comercial estable.
"No hay un verdadero alivio. Simplemente estamos esperando el próximo golpe", comenta con resignación.
La industria juguetera, golpeada y cautelosa
Eric Poses, fundador de All Things Equal en Miami, invirtió $120,000 en el desarrollo de un juego electrónico educativo llamado "And the Good News Is". Tras la imposición de un arancel del 20% primero, y luego del impactante 145%, debió prescindir de elementos de diseño como el relieve en el empaque. Ahora, con un 30% de arancel restante, ha recurrido a almacenes aduaneros donde podrá diferir pagos de aranceles hasta cinco años.
"Sigo sin poder planificar. Si decido retomar la producción ahora, ¿cuál será la tarifa cuando llegue a los puertos dentro de unos meses?", pregunta Poses.
Los números detrás del impacto
Según la American Apparel & Footwear Association, el 97% de la ropa y los zapatos que se venden en Estados Unidos provienen de Asia, principalmente de China. Esto hace que cualquier variación arancelaria tenga un impacto directo sobre los consumidores y fabricantes estadounidenses. La incertidumbre sobre los costos ha afectado a sectores clave:
- Calzado y ropa deportiva: Nike (+6,7%), Foot Locker (+10,1%), Under Armour (+6,9%)
- Ropa general: Lululemon Athletica (+7,7%), Abercrombie & Fitch (+5,8%)
- Retail: Amazon (+7,2%), Best Buy (+5,7%), Target (+2,9%)
- Turismo: Carnival (+8,3%), American Airlines (+5,4%)
Estos índices reflejan el optimismo de los mercados, pero contrastan con el escepticismo persistente entre pequeños empresarios.
Los problemas de fondo no desaparecen
Jim Umlauf, dueño de 4Knines en Oklahoma City, importa materiales para fundas de asientos de mascotas desde China. Para él, la tregua no resuelve los desafíos estructurales: “Cuando los aranceles superan el 50%, ya no hay margen para obtener ganancias a menos que elevemos los precios considerablemente. Eso nos pone en riesgo de perder clientes”.
El otro lado del Pacífico: incertidumbre compartida
Zou Guoqing, exportador chino de componentes para bicicletas de nieve y artículos para actividades recreativas, también enfrenta el dilema de cuándo reactivar los envíos a EE.UU. Zou afirma que esperará hasta finales de mayo para evaluar si las negociaciones entre Washington y Pekín prosperan y si el arancel del 20% relacionado con el fentanilo puede ser eliminado.
Cuando el reloj es el enemigo
El comercio internacional depende de tiempos bien definidos. Los 90 días no son suficientes para planificar, producir, embalar y enviar mercancía de forma eficiente. Muchos temen que este periodo de gracia se convierta en un arma de doble filo: alentar compras urgentes que saturen puertos, eleven costos de transporte marítimo y generen cuellos de botella logísticos.
Esto es particularmente relevante para negocios estacionales, que ya están evaluando su inventario de cara a la temporada navideña. Enfrentarse a un posible regreso de aranceles más altos en pleno movimiento de mercancías amenaza la capacidad financiera y operativa de muchos importadores.
¿Una victoria política o una solución duradera?
La tregua tiene un fuerte componente simbólico. Bajo la administración de Joe Biden, los enfoques hacia China han oscilado entre enfrentamientos estratégicos y negociaciones diplomáticas. La reducción del arancel podría alimentar una narrativa positiva de moderación, pero también alentar críticas por parte de sectores industriales que esperaban una estrategia comercial más radical y prolongada.
Matthew Shay, presidente de la Federación Nacional de Minoristas, lo califica como “un paso crítico para brindar alivio temporal”. Sin embargo, la falta de una hoja de ruta extensa hace que tanto empresarios como analistas continúen en estado de alerta.
¿Y después de los 90 días?
La pregunta que todos se hacen permanece: ¿qué pasará al término del plazo? Una extensión podría brindar estabilidad, pero también podría alentar la postergación indefinida de una solución concreta. Una vuelta a aranceles altos sería devastadora.
Los patrones de consumo, costos de logística, inversiones y hasta la sostenibilidad de muchas PYMEs están en juego. En un entorno donde la planificación a largo plazo es vital, 90 días no son más que un parpadeo.
Mientras tanto, los empresarios como Silva, Rosenberg y Poses continúan cruzando los dedos y ajustando sus estrategias al paso del cronómetro.